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García Márquez en clave wayúu

Muertos que hablan con los vivos, sueños que predicen el futuro; viejos que todo lo saben. ¿Cuál es la génesis de los fenómenos sobrenaturales en la obra del Nobel? Según el investigador Juan Moreno Blanco, docente de la Universidad del Valle, la fábula garciamarquiana está estrechamente ligada a la lógica chamánica del mundo wayúu, la misma que él vivió en Aracataca siendo un niño, muy cerca de los indios guajiros con quienes creció.

25 de abril de 2014 Por: Catalina Villa | Editora de GACETA

Muertos que hablan con los vivos, sueños que predicen el futuro; viejos que todo lo saben. ¿Cuál es la génesis de los fenómenos sobrenaturales en la obra del Nobel? Según el investigador Juan Moreno Blanco, docente de la Universidad del Valle, la fábula garciamarquiana está estrechamente ligada a la lógica chamánica del mundo wayúu, la misma que él vivió en Aracataca siendo un niño, muy cerca de los indios guajiros con quienes creció.

Esa imagen, a Juan Moreno Blanco, lo sacudió de inmediato y tuvo una suerte de revelación: era esa escena la misma que años atrás le había escuchado narrar al antropólogo francés Michel Perrin, cuando lo entrevistaba en París a propósito de su libro ‘Los practicantes del sueño, el chamanismo wayúu’, en 1988.Moreno Blanco, literato, quien para entonces adelantaba un doctorado en París, relacionó de inmediato ambas publicaciones y se planteó una inquietud que se dio a la tarea resolver: ¿cómo era posible que estas mujeres, en lugar de enterrar a sus familiares, cargaran con sus huesos a cuestas?Solo muchos años después, (al igual que el Coronel Aureliano), habría de entender que la explicación a esa pregunta estaba en una comunidad amerindia, la de los indígenas wayúu, y que de allí se desprendería una tesis que muy pocos críticos literarios se han detenido a estudiar: que el realismo mágico presente en las obras de Gabriel García Márquez se desprende no solo de su virtuosismo como creador y escritor, sino de una herencia que le llegó en línea directa de los indios guajiros con los que convivió en los primeros años de su vida, en la casa de los abuelos, en Aracataca. Moreno Blanco, miembro del grupo investigador Nación, Cultura y Memoria de la Universidad del Valle, es un convencido de que la crítica se ha equivocado al darle una lectura exclusivamente occidental a toda la obra del escritor costeño, pues sus contextos fueron dos: el criollo y el wayúu. GACETA conversó con él.¿En qué momento hace usted esa primera conexión entre el mundo wayúu y la obra de García Márquez?Yo recordaba que, al entrevistar a Perrin, había un aparte de su libro que hablaba sobre la importancia que para los wayúu tienen los restos de sus muertos. Los huesos de los ancestros no pueden ser enterrados en cualquier parte, tienen que ser obligatoriamente sepultados en el cementerio del clan, en la tumba común de todos los muertos. Al releer la novela y preguntarme por qué la Cándida Eréndira y la abuela no los enterraban, recordé el libro de Perrin. Fue eso lo que me hizo investigar sobre las relaciones que hay entre esta cultura y la obra de García Márquez. Esa escena es similar a la que aparece en ‘Cien años de soledad’, cuando Rebeca, la niña de 11 años que llega de Manaure a la casa de los Buendía, aparece con los huesos de sus padres en un talego de lona…Exacto. Esos huesos de Rebeca son completamente inoportunos con su “cloc cloc cloc”. Los Buendía no saben qué hacer con esos huesos, se tropiezan con ellos. Por accidente, uno de los albañiles que participó en la remodelación de la casa, los entierra en una pared y nadie sabe qué pasa con ellos. Lo que en últimas es un alivio, pues como no había cementerio, no se podían enterrar. Acuérdese que en Macondo nadie se había muerto, hasta que murió Melquíades. Con el tiempo, esta niña, que sufre de perturbaciones que solo puede aliviar comiendo tierra, pasa por una crisis y va donde Pilar Ternera para que le lea las cartas y ella le dice: “No serás feliz mientras tus padres permanezcan insepultos”. Es entonces cuando José Arcadio Buendía va a buscar los huesos en las paredes de la casa hasta que los encuentra y los entierra y le dice: ahora sí serás feliz. Como se puede ver, la coincidencia con lo wayúu es demasiado fuerte.¿Qué otras coincidencias encuentra entre la obra y esta cultura?Hay una coincidencia fundamental que es la relación entre vivos y muertos. Como se sabe, José Arcadio y Úrsula parten en un éxodo porque quieren huir del fantasma de Prudencio Aguilar, el hombre al que él ha asesinado por haber puesto en duda su hombría. Con los años, Prudencio Aguilar aparece en Macondo. ¿Cómo es posible esto? Este detalle es muy importante y tiene una relación estrecha con la cosmovisión de los wayúu: resulta que Prudencio Aguilar lo había estado buscando por todas partes, preguntándolo a los muertos de Riohacha y de la ciénaga, pero nadie le daba razón, hasta que llegó Melquíades, el primer muerto de esta aldea, y marcó a Macondo con un puntito negro “en los abigarrados mapas de la muerte”, según dice García Márquez. Según la cultura wayúu, los muertos mueren, pero regresan, y por eso la presencia de los muertos en el mundo de los vivos es una constante, hace parte de su vida cotidiana. Allí, también, la relación es evidente. ¿Y cómo llega a