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El secreto detrás del gran libro de la Felicidad de la caleña Lina Martínez
El gran libro de la felicidad ¿Por qué ser feliz es el motor de la sociedad de hoy? ¿Qué explica que el dinero no es garantía de felicidad? ¿Qué debe hacer el Alcalde por el bienestar? Lina Martínez, doctora en ciencias políticas, lo respondió en su primer libro.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
Lina Martínez, doctora en ciencias políticas, es la directora del Observatorio de Políticas Públicas, Polis, de la Universidad Icesi de Cali. Fue allí, en la U, donde ella se empezó a interesar en estudiar la felicidad, no desde la autoayuda, que ofrece promesas falsas, sino desde la ciencia.
Todo comenzó en 2010, cuando había una tendencia en el mundo: estudiar de qué manera lo que hacen los gobiernos mejora el bienestar de las personas. Mientras Lina lo entendía, llegó la pandemia del covid, y con ella las alarmantes cifras de problemas de salud mental en la población. Entre los más afectados estaban los jóvenes, sus estudiantes. “Se sentían al borde de un precipicio”.
Lina decidió hacer algo: inició una clase a la que llamó Felicidad y Bienestar. Lo que investigó y escribió para dictar sus clases y darles una luz a sus alumnos fue tan voluminoso, que aquello ahora está en forma de libro. Se llama Felicidad. ¿Cómo entenderla? ¿Por qué la queremos? Y sobre todo: ¿es posible alcanzarla?
El libro plantea que la búsqueda de la felicidad es el motor de la vida moderna, cuando antes eran otras las prioridades. ¿Cuándo sucedió ello?
Es muy difícil poner esa transformación en una fecha, ponerle el 1 de enero de tal año. Más bien ha sido un proceso que ha surgido de muchas transformaciones. Estamos en una época donde a la gente le importa mucho más las emociones, más que en cualquier otro momento de la vida.
Y eso se ve en la crianza, hoy los padres son muy sensibles a las emociones de sus hijos. En mi caso me tocó una época de crianza donde las emociones eran una conversación que ni siquiera mi mamá hubiera tenido herramientas para abordarla. A mí me tocó una crianza muy basada en suplir necesidades básicas, en que no me faltara la comida, el estudio. Pero el aspecto de mi desarrollo emocional nunca estuvo presente. Hoy sí ocurre.
¿Qué sucedió para que se prioricen las emociones?
Estamos en una sociedad donde se han resuelto condiciones apremiantes en la humanidad. No quiero decir que no exista la pobreza, pero en términos agregados, estamos en la mejor época posible. Hay menos hambrunas que en otras épocas, más desarrollo económico. Las generaciones han logrado avances socioeconómicos muy significativos, hoy tenemos más acceso a bienes y servicios a los que teníamos hace unos años. Cuando se alcanza cierto nivel de bienestar lo que sigue es la búsqueda de la felicidad.
Lo que explica que hoy la felicidad sea el motor de la sociedad es una combinación de problemas resueltos, mayor abundancia, mayores avances en la ciencia, hoy la información esta cada vez más al alcance de la vida cotidiana.
¿Qué impacto tuvo la pandemia en la felicidad?
La pandemia nos puso en un estado de situaciones emocionales muy complejas. Eso permitió tener una conversación mucho más abierta sobre los problemas de salud mental, que se mantiene hasta hoy. Incluso antes de la pandemia, se había presentado un incremento de los problemas de salud mental entre las poblaciones más jóvenes. Después de la pandemia esto fue un cataclismo estadístico. La pandemia fue un problema suficientemente agudo, complejo y sostenido como para tener efectos de largo plazo en la salud mental.
Hay una frase del libro que llama la atención: “la causa del sufrimiento es el deseo”. ¿Cómo entenderlo?
