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La trágica historia de Rosas

No es la primera vez ni será la última en que la montaña de desplaza, llevándose a su paso todo lo que encuentra.

23 de enero de 2023 Por: Aura Lucía Mera

- “Cuando los viajeros llegaban la primera impresión que tenían de Rosas era la de un poblado miserable donde nunca pasaba nada. Rosas era un refugio en el camino, daba sosiego a los viajeros. Así lo percibían los ingenieros que trabajaban en la construcción de la carretera al sur y los contrabandistas de anís que llegaban en mulas hacia el norte”.

El destino, no hay casualidades, une en ese pueblo olvidado de la mano de Dios y de los colombianos a Enrique Uribe White, poeta, astrónomo, ingeniero, navegante, matemático, apolítico, pero con conexiones, contactos y conocimientos, y a los contrabandistas de anís que desafiaban abismos, víboras, leyes y la vida misma en una cantina del pueblo de Rosas, ese caserío incrustado donde el diablo mismo pegó un grito asentado en la Falla del Romeral.

La taberna y la casa del cura eran los lugares famosos. En lugar de la coca, que no era sino una planta medicinal, se traficaba con anís, para llevarlo a Popayán y endulzar esas mistelas de colores y aguardiente. Por el anís que venía del Sur se mataban unos y otros. Los carteles del anís. Por otra parte, el gobierno central decidió al fin trazar “la mejor y más importante carretera que conectaría los lugares más inhóspitos, apartados y desconocidos lugares del país con su Capital y con Ecuador, la carretera por excelencia”, porque este país terminaba carreteable hasta Popayán.

Para Enrique Uribe White no fue nada fácil controlar más de cinco mil trabajadores, manejar enormes cantidades de dinamita, supervisar recuas incontables de mulas, desvirtuar terrores, supercherías y leyendas terroríficas y aplicar sus conocimientos en ingeniería e instrumentos de medición, en medio de los terrenos más desafiantes de la geografía colombiana.

Este recuento lo saco del libro de Margarita Londoño ‘El día que la ópera llego a Rosas’, libro que despierta cada vez más interés, porque describe bajo un “contexto rigurosamente histórico real y verosímil” la trágica historia de este lugar.

Uribe White sacó la mano, se refugió en la antigua cueva del Sabio Caldas por Paispamba y se dedicó a mirar las estrellas. La continuación del proyecto quedó en manos del ingeniero Lucia Cárdenas.
La famosa vía Popayán-Pasto siempre ha sido un infierno. La he transitado varias veces y todavía me estremezco al recordar los derrumbes de tierra roja, los abismos, las curvas asesinas, la niebla.

¿Se sabía o no que Rosas estaba asentado encima de esa falla monstruosa que se inicia en la Costa Caribe y recorre Medellín y la Pereira? No es la primera vez ni será la última en que la montaña de desplaza, llevándose a su paso todo lo que encuentra. En el gobierno pasado Rosas vio desaparecer y morir casi treinta de sus habitantes, mucho helicóptero, muchos consejos, promesas y nada. Lo mismo que ahora, parte de su población perdió todo. De nuevo la inmensa mole montañosa se desplazó. De nuevo helicópteros, promesas, reuniones y no pasará nada.

Casi un siglo de desastres, derrumbes, accidentes y nada que Colombia tiene una vía digna hacia el sur del continente. Prácticamente desde la guerra con el Perú. Y pasarán los años y vendrán nuevas generaciones y la población de Rosas seguirá padeciendo su maldición. Y llegar de Cali a Rumichaca seguirá siendo un camino infernal.

Ojalá me equivoque y que, abracadabra, tengamos rápido el tren elevado Buenaventura-La Guajira y la autopista de seis carriles que superara la Falla del Romeral y el Macizo Colombiano. Soñar no cuesta nada. Por si aca, les cuento que Ecuador es un país totalmente pavimentado. Con autopistas de seis carriles a más de tres mil metros de altura.

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