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“Hay que escuchar a las víctimas”: Roberto Herrscher

En un conflicto como el que se vive en Colombia, los medios de comunicación deberían hacer su propia introspección para analizar qué hicieron mal. Así lo sostiene Roberto Herrscher, periodista y escritor argentino, autor de un libro que recuerda su experiencia en la guerra de Las Malvinas.

17 de mayo de 2015 Por: Gerardo Quintero Tello l Jefe de Cierre de El País

En un conflicto como el que se vive en Colombia, los medios de comunicación deberían hacer su propia introspección para analizar qué hicieron mal. Así lo sostiene Roberto Herrscher, periodista y escritor argentino, autor de un libro que recuerda su experiencia en la guerra de Las Malvinas.

“Sólo perduran en el tiempo las cosas que no fueron del tiempo”, dice en uno de sus poemas su compatriota, el escritor argentino Jorge Luis Borges. Tal vez por eso Roberto Herrscher es memorioso, como Funes, ese otro protagonista de un cuento de Borges que a raíz de un accidente adquiere la asombrosa facultad de recordar todo en su más mínimo detalle. En este caso, Herrscher no tuvo un accidente o quizás no uno en estricto sentido, pero se estrelló con una realidad: a los 19 años tuvo que ir a una guerra contra la tercera potencia militar del mundo. 

Esos recuerdos sólo los pudo plasmar 24 años después cuando escribió ‘Los viajes del Penélope’, la historia del barco más viejo de la Guerra de las Malvinas. “Al igual que a cualquier persona a quien le pasa algo que le cambia la vida, no sé quién sería yo si no hubiera ido a las Malvinas”, reflexiona Roberto, mientras conversamos en el restaurante de un hotel al sur de Cali, adonde llegó invitado por  la Universidad Icesi para disertar sobre cómo contar la realidad con las armas del periodismo.

Tres décadas después de terminar el conflicto de las Malvinas, Herrscher de nuevo hace memoria, desanda sus recuerdos, se detiene en los detalles y plantea desde su experiencia del periodista que sí conoció la guerra en sus profundidades, claves para lograr una reconciliación en Colombia. Pero, además, el también director del Máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona y la Universidad de Columbia en Nueva York plantea un polémico reto a los medios de comunicación y a los periodistas colombianos.

¿Su libro ‘Los viajes del Penélope’ es como una  catarsis que evidencia el impacto que la guerra de las Malvinas tuvo sobre usted?

Yo solo pude escribir ese libro 24 años después. Al igual que a cualquier persona a quien le pasa algo que le cambia la vida, no sé quién sería yo si  no hubiera ido a las Malvinas. Ese episodio me puso a pensar mucho y a tratar de asumir un papel en defensa de valores en los que, en esa época pensaba y en los que todavía creo, pero los diría de otra manera, es decir, hacer un mundo mejor, fomentar la paz, la concordia, luchar contra la injusticia y yo creo que ese fue el camino que me llevó a ser periodista.  Cuando volví de una guerra que no entendía, regresé a un país que había promovido que la gente saliera a las calles con banderitas celebrando que se había hundido un barco con tropas inglesas en el que se habían quemado vivos un grupo de enemigos. Sentí que lo primero que debía hacer era entender mi país.

Cuando dice que después de 24 años logra escribir su libro es porque realmente fue tan fuerte lo que vivió que al regresar era difícil plasmar esos recuerdos...

Era difícil saber cómo contar y qué contar. Por un lado, yo hacía periodismo y contaba historias de otra gente, pero después, para transformar mi propia experiencia vital, creía que lo que tenía que hacer un escritor real era escribir una novela, y además  una novela no sobre una experiencia muy particular, porque yo estaba en la marina cuando la gran mayoría de los soldados estaban en el ejército. Yo estaba en un barco que ni siquiera era militar, sino  un velero  construido en 1927, de madera, que era de los isleños. Era el barco menos militar que nunca haya existido, por lo tanto mi experiencia era excepcional y yo me puse a tratar de hacer novelas, obras de teatro, cuentos, en donde el protagonista era un chico que había estado en el pozo, peleando contra el enemigo en las montañas, la verdad no era mi historia. Tardé mucho en entender que podía contar mi historia y que esa era la literatura que yo quería hacer. El hecho que lo disparó fue la aparición del barco en el que estuve y que había visto por última vez después de la rendición en 1982. Finalmente, gran parte de este libro consistió en buscar, entrevistar a fondo y contar la historia de los otros seis tripulantes del Penélope y volver a las Islas Malvinas, 24 años después, a contar la historia del capitán al que le sacamos el barco y buscar a la gente con la que había coincidido en la guerra, mis enemigos, y entenderlos. Pero además fue buscar la historia del barco, que me lleva a otra parte de la historia de mi vida, porque es un barco que partió del mismo puerto de Alemania, de Hamburgo, de donde salió mi papá como un niño judío huyendo de los nazis. Todo eso se me juntó y sentí en ese momento que yo había trabajado como periodista, 20 años, para poder acercarme a mi historia desde ese lado. Este proceso, por un lado, me trajo mucha luz y paz, pero lo que quería también era que fuera un libro bueno, que aportara  sobre un momento de la historia de Argentina, pero que también contara una historia que tuviera repercusión y que interesara más allá de eso. 