De hecho eso hace parte de mi filosofía personal, y es algo en lo que enfatizo con los estudiantes. Cuando uno desea algo, de alguna manera, termina generando unas imágenes muy fijas de cómo quisiera que fuera la manifestación de ese deseo. Por ejemplo, las relaciones afectivas. Cuando empiezan, hay un montón de expectativas sobre ese individuo, uno quiere que se comporte de determinada manera, llame a tal hora, diga tal cosa, y esas expectativas terminan convirtiéndose en resentimiento porque no se cumplen, expectativas que solo estaban en la cabeza de uno. En otros aspectos de la vida uno termina generándose expectativas como esas, el trabajo, el salario, y uno es capaz de precisar detalles muy finos sobre eso. Lo hablamos con mis estudiantes, yo enseño en semestres altos, están a punto de salir a buscar sus trabajos, y ellos quieren que el trabajo sea en cierto lugar y que ganen cierta plata, y la vida no pasa así. Y eso sí causa infelicidad. Uno desea que algo pase de alguna manera y en el momento en que no pase, uno es muy infeliz, por eso es tan importante cuidar los estados mentales y las expectativas.
Las redes sociales generan frustración, en especial entre los jóvenes…
En el libro hay un espacio dedicado a las redes sociales. Son la caja de resonancia de la materialización de la felicidad. Y son una comparación inconsciente constante. Cuando uno entra a redes sociales, constantemente se está comparando con lo que ve, en atributos de la gente, el más lindo, el que tiene mejores experiencias, el más rico. Es lo primero que hacen las redes sociales, generar comparaciones constantes y comparaciones hacia arriba.
Lo otro es que en redes solo se ven los aspectos más positivos de la vida. Uno no ve allí la cotidianidad de la gente, o mejor, la redes tienen la posibilidad de convertir la cotidianidad en aspectos estéticos. Una foto de un almuerzo con un par de filtros en Instagram se ve más glamurosa que el almuerzo que uno se va a comer. Pero no encuentras a nadie haciendo la cola en un banco para refinanciar un crédito hipotecario, por ejemplo. Y esa es la vida. Pero nadie la postea.
Muchos son rehenes del like, lo necesitan para sentirse bien...
A todos nos pasa. Pones una foto en Facebook, en Instagram, y le empiezan a dar like, y tú te dedicas a entrar más para ver cómo se está moviendo tu post y eso es un vicio. El cerebro pide eso. Cualquier interacción que se considere positiva, genera una carga positiva en el cerebro como si te estuvieras comiendo un chocolate o si estuvieras ganando en un casino. Es la novedad, sentirse importante, y eso se vuelve altamente adictivo dentro de las personas que tienen ese tipo de interacciones.
¿Qué pueden hacer los gobiernos por la felicidad de la población?
Hoy los gobiernos están mucho más interesados en el bienestar de la población que lo que estaban hace 20 años. Uno de los avances más importantes en esta disciplina es que desde 2010 se hacen mediciones de bienestar en los países. Y en políticas públicas lo que no se mide no se interviene. Por esa presión gubernamental por estar midiendo el bienestar de la población, hoy tenemos gobiernos que se interesan más en el tema. Ese es el caso de Colombia. Hay países donde la felicidad es la conversación central. Los países escandinavos que se mantienen en el podio de los países más felices del mundo, tienen una agenda publica muy orientada al bienestar. En Dinamarca los niveles de pobreza e inseguridad son bajísimos. ¿Después de resolver eso qué más te queda? La felicidad.
En América Latina, en cambio, el bienestar de la población se cuela en agendas muy particulares de gobierno. El que ha tenido el discurso más específico fue Peñalosa en Bogotá, que tuvo una resonancia nacional cuando hablaba de los parques y mejorar los tiempos de desplazamientos y llegada a la casa de la familia. O las intervenciones urbanas en Medellín para intentar conectar espacios segregados, ahí se ven materializadas políticas enfocadas en el bienestar de la población, más allá de la reducción de pobreza.
¿Qué puede hacer el alcalde Cali en ese sentido?
