FÚTBOL
Pelota sucia: la silenciosa trata de futbolistas en Latinoamérica
Cientos de jóvenes, la gran mayoría colombianos, han sido víctimas de la estafa de falsos empresarios que les prometen un lugar en el olimpo del balompié y terminan abandonándolos en otros países, sin destino ni dinero. Este reportaje registró 217 casos de un sistema que se extiende por Centro y Suramérica y llega hasta Europa y Asia.
Desde México hasta Argentina, en humildes e improvisadas escuelas de formación deportiva, se juegan a diario no solo las ilusiones de millones de niños y adolescentes que sueñan con alcanzar la fama en el fútbol, sino la esperanza de sus padres de gambetear a través de ellos la pobreza. Son lugares olvidados por la dicha del progreso, en donde la única salvación parece estar en la aparición de un “representante” con una oferta económica para llevarse a los jóvenes y hacerlos debutar en los principales clubes del sur del continente y de Europa, como lo hicieron en su momento con el argentino Lionel Messi o el colombiano James Rodríguez. Esa figura del futbolista que sale de las barriadas para luego convertirse en estrella internacional, dejando atrás miserias y prohibiciones, es el escenario ideal por el que muchas familias están dispuestas a entregarlo todo. Pero en estas vidas llenas de postergaciones los sueños casi nunca se cumplen. Y a veces se transforman en pesadilla. Así les ha ocurrido a cientos de futbolistas aficionados y sus familias, engañados por personajes del “otro fútbol” a través de un esquema tan simple como efectivo: la estafa llevando a los futbolistas a diferentes países de Suramérica, así como de Centroamérica, Europa o Asia y dejarlos a la deriva. En ‘off side’. En este reportaje, realizado por el diario El País de Cali (Colombia), La Nación (Paraguay), Opinión (Bolivia) y Connectas, se han registrado 217 casos de deportistas, en su mayoría colombianos, que lejos de consagrarse en el fútbol internacional, terminaron siendo víctimas de un mercado ilegal que incluye desde estafa y trata de personas hasta explotación sexual. A esa cifra se llegó tras solicitar información a las autoridades judiciales en Colombia, Paraguay y Bolivia, y cruzarla con las denuncias de algunas de las víctimas e informes de prensa en varios medios del continente. Número que refleja la magnitud de un delito silencioso que bien podría llamarse ‘trata de futbolistas’, aunque esa figura no existe en el código penal de ningún país. Aunque no se trata del accionar delictivo de una estructura criminal organizada, cada una de las personas que integra la nómina de 19 falsos cazatalentos identificados para este reportaje, se ciñe al mismo patrón de falsedad para lograr su propósito: engañan a familias de escasos recursos, a las que les venden la ilusión de llevar a sus hijos a probar en segunda o tercera división de otro país, les piden una suma baja de dinero para iniciar trámites y luego, con la ilusión madura, les exigen desde 600 hasta 10.000 dólares por llevarlos, sin obstáculos, a la “fama”. Con cartas de equipos adulteradas, firmas de directivos falsificadas y sueños ajustados a la ilusión de cada víctima, las familias hipotecan sus viviendas, venden sus pertenencias, realizan todo tipo de actividades o acceden a créditos informales como el ‘gota a gota’ con tal de no dejar pasar la oportunidad. Una maratónica carrera por anotarse un autogol en la vida.
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La esperanza
En los municipios de la costa Pacífica colombiana, asfixiados por la pobreza, los cultivos de uso ilícito y el conflicto armado, los sueños se persiguen corriendo en potreros o en las orillas de la playa con los pies desnudos y tras pelotas malgastadas de plástico, trapo y papel. De esta región, considerada por el Banco de la República como la más pobre del país, salieron varias de las figuras de la Selección Colombia y los equipos del fútbol profesional. El balompié se convirtió casi en la única opción legal que tienen sus niños y jóvenes de piel achocolatada de alcanzar una vida digna. Eso lo sabe al menos una veintena de falsos empresarios identificados durante este reportaje, quienes les enseñaron a estas familias que es falsa la premisa de que ‘soñar no cuesta nada’. Sí cuesta, y bastante.
Corría el mes de octubre del 2019 cuando apareció en la casa de Jefferson y otros jóvenes de entre 15 y 21 años, en un sector popular del municipio de Quibdó, el empresario argentino Édgar Humberto Ozuna, quien se presentó como presidente del Club Deportivo Thomas Bata de Quillacollo (Cochabamba), un equipo de segunda división del fútbol de Bolivia, con cartas en blanco para llevar jóvenes promesas a probar a esa liga. Consciente de que al futuro en ocasiones es necesario darle un impulso, el tío de Jefferson, un humilde pescador, accedió a un préstamo informal conocido como ‘gota a gota’, un crédito que organizaciones criminales entregan sin estudio previo y donde la deuda se paga hasta con la vida. Tres semanas más tarde la esperanza de toda una familia aterrizó en El Alto y luego en Cochabamba, Bolivia, a la espera de que el joven empezara a romper las redes con sus goles y a espantar la pobreza con su salario. Pero los reflectores de ningún estadio se encendieron para su debut. Jefferson fue abandonado por el empresario en un hotel junto a otros ocho jóvenes y luego se infectó de la Covid. Hoy vive en Cochabamba de la caridad de la gente. Su familia en Colombia, ahora más pobre, endeudada y con preocupaciones, busca un boleto que lo traiga de regreso y lo saque de esa pesadilla en la que terminó, lejos de su hogar.
