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Jon Lee Anderson, de niño explorador a periodista

El joven que quería ser explorador comenzó en Perú una carrera que lo llevó a entrevistar a algunos de los personajes más poderosos de las últimas décadas.

5 de octubre de 2014 Por: Paola Andrea Gómez P. | Jefe de Información

El joven que quería ser explorador comenzó en Perú una carrera que lo llevó a entrevistar a algunos de los personajes más poderosos de las últimas décadas.

Se buscan reporteros. Así decía el anuncio. Hace ya mucho tiempo que Jon Lee Anderson lo leyó en Perú. Ahora él es eso, un reportero, solo que por la forma en que ha desempeñado el oficio, uno de los más connotados del mundo. Cuando vio el anuncio en el semanario The Lima Times (redactado en inglés), sin embargo, al joven Jon Lee Anderson (22 años) le interesó como un escampadero: así podría seguir financiando su vocación infantil, que era ser explorador.Al fin y al cabo esa era la razón que lo había llevado hasta el Perú, donde servía como guía de expediciones turísticas. Su mamá, escritora y profesora en la Universidad de La Florida, le había ayudado a conseguir ese trabajo sabiendo que así le ayudaba a cumplir su sueño íntimo. Estaba en esas cuando leyó el periódico. Su mamá le había dicho muchas veces que él también podría ganarse la vida escribiendo.Hace tres años, en una entrevista que le concedió a este diario, Jon contó que el sueldo que le ofrecieron en The Lima Times era menor al que en ese momento habría tenido como ayudante de camarero en un McDonald’s. Pero al niño explorador no le importó: “Los editores sabían de mis expediciones y me pidieron historias. Recuerdo que les hice tres crónicas y yo estaba feliz. Al mes me contrataron”. Además ya tenía alguna experiencia porque a los 10 años montó un “periodiquito” en el barrio donde vivía, ocupando a sus amigos de cuadra como los reporteros que lo surtían de información.Sin saberlo, Jon Lee Anderson llevaba preparándose toda la vida para ser periodista. Antes de cumplir la mayoría de edad había vivido en ocho países distintos con su familia, así que observar, callar, pensar, leer, preguntar, reflexionar, conversar, caminar, escuchar, verbos sobre los que se construye el lenguaje de un reportero, habían sido frecuentemente conjugados por su cotidianidad. En los 60 vivió cinco años en Taiwán; a los 11 años llegó a un colegio en Virginia, Estados Unidos; a los 13, su hogar quedaba en Monrovia, Liberia; a los 15 llegó a estudiar a Inglaterra. También vivió en Honduras. La lista de países que en algún momento le han servido de casa ya va en quince. Aunque estudió Ciencias Políticas, Filosofía y Sociología, no se graduó de la universidad; ni siquiera terminó el bachillerato. Se fue varias veces de su casa para viajar. A veces ahorraba y partía a lugares lejanos. Cuando vivía con unos tíos en Liberia, por ejemplo, aprovechó un receso en la escuela y viajó solo al África. Tenía 13 años y en dos meses no se reportó con la familia.Sus inicios como periodista en el Perú coincidieron con la convulsión de las dictaduras latinoamericanas de los años 80 por lo que no solo fue testigo de los dramas que en consecuencia derivaron por todo el continente, sino de la responsabilidad que en muchos de esos dolores tuvo el gobierno estadounidense a través del apoyo soterrado que le dio a algunos dictadores y sus escuadrones de aniquilación. Jon Lee Anderson nació en California. Tiene 57 años.Después de The Lima Times fue asistente de un periodista estadounidense y ese trabajo le permitió cubrir, justo, los conflictos latinoamericanos que había conocido. Así que volvió a viajar y a escribir. Y luego, durante diez años, lo hizo al lado de su hermano Scott, también periodista, para escribir varios libros. El último juntos cuenta de un recorrido por cinco países narrando las confrontaciones que acosaban esas naciones: Zonas de Guerra. Antes de eso, Jon Lee Anderson ya había sido contratado por la revista Times. En 1990 regresó a América Latina para