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“Hay una enorme incertidumbre que desmorona y causa mucho temor”, periodista venezolana habla sobre la situación que se vive en su país
Marianela Balbi, directora del IPYS, dice que el chavismo no quiere que se sepa que “perdió su caudal social”. Doce comunicadores están detenidos, imputados de terrorismo. Entrevista.
“Yo no podría dar estas declaraciones si estuviera en Venezuela”. Así, categóricamente, Marianela Balbi, directora del Instituto Prensa y Sociedad Venezuela, IPYS, explica por qué tomó la decisión de irse de su país, a pesar de que allá están su equipo de trabajo y sus hijos.
Cuenta que el hecho de que le impidieran entrar o salir de Venezuela fue el punto de no retorno. “Fue mi decisión personal, por el convencimiento de cuidar mucho al equipo, mantener el trabajo que hacemos y de que desde afuera puedo hacer un trabajo de incidencia, dice antes de agregar, también con contundencia: “Espero que sea por poco tiempo y que pueda volver”.
Desde Estados Unidos, Balbi habló con El País sobre el peligro que están corriendo los periodistas en su país, pero también los demás ciudadanos. Además de miedo, dice que en Venezuela “ahora hay una gran incertidumbre”.
¿Cuántos periodistas han sido detenidos o agredidos en medio de la crisis política que vive su país?
En este momento hay doce periodistas que están detenidos y enfrentando, además de la cárcel, la amenaza de que les imputen delitos de terrorismo, que son muy graves y pueden llevar hasta 30 años de cárcel; algunos ya han sido imputados. Hay tres casos que ocurrieron en la campaña electoral y los otros del 28 de julio hasta la fecha. La última, la periodista Carmela Longo, ya está en libertad, pero tiene imputación de terrorismo, cárcel domiciliaria, prohibición de salida del país y debe presentarse en tribunales. Nosotros llevamos 20 años haciendo registro de agresiones a periodistas en Venezuela, y esta ha sido la época más dura de detenciones, con la aplicación de estas leyes de incitación al odio y asociación para delinquir, sin pruebas y sin la posibilidad de tener abogados privados, como ha pasado con muchos otros detenidos.
Y supuestamente, a la luz del Gobierno Maduro, ¿qué es lo que han hecho esos periodistas?
Esa es una gran incógnita, porque se están aplicando estas medidas a partir de estados de WhatsApp, la vigilancia de las redes sociales y las comunicaciones privadas; son desconocidas las pruebas que están haciendo públicas las autoridades para implicar a los periodistas. Algunos fueron detenidos en plenas coberturas y les dicen que están metidos en incitación a la violencia y al odio, porque estaban grabando las protestas como noticia. Hay muchísima desinformación sobre la situación de los periodistas y los expedientes que les están abriendo.
¿Qué están haciendo entonces los periodistas para enfrentar esa situación?
Han habido varios mecanismos de defensa o seguridad. Por ejemplo, los periodistas en Venezuela han dejado de firmar sus notas, porque tienen miedo de la persecución. Las fuentes de información están muy restringidas, porque hay mucha amenaza también a ellas; se tiene que trabajar con fuentes anónimas, que no quieren mostrar su rostro, y eso dificulta más el registro de la información. Estamos trabajando de manera colaborativa: los trabajos periodísticos que hacen unos se distribuyen a través de otros medios para poder amplificar la difusión, porque portales digitales como Tal Cual, Runrunes, El Pitazo, incluso nosotros, están bloqueados.
¿Cómo hacen los venezolanos para acceder a estos portales?
Tienen que utilizar VPN, la tecnología de Virtual Pride Network, y navegar encriptados. Esto ha permitido que la información se distribuya a través de los canales de todos. En una alianza con Conectas, de Colombia, creamos unos avatares con inteligencia artificial, dos personajes: se llaman la Chama y el Pana, para poder narrar las noticias y no tener que hacer visible la cara de un periodista que pueda ser blanco de ataque o persecución. Hemos encontrado este mecanismo de la tecnología, para burlar esas amenazas que estamos recibiendo.
Hay mucho miedo, los periodistas, sobre todo de las regiones más apartadas, Amazonas, Bolívar, Zulia, Táchira, son perseguidos, porque ahí hay una relación mucho más estrecha entre ellos y los funcionarios policiales, saben quién es quién, entonces muchos están en resguardo y haciendo coberturas muy restringidas; se ha ido apagando la información en Venezuela.
¿Y qué está pasando con los medios de comunicación grandes, como el Nacional?
El Nacional prácticamente se ha reducido a una plataforma digital: hacen una edición de primera página y tienen un espacio digital donde generan algún contenido, pero se ha reducido muchísimo y también está bloqueado en Venezuela. Los grandes medios, como Notitarde, del estado Carabobo; El Universal, que es nacional, y Últimas Noticias, fueron comprados por actores privados cercanos al chavismo y todos tienen una línea editorial totalmente progobierno en la que no cabe la pluralidad, la información independiente, la otra realidad de Venezuela. Se han convertido en medios que sirven para amplificar la propaganda y la desinformación y las operaciones de influencia que se generan desde el poder central en Venezuela. Igual pasa con las televisoras abiertas como Venevisión o Televen, están cooptados y autocensurados; también con los circuitos radiales más grandes hay muchísimo temor y presión para quitarles sus habilitaciones administrativas y eso está generando un gran silencio y una gran censura en Venezuela
¿Cuál es esa realidad de Venezuela que el Gobierno no quiere que conozca el resto del mundo?