En ese trasegar de sueños de papel, la historia de Jefferson se repite de a decenas entre jóvenes colombianos que cayeron en la misma trampa y ahora sobreviven en el extranjero limpiando los parabrisas de los carros en los semáforos o como vendedores informales en las calles. Muchos llegaron a Argentina, Paraguay, Bolivia, Uruguay, Centroamérica o Europa pagando el doble de lo que cuesta un vuelo en clase ejecutiva para ir rumbo al abandono en clase económica. Para otros su ilusión ni siquiera tomó pista porque se quedaron en sus viviendas con las maletas y sueños empacados, esperando el cazatalentos que no los llevó siquiera a conocer la sala de espera de un aeropuerto.
Así lo hizo Carlos Velásquez, un falso delegado deportivo venezolano que llegó a mediados del 2018 al oriente de Cali a profanar el campo sagrado del fútbol en el barrio 12 de octubre. La misma cancha que vio alzar vuelo al ‘Palomo’ Alveiro Usuriaga y consagrarse luego en España y Argentina, fue el camposanto en el que quedaron sepultados los anhelos de catorce jóvenes de ir a reforzar la liga profesional de Venezuela.
La promesa
Son las 7 de mañana en este sector del oriente de Cali y mientras Yúver* amarra de nuevo sus botines, con los bolsillos vacíos y a la espera de una segunda oportunidad, recuerda que su madre, una empleada doméstica, logró con esfuerzo y debiéndole a cada santo una vela juntar los 700 dólares para el viaje que el joven nunca realizó. Con el crujir de un sueño roto quedó también postergada la probabilidad de que su madre algún día no tenga que levantarse a lavar ropa ajena. “Es doloroso que haya gente que juegue de esa forma con las ilusiones de personas humildes que solo buscan salir adelante y ofrecerle una mejor vida a su familia”, dice. Colombia es el tercer país de América que más futbolistas exportó en 2020 y el quinto a nivel mundial, según un informe del sitio especializado Big Data Sports. Y es donde se origina mayormente este mercado ilegal. Pero hay una realidad, tan desoladora como perder un campeonato en el último segundo, que tal vez lo explica. A diferencia de Brasil (con cuatro divisiones y 128 equipos), Argentina (con cinco divisiones y 107 equipos), Paraguay (con cuatro divisiones y 62 equipos) o Bolivia (con 3 divisiones y 60 equipos), en Colombia solo hay 2 divisiones y 36 clubes avalados con cupo para apenas 30 deportistas cada uno. Es decir, solo hay espacio en el fútbol profesional para 1.080 jugadores, cuando decenas de miles de jóvenes sueñan con saltar al gramado del estadio. Por eso la tentación de depositar el sueño en cualquier mano ajena será siempre una alternativa. “En Colombia es muy fácil abusar de las expectativas de la gente”, cuenta Carlos González Puché, presidente de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) “porque los papás están dispuestos a pagar y a hacer lo que esté a su alcance, en todos los niveles sociales, por ver triunfar a sus hijos”. Todos, asegura González Puché, “creen que tienen a Maradona en su casa. Y terminan proyectando estos chicos a la miseria porque dejan de lado el estudio y ponen el fútbol como única alternativa”.
Nadie sabe cuándo ni cómo, pero Javier Alexánder Neira Hincapié pasó en el año 2012 de ser un conductor de buses de servicio público de la empresa Cootransniza, en Bogotá, a convertirse en 2013 en agente FIFA y empresario de jugadores para llevar al Atlético de Madrid (España) y al FK Karpaty (Croacia). Una decena de denuncias que rezan en su contra en la Fiscalía colombiana señalan que clonó documentos del Junior de Barranquilla y con ellos realizó falsas contrataciones de directores técnicos y jugadores de Argentina y España que supuestamente traería al equipo profesional, hasta que fue descubierto en el 2014. Meses después reapareció en Bogotá en un centro de entrenamiento, con lentes oscuros, traje de señor y un renovado repertorio dispuesto a llevar a Jorge Luis Lara, un jugador habilidoso que había estado por Centroamérica, para el fútbol de China. Por la documentación y el precontrato exigió 8.000 dólares y la promesa de que el representante del jugador recibiría 100.000 dólares. Un par de semanas después, con cartas falsas, envió al jugador a presentarse a la Embajada de China, pero le negaron la visa. Pidió entonces el dinero para buscar una alternativa para sacar al jugador del país y sus víctimas aún lo están esperando, junto a otros diez muchachos que llevaría para el Atlético de Madrid a cambio de 1.500 dólares por jugador.