emprender el que sería uno de los proyectos más importantes de su vida periodística: la biografía del Che Guevara, obra de fina orfebrería reporteril que constituye el que quizás sea el perfil más completo que se ha haya escrito sobre el mítico revolucionario argentino. Los procesos de investigación y escritura se extendieron por cinco años “Mi esposa Erica fue mi compañera sin desmayos y me brindó su apoyo a lo largo de esta odisea. Con auténtica flema británica, consintió que nos mudáramos de Oxford a La Habana, donde instaló nuestro hogar en medio de una sociedad que parecía derrumbarse a nuestro alrededor(…). Para nuestros hijos, Bella, Rosie y Máximo, este libro se convirtió en parte inseparable de sus vidas. El Che Guevara fue para todos ellos la primera personalidad que pudieron identificar fuera de nuestra familia cercana. El idioma natal de Rosie y Máximo fue el español, y Bella iniciaba sus clases matutinas con el himno Seremos como el Che”, escribió Jon Lee Anderson al final de los agradecimientos que incluyó en el libro. Desde 1998, el niño explorador es uno de los reporteros de planta de The New Yorker.Perfiles poderososLo más extraño de Jon Lee es que no se trate de un personaje de Graham Greene. Así lo define el escritor mexicano, Juan Villoro, quien ha elaborado los prólogos de algunos libros y textos del estadounidense. Cita a Greene porque es el escritor de ficción que más apasiona a Jon Lee. El cronista Alberto Salcedo Ramos, por su parte, expresa que Anderson es uno de los grandes maestros de perfiles que ha tenido en su vida, preocupado por mostrar los rasgos de los personajes.Por el pincel de Jon Lee, quien define que dibujar un perfil es como escribir una sinfonía, han pasado legendarios personajes del mundo islámico, africano y latinoamericano. Su perfil titulado “El día en que Augusto Pinochet lucía como un amable abuelito”, es uno de los más citados en las clases de periodismo.“...El tiempo ha ablandado la expresión de dureza que era tradicional en Pinochet. En su cara hay ahora más sonrisas que ceños y ya no se pone las siniestras gafas oscuras que solía llevar. Ahora parece un abuelo bondadoso. La voz se le ha vuelto trémula y áspera y se le ha encanecido el pelo peinado con raya perfecta y el bigote. Ha echado barriga, lleva audífono y anda arrastrando los pies y con titubeos...”, dice en el segundo párrafo del perfil, que produjo reacciones inmediatas en la justicia de Chile.La historia del dictador chileno no es una más: está ligada a sus más íntimos recuerdos. Esta semana, frente a un auditorio adolescente de la Universidad de Antioquia recordó un momento que fue definitivo en su decisión de ser periodista.Entonces tenía quince años. Iba de paseo en un carro junto a su padre, un oficial del servicio extranjero diplomático, y su madre, una escritora. En la radio reportaron la noticia del triunfo del primer socialista. Recuerda que su madre estaba emocionada. Tres años después, cuando derrocaron a Allende y llegó Pinochet, estaba conmocionada.La escritora y el oficial de servicio con ganas de devorar el mundo fueron quizás el punto de partida en la carrera de Jon. Sin embargo, el reportero confiesa que el perfil que más disfrutó hacer fue el de Gabriel García Márquez. “Lo hice con mucho placer porque Gabo era un hombre apasionante, era un buen tipo, no un dictador y te lo digo con candor porque me caía muy bien. Es el único perfil donde realmente he tenido que resistir mi propia admiración. Y sin embargo no le hice un violín, hay cosas ahí que quizás a él no le gustaron mucho”, cuenta.Su reto, además del nuevo libro que escribirá sobre Cuba, es el de perfilar nuevos líderes de América Latina, como Raúl Castro, Cristina Fernández de Kichner y Rafael Correa.“Así como a Gabo, siempre me ha fascinado el poder, debido a mi convencimiento de que todo gira alrededor de las acciones de individuos y de que un solo individuo puede cambiar el destino de una nación entera”, puntualiza.

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