VALLE
"Vivimos con miedo": zozobra en los habitantes de San Nicolás luego de motín en Centro de Aislamiento Transitorio
Según residentes del sector, es la tercera vez que se presentan fugas. 60 policías cuidan el lugar, 20 por turno.
Luego del motín ocurrido el pasado martes en el Centro de Aislamiento Transitorio (CAT) de la Policía, ubicado en la carrera 6 con calle 21, en el barrio San Nicolás, centro de Cali, la incertidumbre se ha apoderado de los habitantes del sector quienes no pueden estar tranquilos ante la amenaza de un nuevo suceso.
El CAT no es ajeno a la situación que viven las estaciones de Policía de Cali, pues en algunas de estas el hacinamiento es de hasta 1950 %.
Según la Defensoría del Pueblo, este lugar tiene una capacidad para recluir a 130 personas, sin embargo actualmente se encuentran retenidas 480, es decir, hay un hacinamiento de 260 %.
Las cifras reveladas por el ente ministerial no concuerdan con las entregadas por el comandante de la Policía de Cali, el brigadier general José Daniel Gualdrón, quien el martes pasado afirmó que este espacio estaba habilitado para máximo 450 personas y que se encontraban retenidas 517.
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La Policía ayer confirmó la captura de uno de los siete prófugos. Estaba escondido en el barrio Mojica.
La Defensoría también dio a conocer que actualmente son 100 los reclusos que se encuentran con problemas de salud, entre ellos hay personas con afectaciones respiratorias, tuberculosis, VIH y hepatitis.
Uno de los principales problemas que denuncian familiares y sindicados es el mal estado de la comida que se les brinda al interior del CAT. Según los reclusos esta llega muchas veces en mal estado o cruda.
Familiares afirmaron que la razón por la cual los privados de la libertad se amotinaron fue por el estado de los alimentos. “No se les está dando un trato digno, ellos también son seres humanos”, dijo la madre de un recluso.
“Vivimos y trabajamos con miedo”
Así lo describió uno de los vecinos del sector, quien dijo que mientras se encontraba incapacitado la tranquilidad de su casa se vio interrumpida por distintos reclusos que buscaban escapar de las autoridades. En este casa el hombre vive junto con ocho familiares, entre estos sus hijos, de 5 y 10 años.
“Esto no es nuevo, ocurre cada dos o tres meses. La primera vez fue a mediados de 2022, después de eso mi niño de 5 años estuvo muy mal, no podía dormir tranquilo y se despertaba llamando a los policías. De hecho, recuerdo que él decía que los policías eran malos porque pensaba que ellos nos habían disparado, cuando lo que pasó fue que los uniformados disparaban hacia los techos con el fin de que los internos no se fueran a escapar”, explicó el padre de familia.
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Según los vecinos al CAT, los casos de fugas no son nuevos ya que esta sería la tercera vez que presencian cómo los internos buscan escapar, la Policía los intenta recapturar y en el proceso sus inmuebles son dañados.
Estefany Meneses, propietaria de un establecimiento dedicado a la fabricación de fibra de vidrio, dijo que “esto se ha vuelto constante, los daños que nos han hecho nos han perjudicado mucho, nos tocó organizar provisionalmente las tejas, poner plásticos y ladrillos para evitar que cuando llueva nuestra mercancía se moje y se pierda”.
Estefany describió lo vivido el martes como un caos total: “Fue horrible ver que las personas se subían por los techos, jalaban las rejas para poder entrar, empezaron a tirar gases lacrimógenos y nos tocó correr y usar mascarillas. Una de nuestras trabajadoras se puso mal, se le bajó el azúcar y debimos auxiliarla”.
En una de las casas vecinas al Centro de Aislamiento Transitorio los prófugos dañaron el cielo falso con el fin de ingresar al lugar. A pesar de los gritos de los residentes, los cuales advertían sobre la altura y las empinadas escaleras que les esperaban abajo, uno de los sindicados pisó en falso y terminó cayendo sobre un muro que le generó una grave herida.
“Los policías tuvieron que llevárselo cargado, quedó tirado en el suelo, sangrando y vimos que tenía una herida a la altura del cuello”, explicó uno de los habitantes de la casa.
Para Javier, el administrador de una bodega que se encuentra a un lado del centro de detención, este lugar ha sido un dolor de cabeza, pues aseguró que desde hace aproximadamente dos años no puede alquilar este espacio, ya que “cuando alguien viene y se entera que hay un centro de reclusión al lado, simplemente dan las gracias y se van”.
Al ser preguntado sobre si se escucha algo de lo que ocurre al interior de donde están detenidos los hombres, Javier aseguró: “Hay cosas de las que no se debe hablar”, una frase que resume el miedo e incertidumbre de los residentes del sector.
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