De acuerdo con las cifras de la Federación Colombiana de Fútbol, en este país tenían registrados al cierre del 2020 a 77 intermediarios oficialmente inscritos para realizar transacciones con deportistas. Ninguno de los estafadores figura en él. Para Iván René Alfaro, un joven cartagenero de 22 años, los halagos como jugador habilidoso no eran asunto nuevo. Dueño de una zancada larga, figura atlética y potente remate, era un hecho su llegada al fútbol colombiano en cuestión de días. Sin embargo, fue visto primero por un cazatalentos para equipos en Panamá y México. En plena pandemia, en el mes de julio, Jorge Andrés Ruiz Atehortúa, deslumbrado por el talento del jugador cartagenero, inició un proyecto en el que contrató a Luis Matos y a Francisco Rodríguez como coordinadores. Rentó una cancha y una casa-hogar para tener allí a los jugadores de mejores condiciones. Y empezó a tramitar contratos para el equipo Nicolás Romero y Atlético San Pacho, de México, y el equipo J&J de Panamá. Con los contratos en la mano, los padres debían cancelar entre 700 y 1.000 dólares por los trámites antes de viajar al país asignado. Alfaro, acostumbrado a burlar marcas, no pudo esta vez driblar sobre el empresario que tenía enfrente. “En mi desespero por salir adelante, hablé con mis papás y mi familia y entre todos empezamos a juntar ese dinero. Mi papá estaba desempleado y aun así conseguimos parte del dinero con un préstamos al 20 por ciento% de interés y vendí algunas de mis cosas y de atrevido les pedí dinero a algunos amigos”, cuenta Alfaro mientras resopla bajo el sol canicular de Cartagena a las 3 de la tarde. Por supuesto, todo fue un fraude. Ruiz no era más que un habilidoso falsificador de documentos que no representaba a nadie. En México jamás han sabido de él y en Panamá, el equipo J&J al que iba a llevar jugadores, resultó ser un conjunto de barrio que no compite en ningún lugar. “El tipo se les llevó a los muchachos de la ciudad y de otras regiones del país entre 18.000 y 20.000 dólares. En noviembre les aseguró además a tres jugadores del César que los llevaría a jugar a Belice, pero todo fue mentiras y yo mismo presenté las denuncias a la Fiscalía”, cuenta Hugo Alfaro Cantillo, quien ha sido el preparador de varios jugadores de la costa Atlántica colombiana que hoy militan en el profesionalismo como Roger Martínez y Cristian Marrugo.
La estafa
Los mundiales de Brasil 2014 y Rusia 2018 marcaron un nuevo derrotero para los piratas de sueños en Colombia. En ambas selecciones aparecieron jugadores como Carlos Sánchez, Jeison Murillo, Éder Álvarez Balanta, Mateus Uribe y Álvaro Montero, quienes nunca jugaron profesionalmente en el país y tuvieron su oportunidad a través de equipos de tercera y cuarta categoría de Uruguay, Argentina, Brasil o España. Eso motivó a muchos futbolistas aficionados a querer ir a buscar su sueño en otras ligas en Centro, Sudamérica y Europa. Y les dio un nuevo aire a esos falsos promotores que salieron a la caza de incautos y soñadores, aprovechando el éxito de la Selección Colombia, para pintarles el mundo que siempre han querido ver.
Es mediodía en el corregimiento cartagenero de Pasacaballos, a 45 minutos de la ciudad amurallada, y en la calle Arroyito vive la familia Pérez Santoyo. Si alguien sabe de sueños rotos y sacrificios, son ellos y sus mascotas. Cuando Yeison, el menor de los hijos, apenas empezaba a correr como alma salvaje tras una pelota, debieron vender el ‘tumbayegua’, un pájaro apetecido y de exquisito trinar que equivale en esta región del país a tener un billete de cien dólares en una jaula. Con ese dinero lo enviaron a Cali para probarse en un equipo del mundialista Faustino Asprilla, pero la ambición de un entrenador apagó la posibilidad de su fichaje. Convencidos de su habilidad, y pese a su pobreza, se endeudaron para enviar a Yeison a la escuela de nuevos talentos del Barcelona de España. Pero a finales del 2019 fue la Covid-19 la encargada de cerrarle la puerta y cortarle la luz al sueño. Obligado a volver a Colombia, envió antes videos suyos a diferentes equipos en Europa y Asia.
La respuesta soñada llegó antes de lo esperado, cuando (supuestamente) el Al-Wasl Football Club de Dubai se interesó en él y le puso en su correo un precontrato para integrar al plantel profesional. “Me pareció que la respuesta había sido muy rápida, pero por las ganas que tenía de cumplir mis metas no le di importancia a ese detalle”, dice el volante de 21 años, sabiendo que era el club que dirigió Diego Armando Maradona en su paso por los Emiratos Árabes. Ante la supuesta premura, era necesario que el jugador costeara los gastos —-cerca de 2.000 dólares—- que debía consignar al representante del equipo y que le serían devueltos a su llegada a Dubai. “Mis papás hipotecaron la casa y se endeudaron con los bancos para conseguir ese dinero; después nos dimos cuenta que nos habían estafado”. Tan pronto consignó el dinero, le apagaron los teléfonos y no volvió a saber de su ‘promotor’.