tener García Márquez esa influencia tan fuerte de la cultura wayúu? En una entrevista que dio García Márquez en 1994 a la revista Gaceta de Colcultura titulada ‘La edad de las palabras’, dice: “La casa de Aracataca estaba llena de indios guajiros, no de habitantes del departamento de la Guajira. Eran gente distinta que aportaba un pensamiento y una cultura a esa casa que era de españoles y que los mayores no apreciaban ni creían, pero yo vivía más a nivel de los indios y ellos me contaban historias y me metían supersticiones, ideas que yo notaba que no tenía la abuela”.Por otra parte, Dasso Saldívar explica en su biografía que desde la llegada de los abuelos a Aracataca, llegaron con unos esclavos wayúu, práctica que era común para esa época. Al crecer Gabriel García Márquez allí, hay dos tipos de adultos: su familia, que son sus abuelos, su tía; y los otros adultos, los esclavos wayúu. Ahora bien, en el segundo capítulo de ‘Vivir para contarla’ cuenta García Márquez que a veces su abuela, para despistarlo, usaba palabras wayúu, pero “la pobre no sabía que yo hablaba mejor el wayúu que ella, porque vivía más cerca de los indios”. Mi conclusión es que este niño vivió con dos atmósferas lingüísticas y culturales diferentes. Yo he investigado mucho sobre los wayúu y sé que tenían un español muy deficiente. Entonces, ¿cómo era posible que los wayúu le metieran supersticiones si no hablaban bien el español? Yo sostengo la siguiente hipótesis: Gabriel García Márquez, de niño, cuando estaba con los indios, se comunicaba en lengua wayúu, es decir, tuvo una experiencia bilingüe y bicultural. ¿Como el caso de Arcadio y Amaranta en ‘Cien años de soledad’, a quien Visitación, la india que los cuidaba, les enseñó a hablar guajiro antes que el español? Un escritor es alguien que coge materiales diversos de su vida, su cultura y su mundo y los convierte en materia de construcción narrativa. En efecto, en ‘Cien años de soledad’, José Arcadio y Úrsula están muy ocupados y dejan a los niños al cuidado de los indios. Y los niños aprenden primero la lengua de los indios que la de los padres. ¿Qué es eso? Es autobiográfico.Lo mismo podemos decir en ‘Del amor y otros demonios’, con un personaje como Sierva María de todos los Ángeles, quien es abandonada por sus padres y crece en el patio con los esclavos africanos. Ella va a ser políglota, porque va a aprender la lengua de los esclavos. Lo que hace el escritor es tomar elementos de su biografía y reorganizarlos para utilizarlos en la construcción de sus ficciones, porque eso es lo que hace todo escritor. El escritor no inventa el ciento por ciento de sus historias, sino que recompone. Y el crítico literario lo que hace es tratar de encontrar ese nexo entre la ficción narrada y la cultura del escritor. Usted menciona en su estudio la presencia de la figura del chamán en la obra de García Márquez. ¿Cómo se ve esto reflejado? En ‘Del amor y otros demonios’ a Sierva María le espera ser torturada en esos protocolos de exorcismo propios de la Inquisición en Cartagena. La niña está sola, indefensa, no tiene alternativa a morir torturada. Pero en la novela ella logra contrariar la disposición de la Inquisición al decidir morir en sueños. Por eso, cuando la van a buscar, la encuentran ya muerta. Ella ha desafiado la voluntad del imperio. Y qué es eso sino el ejercicio de atributos sobrenaturales propios del chamán. En la sociedad wayúu, el chamán, en palabras del antropólogo Michel Perrin, es un soñador a voluntad. Sierva María, pues, es una soñadora a voluntad, porque en su sueño estaba claro que si se llegare a comer todas las uvas, moriría. Y eso es lo que hace. ¿Y Melquíades qué papel juega en esta teoría?Los críticos lo han interpretado siempre en clave occidental, pues se ha comparado con el alquimista, con Nostradamus. Yo propongo otra interpretación, pero en clave americana. Melquíades es un chamán que hace las cosas propias de un chamán: va a la muerte y vuelve, además lo sabe todo, tanto así que en sus manuscritos ha escrito toda la historia de la estirpe, porque conoce el futuro, hasta el más mínimo detalle.¿Por qué cree que los críticos de García Márquez y sus biógrafos se han detenido tan poco en la influencia wayúu en su obra?El gran problema que ha habido en cincuenta años de crítica literaria con García Márquez es que siempre se le ha tomado como un colombiano. ¡No! Gabriel García Márquez no tiene una sola cultura, tiene dos. Y esto es absolutamente normal en el contexto latinoamericano. Le doy ejemplos: José María Arguedas, del Perú, creció en un contexto donde se hablaba español y quechua; el paraguayo Augusto Roa Bastos hablaba español, pero también guaraní. Y las obras de esos escritores permiten ver las vertientes culturales que alimentan su obra literaria. La singularidad de García Márquez radicó en que en su narrativa nunca utilizó las palabras de la lengua wayúu. Y tal vez por eso no se había comprendido la presencia importantísima del legado amerindio en la obra garciamarquiana. Así que, si me pregunta, García Márquez no es importante porque se haya ganado el Nobel --eso es lo de menos-- sino porque es un escritor que ha construido unas obras no solo con el legado de Occidente sino con el legado que hemos recibido de la milenaria historia de nuestro continente americano.

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