FRANCIA
'Chalecos amarillos', despertar de la Francia de los olvidados
Presidente Macron llama a la calma. Historiadora cree que las condiciones están dadas para el movimiento social.
Los ‘chalecos amarillos’ se han convertido en el adversario más fuerte del presidente francés, Emmanuel Macron, que ya tuvo que anunciar cambios en sus decisiones políticas y económicas presionado por las gigantezcas manifestaciones que se iniciaron en el país el 17 de noviembre.
Entre ellas, la subida de cien euros del salario mínimo, la congelación del alza de las cotizaciones para los jubilados con pensiones inferiores a los dos mil euros, la exclusión de tributación de las horas extras y la petición a las empresas para que paguen a sus empleados una prima especial de fin de año no sujeta a impuestos.
Por eso, el Mandatario cree que ya es hora de “la calma, el orden y recuperar un funcionamiento normal”.
Lea también: ¿Por qué protestan los 'chalecos amarillos'?, puntos clave para entender la crisis en Francia
El movimiento de los ‘chalecos amarillos’ —nombre que toman por el color de la prenda reflectante que llevan— surgió de forma espontánea para protestar por el alza de las tasas al carburante y amplió sus críticas al encarecimiento del costo de vida.
Para la experta en movimientos sociales e historiadora Danielle Tartakowsky, los ‘chalecos’ son en realidad “dos síntomas diferentes de una misma crisis política”.
Habla en este sentido de un “efecto espejo: Los ‘chalecos amarillos’ son la respuesta de la sociedad civil a Macron, que en su campaña se reivindicó por encima del sistema de partidos y al lado de la ciudadanía”.
Frente a un Presidente “que ha menospreciado a todos los actores intermediarios”, Tartakowksy considera lógico el surgimiento de este movimiento civil sin base organizativa ni voceros, determinado a expresarse más allá de las estructuras tradicionales.
Su irrupción en la agenda política constituye, según su análisis, un brusco freno a un Macron que “creía tener un cheque en blanco” tras salir victorioso de sus dos grandes frentes contra el sindicalismo: la reforma laboral y la de los ferrocarriles.
Los ‘chalecos amarillos’, a semejanza de ese Presidente a quien piden que dimita, rehúsan definirse de izquierdas o de derechas, en lo que Tartakowsky cree que es la “primera alianza” entre sectores distintos como asalariados, autónomos y jubilados.
Según un estudio publicado por el periódico Le Monde, basado en cuestionarios a manifestantes, la mitad de los movilizados no había participado con anterioridad en una protesta organizada. Esta unión, a su modo de ver, va más allá de la reduccionista división entre campo y ciudad.
“Se trata de la Francia de los olvidados, que denuncian al Estado además porque su política incrementa las desigualdades sociales y territoriales”, agrega Tartakowsky.
Con una fuerte presencia en municipios medianos y zonas periféricas de las grandes ciudades, París representa para los ‘chalecos amarillos’ “territorio ajeno”, contrario a la importancia fundamental que la capital francesa ha tenido en la historia de la acción colectiva.
Otro aspecto clave es la visibilidad de las mujeres, cosa que Tartakowsky atribuye a la “dimensión cotidiana” del movimiento. Además, “los estudiantes y los sindicatos no son los protagonistas, no existe contexto de crecimiento económico y, sobre todo, no comparten el convencimiento de que hay que cambiar el mundo”.
Esa falta de estrategia política, indica la experta, les ha catapultado a ser un movimiento de masas que podría perjudicar en unas elecciones a la izquierda radical de la Francia Insumisa y la extrema derecha de la Agrupación Nacional.
El presidente Emmanuel Macron dice que no cree que la democracia pueda aceptar “funcionar con un diálogo que solo se hace mediante la ocupación de la vía pública”.