No obstante, dice Eunice Santoya, madre de Yeison, “vamos a seguir insistiendo en su anhelo de llegar al fútbol, porque su sueño pasa a convertirse en una prioridad para nosotros”. Pese a los traspiés que ha sufrido, Yeison es un afortunado. Muchos como él no llegaron a romper las redes adversarias sino que fueron ellos los que terminaron envueltos en redes, pero de prostitución y trata de personas con fines criminales. Así lo consigna una noticia de junio de 2020 que publicó el portal Infobae. Siete futbolistas procedentes de Colombia fueron rescatados durante un operativo por la Guardia Civil Española mientras eran explotados sexualmente en Prados del Rey (Cádiz). Información oficial aseguró que la organización criminal reclutaba a jóvenes en Colombia y Argentina con el ofrecimiento de contratos de fútbol en ligas inferiores que les permitiría remediar los problemas económicos por los que pasaban ellos y sus familias. Pero al llegar a España eran recogidos en el aeropuerto y les retenían la documentación para mantenerlos bajo control. Los jóvenes vivían hacinados en una habitación, solo podían relacionarse entre ellos y eran forzados a mantener relaciones sexuales durante su cautiverio, todo bajo el control de tres españoles que fueron capturados por los delitos de trata de personas con fines de explotación sexual y prostitución lucrativa.
El abandono
“Juegan a la lotería con el futuro de los chicos”, dice Rogelio Delgado, presidente de la Asociación de Futbolistas del Paraguay (AFP), quien conoce el caso de Ozuna y otros falsos empresarios por las constantes denuncias que llegan hasta su oficina. Delgado recuerda la historia de siete futbolistas paraguayos que terminaron a la deriva en Indonesia, engañados por un supuesto representante que les había sacado plata a las familias de estos jóvenes para poder “ficharlos” en clubes de la liga de aquel país asiático.
Con respecto a Edgar Humberto Ozuna, que no es argentino sino un colombiano con acento rioplatense actuado, tiene un largo palmarés judicial en el sórdido mundo de la trata de futbolistas. Pese a tener cuatro investigaciones pendientes en Colombia desde el 2012, cinco procesos penales en Paraguay y una veintena de denuncias en Bolivia, vio la tarjeta roja recién en esta pandemia, cuando fue detenido por estafa en Cochabamba. La denuncia había sido instaurada por las propietarias de un hostal donde albergaba a los muchachos y luego huía sin cancelar el servicio. En Paraguay, el nombre de Ozuna Sánchez pasó casi desapercibido para las autoridades fiscales a pesar de sus causas judiciales abiertas. Entre ellas una que lo relaciona con el delito de trata de personas, por la que tiene orden de captura y que estuvo a cargo de la hoy ministra de la Niñez y Adolescencia Teresa Martínez. La causa derivó de una investigación fiscal policial en la que se descubrió un esquema de arribo de jóvenes colombianos a Paraguay —-incluso menores de edad—- que llegaban con un supuesto contrato de trabajo para desempeñarse como futbolistas en equipos profesionales. Registros de los investigadores sostienen que, entre junio y agosto de 2017, Ozuna ingresó al Paraguay a cerca de 20 jóvenes colombianos, varios de ellos menores de 18 años, con la promesa de que jugarían en equipos de fútbol. Los llevaba a practicar en cualquier canchita de barrio hasta que desaparecía. El 16 de diciembre de 2017, Ozuna fue detenido por la Policía paraguaya cuando intentaba cruzar un retén hacia Bolivia. Intentó engañar a las autoridades usando un documento falso. Pero tan sombrío como sus actuaciones es su estilo de vida. A través de sus redes sociales manifiesta un encanto por lo diabólico. “El diablo susurró en mi oído, ‘no eres lo suficientemente fuerte para resistir la tormenta’. Hoy le susurré al diablo en el oído: ‘yo soy la tormenta’”. Esta sentencia aparece como foto de portada en la cuenta de Facebook ‘Ozuna Edd’, en la que también se ven ilustraciones eróticas de mujeres intimando con demonios.