¿Siente que lo logra? Porque en  su libro uno encuentra una reflexión memoriosa del triunfo de la vida sobre la guerra…

Hay algo que es lo central para cualquier sociedad que quiere superar un hecho común traumático, que es aprender a hacer memoria.  Se trata de un volver voluntario y activo al pasado para, en primer lugar, hacer las paces contigo mismo, porque uno no puede hacer las paces con ninguno otro, del presente o del pasado, sino logras esa paz contigo. En el caso de la guerra de las Malvinas nosotros volvimos con rabia, algunos con odio, porque en cierta forma tuvimos dos enemigos: éramos parte de unas Fuerzas Armadas que peleaban contra la tercera potencia militar del mundo (Inglaterra), pero también éramos civiles sometidos a los mismos militares (de la dictadura argentina) que masacraban a civiles como nosotros. Este ejército de la dictadura despreciaba a su propia gente. Esto es algo de lo que también se tiene que hablar y yo siento que en Colombia ni siquiera se ha empezado con esto. La inhumanidad de la guerra es eso, que un soldadito no tiene para dónde agarrar, porque tenés al enemigo adelante y atrás.

A pesar de las diferencias claras entre uno y otro conflicto, ¿qué puntos de unión ha encontrado?

Ninguna sociedad llega a la paz sino se expande la decisión de construirla en muchos otros estamentos. En la Universidad Javeriana me dieron un documento muy valioso, el Informe Basta Ya, la profesora que me lo entregó me dijo que esto es como lo que en Argentina se hizo con el Informe Nunca Más, que incluyó los crímenes de la dictadura y la guerra de las Malvinas. Siento que Colombia está en un momento ‘Basta ya’, lo que significa que no están en el posconflicto, están en el conflicto, uno dice basta ya cuando todavía no ha terminado, pero uno tiene que  prepararse desde ya para la paz, la concordia, el entendimiento. El primer paso es basta ya, paremos de matarnos, el segundo es la justicia, que todavía falta, el tercer paso es la memoria y recién después de todo eso, el cuarto es el nunca más. 

En Argentina, cuando termina la dictadura, hay una Ley de Punto Final, pero  cuando se afianza la democracia se destapan todos los procesos contra militares. Aquí, los líderes guerrilleros dicen que no pisaran nunca una cárcel, cómo observa esa situación a la luz de las realidades mundiales…

En esto siempre se cruzan los temas de justicia y de paz, pasó en Israel- Palestina, Irlanda del Norte, El Salvador, Guatemala. En realidad la libertad absoluta y completa para decidir sobre juzgar crímenes producidos en el marco de una guerra o conflicto solo se da cuando ninguna de las partes tiene el poder de negociar su propia impunidad. En Argentina hubo una posición enormemente mayoritaria por juicio y castigo y por rechazar las acciones de la dictadura.  Si hay algo que tienen que entender los que con la paz pueden ser juzgados y sentenciados, es que hay una inmensa mayoría de la población que les da la espalda. Siento que hay una parte de los líderes  de las Farc que está en su propio mundo mental en el que creen que el pueblo los aclama.

Entonces lo que se deduce de lo que usted dice es que un proceso de estos sin justicia queda cojo...

Hay  un problema enorme y que es muy particular en Colombia que es la reparación, que tiene que ver con tierras y con que el Estado también pida perdón. Este es un conflicto complicadísimo, con paramilitares, militares, guerrilleros, narcos aliados de unos y otros. Hay acá también, en parte, un Estado que no ha sabido garantizar una mínima paz y estabilidad de su gente y eso lo hace responsable. Lo que nos toca a los contadores de historias y periodistas es tomarnos el trabajo de entender a las víctimas, escucharlos y relatar sus historias.

¿Qué tanto sirven experiencias en las que las víctimas escriben sus historias ellas mismas?

Cuando no te escuchan, te revictimizan. En el tema de violencia política hay una enorme importancia en ser escuchados, en ser tenidos en cuenta, es un enorme paso que aparezcan las historias de alguien como yo, que la gente se encuentre y se lea. En el camino hacia la inclusión juegan un rol clave los medios al  incluir las voces representativas y, sobre todo, de las que han sido ignoradas o dejadas fuera. Incluso, los medios deberían hacer su propia introspección y  mirarse a sí mismos y preguntarse qué hicimos mal. ¿Habrá experiencias en Colombia de colegios de periodistas o dirección de medios que se junten para decir ‘en esta guerra nosotros tal vez no hicimos todo lo que debíamos haber hecho y tuvimos nuestro papel en azuzar el fuego en vez de crear la concordia’? 

Entonces lo que usted propone es que si todos están reconociendo sus errores, los medios también deberían hacerlo, porque no se puede negar que juegan un papel determinante en estos conflictos…

Lo ideal sería que la gente comprara el diario y pensara este es mi diario, no escriben lo que quiere su jefe ni su partido o dueño con sus intereses político y económicos sino que el periodista trabaja para mí. En parte, una sociedad castigada no se resuelve diciendo: ‘Yo me preocupo  por lo que le pasa a la gente’, eso se demuestra haciéndolo. Siento que tal vez esto sí se está realizando en Colombia. Si bien a veces es difícil hacer un congreso sobre lo que hicimos mal, sería importante que por lo menos se diga ‘ahora lo vamos a hacer mejor y vamos a tratar de entender sus historias’.

 

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