De la misma manera como no reconoce lo que sucedió el 28 de julio, está buscando legitimarse sin mostrar una sola prueba del triunfo de Maduro, una sola acta; a pesar de que está especificado en la Ley Electoral, no han cumplido con las auditorías ciudadanas, con mostrar el escrutinio y, sin embargo, se han rodeado de los poderes públicos que están cooptados por el Ejecutivo. Todos los poderes en Venezuela, el Electoral, el Legislativo y el Judicial, además de la Fiscalía, están cooptados por el chavismo, el madurismo, y por eso no encontramos un mecanismo para hacer valer lo que se expresó el 28 de julio, que, de acuerdo con las actas que mostraron los grupos de oposición, hubo un resultado a favor de Edmundo González, del 67 %, contra casi 30% de Maduro. No quieren que se sepa, ni que la gente proteste.
Pero eso ya es conocido, gracias a las denuncias que se han hecho desde dentro y desde afuera...
La otra realidad que no quieren que se muestre es que el chavismo perdió su caudal social; la gente votó en contra de ellos mayoritariamente y se expresó en las protestas del 29 y del 30, por gente que está muy lejos de ser de ultraderecha y fascista, es gente de la barriada, de los pueblos. Me gustaría que vieran los videos de las madres que están buscando a sus hijos detenidos: todas son de los sectores más vulnerables, donde difícilmente pueden acuñar esa mentira de que hay una ultraderecha fascista en Venezuela que está tratando de revertir lo que dicen que ocurrió. Eso es lo que el Gobierno no quiere que se vea, por eso no aceptó observadores internacionales y deportó a muchos periodistas el día de elecciones; no quiere escrutinio público ni rendir cuentas del enorme fraude que cometió.
Es una situación muy difícil para los periodistas, pero también para los ciudadanos en general...
Es lo que está tratando de imponer el chavismo, el madurismo, como realidad paralela para seguir en el poder. En Venezuela uno se siente secuestrado por una cúpula cada vez más minoritaria, pero que controla la Fuerza Armada y está cobijando a Nicolás Maduro y tiene todas las instituciones cooptadas.
¿Hasta cuándo puede durar esta situación en su país?
Ahora hay una gran incertidumbre, porque había mucha esperanza o mucha confianza en que los gobiernos de Colombia, Brasil y México pudiesen entrar en una negociación o una transición con el Gobierno de Maduro y lograr una salida en la que se respetase la voluntad popular e incluso que ellos resguarden su futuro político como partido, pero hay una cerrazón por parte de Maduro y de su cúpula. No hay aparente intención de negociar y por eso digo que hay una enorme incertidumbre. Sin embargo, creo que la presión internacional tiene que seguir, y también adentro de Venezuela la presión de la población, pero sin arriesgar sus vidas.
Ese es el gran temor, que se desate otra ola de violencia...
El liderazgo de la oposición ha sido responsable en que las manifestaciones no se tornen violentas, que no vayan a provocar una represión como la que hubo en esos dos días, desde que hay casi 1500 detenidos. No se quiere eso, pero sí mantener una protesta pacífica que presione y que exija que cumplan con la ley electoral, que muestren los resultados y las actas que puedan validar lo que ocurrió el 28 de julio.
Ese día, el venezolano demostró masivamente, porque participó más del 70 %, que creemos en la vía democrática y que el voto es el único mecanismo para una transición hacia la democracia. Pero ese convencimiento del venezolano, que lo lleva en su sangre, fue herido mortalmente por un régimen que desconoció esa voluntad popular de manera burda y flagrante.
¿Qué ve venir usted en los próximos meses, si esta situación sigue igual?
Si esto no conduce a un gobierno de coalición, como está proponiendo el presidente Petro, aquí habrá una manifestación de la total impunidad que puede existir alrededor de un crimen electoral y democrático, como el que ocurrió, y eso va a tener consecuencias terribles en la región, porque la recuperación económica de Venezuela va a tardar mucho más. Además, eso va a generar que la ola migratoria vuelva con más fuerza a Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Estados Unidos, un gran desafío que tiene la región.
Por eso ha habido tanto interés también en colaborar en la resolución de la crisis política en Venezuela. Nosotros seguimos creyendo en la ruta democrática, pero necesitamos una confirmación de que ese voto y la voluntad popular se respetan, como en cualquier democracia del mundo.
Cómo periodista y ciudadana, ¿usted siente miedo?
Ahora hay una gran paranoia, porque están aplicando un patrón que es la anulación de los pasaportes. Muchos periodistas, activistas, defensores de Derechos Humanos, políticos y ciudadanos han amanecido con su pasaporte anulado, lo que implica que no pueden entrar ni salir del país. Yo logré salir, pero tengo mi equipo de trabajo y a mis hijos allá. Estamos viendo un régimen que está acorralado, que perdió el caudal popular que lo respaldó tantos años, y eso lo ha convertido en una fiera que puede causar mucho daño.
Este año 1500 personas han sido detenidas, donde hay 112 adolescentes, mujeres, población indígena, llamándolos terroristas. Todos somos susceptibles de ser detenidos. Hay miedo, porque hay alcabalas donde están revisando tus comunicaciones privadas, violentando el Artículo 48 de nuestra Constitución, para ver si en tus estados de WhatsApp tienes videos o fotos de protestas o una opinión contraria al Gobierno, y eso es suficiente para que te puedan imputar o allanar. Sí hay mucho miedo, la gente trata de resguardarse, de no opinar mucho. Es un desgaste enorme emocional y físico y uno quisiera ver alguna línea clara, pero hay una enorme incertidumbre que desmorona y y causa mucho temor.