Michael Narváez, uno de los jugadores colombianos que sigue deambulando por las calles de Bolivia tras ser engañado por Ozuna, recuerda que “tenía un tatuaje grande en la espalda que era de un círculo con estrellas, que es como un pacto con el diablo. Tenía otro que decía: ‘No me le arrodillo a Dios sino al Diablo’ y tenía tatuado un demonio en el pecho y lunas negras en los brazos”. En Bolivia, el primer registro de Ozuna aparece en un parte policial el 17 de abril de 2020, al día siguiente de que fuera denunciado por un grupo de nueve futbolistas colombianos —-entre ellos el ya citado Jefferson—- en la ciudad de Cochabamba. El caso tuvo trascendencia mediática en mayo cuando la mitad de los jugadores se infectaron con coronavirus. Finalmente, la Justicia de Cochabamba determinó la detención preventiva de Ozuna por estafa agravada. Pero no por timar y abandonar a los jóvenes futbolistas, sino porque no había pagado los servicios de dos alojamientos en donde mantuvo durante varias semanas a los chicos colombianos. Irónicamente, contagiarse de coronavirus fue lo “mejor” que pudo pasarles a los jugadores que Ozuna llevó a Bolivia bajo engaños. Eso permitió darle visibilidad a una historia que, de otra manera, habría pasado desapercibida. Los jugadores con coronavirus se curaron y, con la ayuda de un sacerdote, volvieron a sus lugares de origen en Colombia. No corrieron la misma suerte otros futbolistas que Ozuna había llevado antes a Bolivia. Es el caso de Daniks Cuero, de 23 años y natural de Buenaventura, quien se quedó en Bolivia en medio de la pandemia, ganándose la vida en un asadero de pollo, vendiendo gaseosas en la calle y, en el último tiempo, limpiando parabrisas de autos en una rotonda de la ciudad de Santa Cruz. Lo poco que ahorra lo envía a Colombia para la manutención de su hijo de tres años. Por las tardes entrena en un club de tercera división, ya que no abandona el sueño de vivir del fútbol.
El final
Pese a ser un tema que involucra directamente los circuitos del negocio del balompié, desde la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) prefirieron no hablar sobre este sistema de estafa. Durante al menos dos meses, este equipo periodístico buscó sin respuesta alguna posición sobre el caso de la máxima autoridad regional del fútbol. Sí lo hicieron en Colombia desde la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, Asocolfutpro, donde informaron que pese a trabajar solo con jugadores profesionales, han ayudado a regresar al país a jóvenes que viajaron con engaños a Irán, a Malasia, a los países de la Cortina de Hierro y a Centroamérica, donde supuestamente se ganarían 1.000 o 1.500 dólares al mes, aunque finalmente terminaron viviendo en un cuarto compartido con hasta cinco personas y en condiciones infrahumanas. Una de las tantas maneras crudas y tristes con las que jóvenes del continente han debido entender que llegó el minuto 90, el final. Que se apagó el sueño del fútbol y que no tendrán contratos millonarios, ni autos lujosos, ni fama, ni mansiones. Que todo lo que verán en cámara lenta es la jugada que no fue, la red que no se infló y la hinchada que su nombre jamás coreó. Al cierre de este reportaje, a Yeison Pérez le ha llegado una nueva invitación. Esta vez para formar parte del Club Atlético Pantoja de República Dominicana, una muestra irrefutable de que mientras persistan los anhelos, habrá siempre Ozunas al acecho. El supuesto empresario es un argentino de nombre Nicolás Spur y la citación a pretemporada es una carta firmada sin nombre legible. Similar a la que recibió del Al Wasl Football Club de Dubai que dirigiera Maradona. El mismo crack argentino que en su despedida reconoció que cometió errores, que se equivocó y pagó, que el fútbol está exento de culpas o de delitos que se cometen en su nombre porque “la pelota no se mancha” y nada tiene que ver el deporte con toda esta legión de ‘sepultureros de sueños’ que va por las canchas haciendo gambetas con la pelota sucia.
Se llevaron los sueños y la plata de jóvenes futbolistas
Antes de ser argentino, graduado en deportes de la Universidad de Palermo y agente avalado por la Fifa, Édgar Humberto Ozuna era un colombiano que andaba por varias ciudades del país buscando una forma fácil de ganarse la vida. Dispuesto a todo por alcanzar ese mundo de comodidades con mínimo esfuerzo, fue capturado por la Policía Metropolitana de Bogotá el 12 de agosto del 2008 y puesto a disposición de la Fiscalía por el delito de tráfico, fabricación y porte de estupefacientes. Desde entonces su nombre no ha parado de digitarse en expedientes judiciales dentro y fuera del país. Tan evidente fue su fracaso en ese paso fugaz por el mundo de las drogas, que el 21 de marzo del 2010 fue denunciado por su expareja en la Casa de Justicia de Los Mártires por inasistencia alimentaria. Para entonces Ozuna, sin un peso en el bolsillo, tenía en marcha su Plan B: llevar futbolistas de varias ciudades del país a equipos del sur del continente. Se inventó contratos de representación de equipos argentinos, uruguayos, paraguayos y bolivianos; falsificó firmas; clonó papelería y logos de clubes de primera y segunda división; se vistió de traje y lentes oscuros, y salió a cobrar caro por sueños irrealizables. El 27 de octubre de 2014 se instauró en la ciudad de Pereira la primera denuncia contra el falso agente Fifa por el delito de estafa. De acuerdo con la información, engañó a varios padres de familia con la promesa de llevar a sus hijos a equipos como Boca Juniors, River Plate, San Lorenzo, Banfield e Independiente de Avellaneda. En más de una decena de ciudades de la costa Pacífica y el centro del país se hablaba de jugadores estafados por Leandro Ozuna, Jorge Sánchez o Édgar Sánchez, quienes en realidad eran el mismo Édgar Humberto Ozuna Sánchez, que huía con el dinero y las ilusiones de familias enteras.
