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Obras de Enrique Grau se exponen en Cali

La exposición del artista cartagenero, que se podrá apreciar hasta enero en el Club de Ejecutivos, hace parte de las estrategias de la Fundación Enrique Grau Araújo para divulgar su obra. Habla Monika Hartmann, su directora.

30 de noviembre de 2014 Por: Redacción de GACETA

La exposición del artista cartagenero, que se podrá apreciar hasta enero en el Club de Ejecutivos, hace parte de las estrategias de la Fundación Enrique Grau Araújo para divulgar su obra. Habla Monika Hartmann, su directora.

Pocas visitas han sorprendido tanto a Monika Hartmann, directora de la Fundación Grau en Bogotá, como aquella que recibió una mañana soleada, justo en la casa que durante años habitara el artista cartagenero Enrique Grau. Fue Siervo de Dios, uno de los empleados, quien le advirtió de la presencia inverosímil. “Jefe, es la Rita. ¡La Rita de Grau!”, le exclamó luego de abrir la puerta de la casa ubicada en el número 7-48 de la calle 94, un exclusivo sector de la capital.Siervo de Dios, quien había trabajado con el maestro, reconoció de inmediato a quien inspirara esas coquetas y sensuales mujeres rollizas que durante años inundaron la obra del pintor. Efectivamente, se trataba de Cristina Von Linderberg, que había posado frente al caballete en sus años de juventud. Y ahora estaba allí, a las puertas del hoy convertido en museo y centro cultural, para recordar no solo al artista sino al ser humano festivo, generoso y cordial que ella recordaba. Monika, quien dirige la Fundación desde febrero de 2007, no dudó en hacerle el recorrido por la casa remodelada -hoy Patrimonio de la Nación-, sino que la indagó de manera exhaustiva sobre su relación con el pintor. Esa historia es justamente una de las que se leerán en el libro ‘Grau inédito’ que se publicará en diciembre como parte de la conmemoración de los diez años del fallecimiento de artista. “Se me metió en la cabeza que teníamos que recopilar diversas historias de la vida y obra del maestro, sobre todo de la vida, y quién mejor para contar una de ellas que la mujer que había sido su modelo e inspiración de la famosa Rita”, explica Hartmann. El libro también incluye testimonios de familiares y amigos cercanos del pintor, entre ellos Belisario Betancur y Armando Villegas, fallecido recientemente. Y es que desde que esta ex diplomática boliviana, radicada en Colombia hace más de veinte años, asumió la dirección de la Fundación, su vida ha girado en torno al artista las 24 horas del día, no por una obligación sino porque el maestro -del que años atrás poco conocía- se le convirtió en una obsesión. “Cuando Aurelio Martínez Canabal, ya fallecido, me llamó en 2006 para que liderada este proyecto, no imaginé que le llegaría a tener tanto cariño a un artista que escasamente saludé alguna vez. Pero así fue. No solo he aprendido muchísimo de su trabajo sino que lo admiro enormemente y todos los días me estoy inventando cosas nuevas para que la gente conozca quién fue y recuerde su obra”. Esa obsesión por difundir su legado, que a su vez es el mandato de la Fundación que dirige, es la misma que la trajo a Cali para presentar, en el Club de Ejecutivos, buena parte de la colección seriada de Grau, que estará expuesta hasta el mes de enero. Se trata de una colección privada de su obra gráfica que va desde 1942 hasta el 2002, dos años antes de su muerte. En total son 58 piezas. “Aquí van a ver trazos cubistas, trazos dramáticos y, claro, la belleza de todas sus Ritas, esas mujeres adornadas con plumas y sombreros que lo siguen a uno con la mirada, llenas de brillo y profundidad”, explica Hartmann. También hay piezas escultóricas, como las María Mulatas. En ese campo, una novedad son las piezas intervenidas por otros artistas con las que la Fundación busca recaudar fondos para sostener la casa y en ella las actividades culturas que allí se desarrollan. “Se me ocurrió la idea de invitar a varios artistas a que reinterpretaran su obra. Entonces hicieron estas Ritas en lámina de hierro, que están a la venta”, cuenta.Es que mantener la Fundación no ha sido fácil. Hoy, cuando recuerda cómo recibió la casa en 2006, se sorprende de lo que ha logrado en tan pocos años. “La casa se estaba cayendo. Y cuando empecé a abrir cajas y cajas de cosas, solo encontré el deterioro de los años y muchas cuentas sin pagar. Gracias a las dos anteriores ministras, Elvira Cuervo y Paula Marcela Álvarez, conseguimos los recursos del Ministerio de Cultura para reconstruirla y convertirla no solo en museo sino en centro cultural”. Quien se dé una pasada por ella, podrá ver el dormitorio del maestro, con sus muebles de los años 50, su decoración y sus cuadros; el cuarto de huéspedes; la biblioteca. “Él era un coleccionista increíble, hay arte religioso, hay precolombinos, arte popular caribeño”, dice. Esa es la parte museográfica.Pero es allí, también, donde Hartmann intenta realizar una programación continua de eventos culturales, que van desde exposiciones de artistas jóvenes invitados, hasta conciertos de piano, ópera, proyección de cine y charlas culturales, como la que hubo hace poco sobre la obra de Gabriel García Márquez. “Cuando el maestro creó en 1996 la Fundación para preservar su obra, él tenía en mente un museo vivo y eso es lo que tratamos de hacer”. Tan vivo es que su obra viaja por toda Colombia donde Hartmann encuentre eco. Es el caso de Cali, pero también de diversas instituciones en ciudades como Armenia, Pereira, Barranquilla y Medellín. No solo eso. También se creó el Premio Grau a las Artes, cuya primera versión se realizó el pasado 19 de noviembre. Otra de las curiosidades de este museo es haber ‘creado’ un Café Grau. “Eso fue porque enamoré de la idea a un cafetero del Quindío, y logramos sacar el café Grau, tipo exportación, con dos imágenes de su obra bellísima que es ‘La bella Lola’, para el suave, y ‘El malabarista’, para el intenso. Es una buena forma de apoyar esta causa del maestro a la que vez que disfrutamos de un muy buen café”. Desde el Club de Ejecutivos, en Cali, Monika Hartmann recuerda que años antes de asumir la dirección de la Fundación, ella solía caminar frente a esa casa, todas las mañanas. “Me preguntaba de quién sería esa casa tan fea y abandonada, de muros grises, que parecía un búnker, habitada por unos mastines que ladraban furiosos al pasar. Nunca imaginé que sería yo la llamada a convertirla en lo que es hoy. Pero ahí está, llena de vida, de luz y color, para que todos los colombianos se acerquen a ella”.

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