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No hay nadie en Israel y Palestina que no haya perdido un ser querido: crónica de los colombianos que sufren la guerra
Colombianos en Israel y Palestina conversaron con El País sobre el conflicto que se libra tras el bombardeo del 7 de octubre. No hay nadie en ambas naciones que no haya perdido a un ser querido en medio de la guerra que se ha desatado.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
Una caleña radicada en Tel Aviv, la segunda ciudad más grande de Israel después de su capital, Jerusalén, me envía un mensaje por WhatsApp en el que explica que, con suerte, podremos hablar en dos horas, cuando llegue a su casa del trabajo. “Debo sortear el tráfico y también las alertas de bombas, por lo que me puedo retrasar”, dice, como si esquivar misiles fuera un asunto más a resolver en el día a día.
Y sí. En Israel sí. Por ley, las construcciones nuevas deben contar con un búnker anti bombas. Los habitantes de edificios antiguos se refugian en los sótanos y hay ciudades cercanas a la Franja de Gaza donde las estaciones de buses son anti misiles.
Debbie Mohnblatt, una periodista Bogotana radicada en Israel desde los 18 años –tiene 26– de repente hizo silencio en el teléfono mientras conversábamos. Se escuchó un ruido extraño. “¿Lo escuchaste?”, me preguntó. Era una alerta de misil lejana. Debbie advirtió que tal vez debía cortar para correr hacia el búnker de su edificio.
— En donde estoy, cada día corremos al búnker entre tres y seis veces, aunque en las poblaciones cercanas a la Franja de Gaza estas alertas son más frecuentes. Nosotros tenemos minuto y medio para llegar al búnker cuando se activa la alerta. Ellos, los que están cerca de la Franja de Gaza, tienen 15 segundos.
Debbie vive en Guivatayim, a 25 minutos de Tel Aviv. Allí trabaja como corresponsal de Medio Oriente para la agencia norteamericana de noticias The Media Line. Asegura que, desde el sábado 7 de octubre, cuando el grupo Hamás bombardeó a Israel, es como si el mundo se hubiera desmoronado.
— Despertamos con las peores noticias que ha escuchado Israel desde la guerra de 1973. Lo que ha pasado es peor. Despertamos con miles de misiles cayendo sobre nuestros cielos y simultáneamente más de 3000 integrantes de Hamás en la Franja de Gaza pasándose la valla de seguridad y yendo a las aldeas de civiles a masacrar personas indiscriminadamente, niños, bebés, ancianos, mujeres embarazadas. En un festival de música cerca a Gaza, donde jóvenes celebraban la paz, estos terroristas sellaron el evento e hicieron una masacre mientras violaban a las mujeres junto a los cadáveres de sus novios. Al final de esta tragedia 1300 israelíes fueron asesinados. Hay más de 3000 heridos y por lo menos 200 secuestrados, gente que Hamás se llevó dentro de la Franja de Gaza. El más pequeño es un bebé de 9 meses; el de más edad tiene 85 años, es una señora llamada Carmela, quien padece de demencia.
En Guivatayim como en Tel Aviv, los colegios y universidades cerraron tras el ataque de Hamás. También cines, centros comerciales. Los restaurantes apenas hacen domicilios.
—Es muy parecido a cómo se vivió el coronavirus –dice Debbie, quien, en su cuarto, tiene junto a su novio lo que denominan la ‘maleta de guerra’. Está equipada con cuatro litros de agua, un kit de primeros auxilios y comida. Cuando se baña, Debbie deja a la mano una muda de ropa que se pueda poner rápido en caso de que, en medio de la ducha, suene la alerta de bomba.
— Si estoy en el carro, y escucho la alarma, tengo que frenar y correr a alguno de los edificios cercanos para tratar de llegar a su búnker. Cualquier persona puede entrar al búnker de cualquier edificio. Y si no alcanzo a llegar, me tengo que acostar en la calle y ponerme las manos sobre la cabeza mientras pasa todo.
Hace unos días, Debbie se refugió bajo unas escaleras del parque de su barrio. Mientras sacaba al perro de una amiga a hacer sus necesidades, se activó la alerta de misiles y lo más cercano que había para resguardarse en minuto y medio era las escaleras. El perro estaba atemorizado. Los animales son otras víctimas de esta guerra. Permanecen encerrados, temblando por las explosiones. Lo mismo sucede con los niños, con los adultos, con los ancianos.
— Este es un país de luto. En cada casa israelí hay alguien o que tiene un familiar o un amigo o conocido que ha muerto o está desaparecido. Es un país con mucha incertidumbre. En mi caso no sé nada de la familia adoptiva que me recibió cuando llegué de Colombia. La tía se llama Karina, con su esposo tienen dos hijas de 14 y 7 años. Han sido secuestrados por Hamás y no sabemos nada. También otras personas de esta comunidad que conozco. De verdad es gente buena que está en manos de Hamás. Exigimos que los devuelvan.
David Kerpel vive en Jerusalén. A Israel llegó desde Bogotá hace 48 años, después de que cerraran la Universidad Nacional y su hermano le consiguiera una beca en la Universidad Hebrea.