Un paso más aberrante Con un ‘negocio’ vulgar, pero floreciente, Ozuna decidió dar un paso más adelante y se convirtió en argentino. La nueva modalidad, para la cual se pintó el cabello de rubio, se vistió de persona importante y disfrazó su acento bogotano con el tono musical de la pampa, era llevar a los muchachos a otros países, cobrar mucho más dinero y luego dejarlos abandonados en hostales. Así fue estructurando su largo palmarés judicial en el sórdido mundo de la trata de futbolistas. Registros de las autoridades judiciales en Paraguay aseguran que solo entre junio y agosto del 2017, Ozuna ingresó en ese país, donde tiene cinco investigaciones abiertas, a cerca de 20 jóvenes colombianos, varios de ellos menores de 18 años, con la promesa de que jugarían en equipos de fútbol. Una vez en suelo guaraní, los llevaba a practicar en cualquier cancha de barrio y los dejaba abandonados en hostales o en hoteles y luego desaparecía. El 16 de diciembre de 2017, Ozuna fue detenido por la Policía paraguaya cuando intentaba cruzar un retén hacia Bolivia. Intentó engañar a las autoridades usando un documento falso. Para entonces no existía aún la orden de captura emitida por la jueza Teresa Martínez, la hoy ministra paraguaya de la Niñez y la Adolescencia, quien en su momento aseguró que Ozuna “actuaba bajo un esquema de arribo de jóvenes colombianos a Paraguay —incluso menores de edad— que llegaban con un supuesto contrato de trabajo” que eran falsos. Aunque había logrado huir de Paraguay sin dejar rastro, el escurridizo ‘cazatalentos’ vio finalmente la tarjeta roja gracias a la pandemia del covid en Bolivia, país en el que registra más de 30 denuncias por estafa, y donde quedó atrapado en el confinamiento.
Ozuna había llevado con engaños a nueve futbolistas aficionados para jugar en el Club Thomas Bata de la segunda división de ese país y los abandonó en un hostal sin pagar un centavo a las propietarias. Fue finalmente esa denuncia la que permitió su captura y hoy el falso agente, quien decía ser amigo del papá de Messi, está detenido en la cárcel de Quillacollo. Michael Narváez, uno de los colombianos engañados y que sigue rebuscándose la vida en las calles bolivianas, recuerda la devoción que tenía Ozuna por las figuras diabólicas. “Tenía un tatuaje grande en la espalda que era de un círculo con estrellas, que es como un pacto con el diablo. Tenía otro que decía: ‘No me le arrodillo a Dios sino al Diablo’ y tenía tatuado un demonio en el pecho y lunas negras en los brazos”, cuenta.
De conductor de bus a representante Fifa
Según una página de empleos reconocida en Colombia, Javier Alexánder Neira era un conductor de servicio público, de la empresa Cootransniza de Bogotá, hasta el año 2012, pero de la noche a la mañana apareció con saco y corbata ofreciendo sus servicios como agente de futbolistas para llevarlos a China, Rusia, México y Europa. Su primera jugada maestra la hizo falsificando documentos del Junior con los cuales buscó en varios países a directores técnicos y jugadores para traerlos a formar parte del conjunto tiburón de Barranquilla. Sin embargo, el telón se le desplomó en el 2014, cuando un técnico español llamó a la sede del Junior en la capital del Atlántico para saber cuándo debería viajar a la ciudad para ponerse al frente del conjunto tiburón. Supo entonces que había sido estafado. Pero mientras las autoridades investigaban las andanzas de Neira en Barranquilla, en Valledupar era presentado con un telón enorme de fondo, con los logos de la Fifa y del Pescara Calcio italiano, como el agente que llevaría a una veintena de muchachos a probar en equipos de Rusia y México. “Empezó a pedirnos dinero para los pasaportes y las visas porque nos dijo que como agente Fifa, para él eran mucho más fáciles las cosas”, indicó entonces Nelvis Chacón, madre de uno de los jóvenes burlados. Sin embargo, el experto al volante escapó a gran velocidad y tampoco lograron evitar estas familias que se llevara en dinero que invirtieron en el falso proyecto. Por esos días creó un blog en el que abrazaba una camiseta autografiada de la Selección Colombia y con el cual se autovendía como agente autorizado de la Fifa para realizar transacciones de jugadores para el Atlético de Madrid (España) y al FK Karpaty (Croacia). Varios meses después reapareció en Bogotá en un centro de entrenamiento asegurándole a Jorge Luis Lara, un jugador habilidoso que estuvo por Centroamérica, que lo necesitaba para su equipo en China. Ocho mil dólares después de iniciados los trámites con el jugador y su representante, desapareció de nuevo sin dejar el mínimo rastro.