Después de mostrarle las estadísticas que tenemos, me enfocaría en dos cosas. Una, el aspecto tan negativo que tiene la percepción de inequidad en la felicidad individual. Vivimos en una sociedad muy inequitativa y la gente lo percibe. Cuando uno estudia la inequidad, se da cuenta que hay correlaciones más altas entre la inequidad y el crimen que la pobreza y el crimen. Entre los aspectos más importantes en la felicidad, y es un análisis que hemos hecho en Cali, particularmente en los estratos más bajos, es la satisfacción con el ingreso. Es fundamental para la felicidad sentirse bien pagado y hay equidad en el dinero que se tiene. Así una persona se gane un millón de pesos, hay una diferencia enorme si quien lo recibe siente que ese dinero se paga de manera justa y que se siente retribuido de forma correcta. Es más importante esa percepción con el ingreso, que las medidas objetivas.
El segundo factor muy importante para la felicidad de los caleños es la salud mental y en esta ciudad estamos expuestos a crímenes, inseguridad, malas noticias, y la experiencia emocional con tantos factores negativos afecta la salud mental de la gente y disminuye la felicidad. Otro aspecto importante son los bajos niveles de confianza que tenemos en Cali. La gente que desconfía de sus instituciones tiene menor satisfacción con la vida.
Usted plantea que la felicidad depende de los buenos estados mentales. ¿Cómo explicarlo?
El optimismo no es que tú estés bien siempre, este aparece cuando estás en la mala y crees que vas a estar bien. Los estados mentales en muy buena medida es aprender a hacer las paces con que no todo está bajo nuestro control y las cosas avanzan al ritmo que van a ser. Y el agradecimiento es clave. Cuando uno aprende a ser agradecido, aprende a ver las cosas desde otro ángulo. En muy buena medida, la felicidad radica en querer conseguir lo que no se tiene, una mejor casa o carro, pero cuando lo pones en un punto de vista de agradecimiento, de agradecer en el punto donde estás, ese apartamento pequeño en el que vives y que compraste con esfuerzo, el estado mental cambia. Uno puede elegir el ángulo desde donde ve las cosas y tener un estado mental adecuado.
¿Qué decirle a quien lo tiene todo y no es feliz?
Si algo se ha demostrado es que tenerlo todo, desde lo material, no garantiza la felicidad. El dinero, por supuesto, importa. E importa mucho cuando no se tiene. Para alguien que se gana un mínimo, un peso más es muy importante para su felicidad porque le permite tomar otras elecciones. Pero hay un punto en el que la persona no está pensando en dinero, los recursos que tiene le permiten vivir sin pensar en la factura al final de mes, en ese caso el dinero ya no hace mucho por tu felicidad. Asociar la felicidad con el dinero es peligroso.
Muy importante para la felicidad son los buenos estados mentales, no importa el dinero que se tenga, y las buenas relaciones afectivas con tu pareja, los hermanos, los sobrinos, los amigos. La gente en Cali que vive en los estratos socioeconómicos más bajos pero tiene buenas relaciones afectivas, en promedio, es más feliz. Algo que sucede cuando se tiene más dinero es que hay menos tiempo para dedicarte a tus relaciones afectivas. Es paradójico. Lo vemos en Estados Unidos. Aunque si hay algo bueno que puedes hacer con el dinero es justo comprar tiempo y compartir con la familia. En ese caso el dinero vuelve a ser muy interesante para ser feliz.
Otras ideas del libro
Agradecer
Es un hábito que ayuda a alcanzar la felicidad.
“Cuando se agradece de manera consciente y frecuente, las percepciones cambian y el mundo empieza a verse de una forma distinta”, explica Lina Martínez.
Optimismo
Ser optimista es también un hábito que ayuda a ser feliz. El optimismo, se lee en el libro de Lina Martínez, no es una posición positiva cuando las cosas están bien. “El verdadero optimismo surge cuando se espera lo mejor y se buscan alternativas, aun en medio de circunstancias adversas”.
Relaciones sociales
Tener relaciones afectivas no es garantía para ser feliz, comenta Lina Martínez. Sin embargo, la felicidad no llega en ausencia de relaciones afectivas sólidas. Las personas con buenas relaciones afectivas son más felices que las personas que tienen dificultades para mantener y cultivar las relaciones interpersonales.