Durante 35 años, David trabajó en periodismo. Se encargaba de la producción de cadenas americanas de noticias en español como Telemundo y Univisión. También de cadenas colombianas, mexicanas, peruanas, brasileñas, españolas y la tv de Dinamarca. Ahora es guía turístico en Jerusalén, pero, en una ciudad donde los turistas se fueron tras la guerra, y quien sabe hasta cuándo regresen, David se dedica a escribir. Todos los días elabora un boletín sobre lo que ha pasado en las últimas 12 horas del conflicto y lo envía a medios y a sus amigos.
— Jerusalén está en silencio, falta mucha gente en la calle. No hay trancones. La gente no quiere hablar, quiere estar encerrada en sí misma, en su luto, reflexionando sobre qué fue lo que nos pasó. En mi caso no he perdido familiares, pero sí soy muy amigo de los padres de Ivonne Rubio, la colombiana que fue asesinada en el festival de música junto a su novio. Sus padres llegaron a Israel a finales de los 80 y tenemos una amistad sólida. Que un hijo vaya a un concierto y no regrese es un dolor difícil de dimensionar.
En Jerusalén como en el resto de Israel, la guerra ha generado problemas logísticos. El Ejército israelí convocó a 300 mil de sus reservistas, personas que ya habían prestado su servicio militar y estaban trabajando: obreros, conductores, repartidores de leche. Todos se fueron a los frentes, por lo que sus oficios apenas ahora están siendo reemplazados por personas mayores, jubilados. Sin embargo, aquello es una preocupación menor.
En el más reciente boletín que escribió David, se lee: “09:58: los ataques desde Gaza se renovaron después de 11 horas de silencio. Sonó la alarma en los asentamientos alrededor de Gaza; 09:43: el estado de alerta en Cisjordania está aumentando, ya que las facciones palestinas, incluidas Hamás, Yihad, y Fátaj, convocaron a un ‘Día de ira’.”
En otro de los boletines de David, dice: “Muchos de los terroristas que participaron en el ataque sorpresa del sábado 7 de octubre contra Israel estaban drogados con Cáptagon, droga conocida como la ‘cocaína del pobre’. Se encontraron pruebas de esto tanto en los terroristas prisioneros, como en la ropa de los muertos. La droga suprime el apetito y ayuda a sentirse alerta durante mucho tiempo”.
En Palestina, de otro lado, se cuenta una historia similar a la de Israel. No hay nadie que no haya perdido un ser querido en esta guerra. Firas Yoseph es un médico palestino, nacionalizado colombiano. Vive en Cali.
Firas nació en Gaza. Estudió medicina en Cuba y en Colombia se especializó en administración pública con énfasis en salud. Desde hace 5 días no sabe nada de sus hermanos y su mamá, quienes están en la Franja.
— En Gaza cortaron el Internet, el agua, la comida, el suministro de medicamentos, de combustibles. Lo que está pasando es un genocidio contra el pueblo palestino, un exterminio, una masacre llamada limpieza étnica. Están arrasando con todo. No hay lugar seguro en Gaza, ni hospitales, ni escuelas, ni los templos. Todo está permitido para Israel. Bombardean cualquier lugar. El edificio donde vivía mi mamá fue bombardeado pese a que estaba en la parte sur, donde supuestamente debían ir los ciudadanos para salvarse de los ataques, y sin embargo esta zona, residencial, sin grupos armados, ni resistencia de Hamás, fue atacada. Afortunadamente ella estaba donde mi hermano. Ese día murieron 44 civiles palestinos.
Firas quisiera sacar a su familia de aquel conflicto, pero aclara que es imposible. La Franja de Gaza la define como una cárcel para los palestinos. Del lado que comunica a Israel no permiten salir. Del otro lado, el que comunica con Egipto, sucede lo mismo. Hay además una barrera de 30 metros de alto que nadie puede atravesar.
— La raíz del conflicto está en 1948, cuando se crea el Estado de Israel tomando las tierras palestinas. Desde entonces se le quitó el derecho al pueblo palestino de tener su propio Estado. A partir de eso lo que hizo Israel fue tomar el territorio palestino. Después se han dado paños de agua tibia. A Palestina le dieron algunas tierras, que no constituyen ni el 3% de su territorio. Y empiezan a confinar a los palestinos en zonas cerradas más parecidas a cárceles que a ciudades donde puedan vivir y tener el derecho a la autodeterminación como pueblo. Siento que en Latinoamérica hay una doble moral: a los ucranianos los llaman héroes por defender su tierra de los rusos, no los llaman terroristas. Pues bien, eso es lo que están haciendo los palestinos, defender su tierra -dice Firas.
Juan Carlos Caicedo es un médico ortopedista colombiano. Hace unos días estuvo en Israel con su familia. Anhelaba recorrer Tierra Santa y dar gracias por la vida de sus dos hijos, quienes tuvieron un accidente: un camión sin frenos golpeó el taxi en el que viajaban a Cali desde Pasto.
Llegaron a Ra’anana, en el Distrito Central de Israel, para después recorrer Jerusalén, Nazareth, Belén. El bombardeo de Hamás comenzó un día después de su llegada, así que cancelaron el tour. La familia Caicedo permaneció en una casa de unos amigos, donde se refugiaron en un búnker. Los vuelos de regreso se los cancelaron. Por fortuna, lograron un cupo en el avión humanitario que envío el gobierno colombiano.
Después de vivir días angustiosos, Juan Carlos concluye:
— Las dos partes tienen razón. Palestina tiene derecho a ser un Estado; Israel también. Pero la solución no puede ser la guerra, porque cada vez va a haber más odio. La salida no son los misiles de ningún lado.
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