Otros diez futbolistas de diferentes lugares del país aseguran que le dieron a Javier Neira US$1500 dólares cada uno para llevarlos a las divisiones inferiores del Atlético de Madrid.
Los goles que nunca llegaron al Calcio italiano
Ya las familias de decenas de jugadores estafados en el departamento del Cesar habían dado por hecho el engaño del falso promotor de futbolistas y lo habían asumido con resignación. No obstante, semanas después de que el falso cazatalentos y supuesto representante de futbolistas Manuel Gómez había desaparecido, utilizó en un hotel de Medellín la tarjeta de crédito de una de su víctimas. En medio del escándalo se supo que Gómez estaba huyendo y que había prometido a las familias de 30 deportistas del Cesar llevarlos a Italia para integrar equipos de distintas divisiones del Calcio. “Engañó no solo a los jugadores, sino a los directivos de la Liga de Fútbol del Cesar y a dueños de academias de fútbol con el cuento de que haría los trámites y aún estamos a la espera”, dijo Luis Mendoza.
Contratos falsos para México y Panamá
El teatro y las escenas que montó Jorge Andrés Ruiz en Cartagena, luego de estafar a jugadores en Bogotá, Fusagasugá, Cesar y Apartadó, era infalible. Alquiló una cancha de fútbol, contrató a dos asistentes para que coordinaran su proyecto y rentó una casahogar para albergar allí a los jugadores más talentosos y a quienes llevaría a jugar a los equipos Nicolás Romero y San Pacho de México, así como el J&J de Panamá. A cada uno le cobró $2.800.000 para los trámites en plena pandemia, y con una carta falsa de la Cancillería les hizo creer que viajarían en un vuelo humanitario. Pero el equipo de Panamá era un conjunto de barrio que no competía en ninguna parte y los cuadros de México eran más escuelas de fútbol que equipos profesionales en donde no lo conocían. Lo que hizo fue que falsificó cartas y firmas, y huyó con más de $55 millones de jóvenes bolivarenses de escasos recursos.
"Nos estafaron por mi afán de verlos triunfar"
Varios meses después de que 14 de sus jugadores fueron estafados por Carlos Velásquez, un falso cazatalentos que los llevaría a reforzar la segunda división del fútbol venezolano, vinieron a la cancha del barrio 12 de Octubre, en el oriente de Cali, tres ‘agentes’ con la promesa de llevarlos a jugar a República Dominicana. Curtido con ese primer engaño, decidió Jeisson Perea, exjugador del Tuluá y técnico ad honorem (sin salario) del equipo Gamboa F.C., asumir la representación de sus jugadores y viajó a República Dominicana en busca de una oportunidad. Pero a su regreso se encontró con otra realidad aún más triste: las puertas están abiertas para que vivan ‘el sueño centroamericano’, pero no hay apoyo para que puedan viajar los muchachos, todos de escasos recursos, a perseguir esa ilusión. ¿Cómo terminan siendo estafados estos catorce muchachos? En el afán mío de ver mis jugadores triunfar, porque los quiero ver triunfando, se me acerca el señor Carlos Velásquez, venezolano, me cita a una reunión y me dice que necesita jugadores para ciertos equipos; yo al ver que aquí me les cerraron las puertas a muchos de ellos, tomo la decisión de trabajar con el señor. Él nos pide una cantidad de dinero para los tiquetes, nos presenta cartas internacionales de los equipos, revisadas, cartas de equipos como el Aifi o Academia de Venezuela, y a la hora de viajar, desapareció con el dinero. ¿En qué momento se enteraron ustedes de la estafa? Cuando se supone que los muchachos iban a viajar, yo mando a un amigo para que recoja al señor Velásquez en el aeropuerto, que llegaba en el vuelo de las 5:00 p.m. de Barranquilla a Cali, y me encuentro con la triste realidad de que esta persona no llegó y que he sido estafado y que mis jugadores han sido estafados. No me duele el dinero, me duele el sueño de mis catorce jugadores. ¿Qué tan común son en el fútbol aficionado este tipo de engaños? Hay jugadores en Tumaco, en Chocó que los sacan con mentiras; hay padres que se meten en deudas con el ‘gota a gota’ para patrocinar a sus hijos, para que una persona venga y se le robe ese dinero: queda la familia con el problema para pagar la deuda y el problema que tiene el hijo ahí todavía. Eso se llama jugar con el sueño de estos jugadores. También con el de sus familias... Te lo explico de esta forma: cuando Argentina llama a Messi, todo el país está esperanzado en él para ganar una copa mundo; cuando Colombia llama a James o a Falcao, queremos ganarnos el partido a la sombra de ellos. Eso mismo hace la familia cuando manda el niño a entrenar. A veces la madre descompleta lo del almuerzo para darle el pasaje, y la madre comienza a orar porque la hincha número uno es la mamá. ¿Cómo fue ese segundo intento de estafa a sus jugadores? Estamos entrenado y llegan ciertas personas y llaman a cuatro jugadores diferentes; les dicen que tienen cupo en Honduras y en República Dominicana, pero hay que pagar diez millones de pesos. Que te dan un contrato, te dan desayuno y te dan vivienda, y mis jugadores van y me comunican eso. Yo tengo amigos que juegan en República Dominicana y le digo a Alonso Umaña que hay unos señores aquí que dicen que cobran, y que los cupos, y me dijo ‘acá no cobran nada’. Eso me motiva a viajar. ¿Cómo se gesta ese viaje y con qué propósito lo hace? Un día estaba durmiendo y me pica un zancudo; me paro buscándolo y estaba pegado al lado de mi hija. Mato el zancudo y no podía dormir; y hago algo tan importante en la vida, que desde ese momento prometí cada ocho días hacerlo, y es la oración de las 3:00 a.m.; comienzo a orar y ya en lo último el que acompaña la oración dice: ‘quizás hay algo que te aqueja, algún problema te atormenta, pero no te preocupes, Dios te lo va a solucionar’ y ese día decidí viajar. Hablo con mi señora y le digo que iré a República Dominicana porque sé que allá se abrirán las puertas para mis jugadores. ¿Qué encontró en República Dominicana y sí obtuvo resultados? Fue muy bonito todo lo que me pasó y hasta hoy seguimos a la espera de que Dios toque las puertas del esfuerzo que se hizo. Pero creo que ya se logró el primer objetivo que era ir a desenmascarar a estas personas que vienen a estafar a los jugadores cobrando por un cupo. Yo me encontré con jugadores allá que les han cobrado hasta $20 millones por llevarlos y nunca jugaron. Qué habrá hecho el papá de ese muchacho para conseguirse esa plata. Y lo otro es que se encuentra uno con oportunidades, pero no existe apoyo.
¿A qué tipo de apoyo se refiere? A mí me dan ganas de llorar porque sé que tengo buen material en mi equipo y se lo he dicho a mis jugadores: el equipo tal tiene este jugador, usted es mejor que él, pero en este momento no tengo los recursos para ponerte ahí. Hay jugadores que tienen la oportunidad de ir, pero no tenemos para los tiquetes. Son muchachos humildes que muchos llegan al entreno sin desayunar. Cuando un jugador no rinde y te dice, ‘profe, es que yo no he desayunado’, vivir esa experiencia es muy duro. Es triste, pero esa falta de apoyo ha sido una constante en el fútbol... Te va a sonar fuerte lo que te voy a decir, pero quien más apoya el fútbol, es la persona que está en el mal camino, el que llamamos narcotraficante. Esas personas ya no las hay, pero uno les decía, ‘necesito un tiquete para este jugador’ y lo tenía. Pero si yo voy con un proyecto donde el Alcalde, ¿él me va a patrocinar?, no. Pero para pasarle $500 millones a tres cantantes por decir ‘saludos a Cali’ en un video para un feria virtual, para eso hay, pero para estos muchachos, que tienen mil problemáticas, para ellos no hay. ¿Qué pasa con estos muchachos que no llegan al profesionalismo? Te digo cuál es la problemática que sigue de ahí, donde el jugador no llegue y llegue otra persona de la otra vida y le haga una propuesta: ‘hay seis millones y hay que ir a postear un man qué hace, qué no hace’; nosotros no queremos seguir viviendo esta guerra, esta injusticia, y como no hay patrocinio, la pobreza y el mismo mal hace que nuestros jóvenes se descarrilen, hacen que nuestros jóvenes se vayan por el lado que no es, y eso es muy lamentable. ¿A alguno de sus jugadores les han hecho ofrecimiento? Tengo una anécdota que te va parecer muy pesada. Hace unos años ocurrió la masacre de la Barra la 44; muchachos que participaron en eso eran jugadores míos. Cuando veo la noticia me sorprendo porque el jugador no tiene ese plan; el jugador termina de estudiar y le dice a la mamá: ya terminé lo que usted quiso, ahora yo quiero ir por mi sueño, y es jugar al fútbol. Pero cuando el jugador se encuentra con la desilusión de que no es, tiende a coger dos caminos; el camino del bien o el camino que está más fácil ahorita, el camino del mal. Esa es la pobreza, la pobreza lo lleva a uno a cometer esos errores; la pobreza es eso, y la solución de esa pobreza es lo que tenemos aquí (señala hacia la cancha), pero no hay alguien que diga, ‘yo les ayudo’.
¿Tercera División?
“En Colombia resulta que un jugador ya es viejo a los 20 años y no le queda ninguna oportunidad”. “Si cogiera la Federación Colombiana de Fútbol los torneos locales para hacer la Tercera División, el torneo de la A y la B se vuelven más interesantes y muchos jóvenes sentirán que aún no se ha acabado su carrera”.
Testimonios en Paraguay
*Esta investigación fue realizada por El País de Cali de Colombia, La Nación de Paraguay, Opinión de Bolivia y la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS.
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