Mentira, populismo, oportunismo
Y al preguntarle por qué se había extendido tanto, me contestó muerto de la risa que ya se le había olvidado en que pueblo estaba y por eso no se podía despedir.
Como muy bien lo afirmó en su columna del domingo pasado el psiquiatra Carlos Climent, estamos viviendo al máximo, desenfrenadamente, una ola de mentiras, oportunismos y populismo nunca vistos. Estas incertidumbres electorales han despertado todos los circuitos del cerebro reptiliano, el primitivo, el que no analiza, ni dialoga, ni escucha, ni le importa un carajo la idea del otro. “Si no están conmigo están contra mí”. “Si piensan distinto son mis enemigos”.
La cantidad de maturrangas, de falsas promesas, de lambonería para captar adeptos -léase votos- es algo surrealista. Viejos caciques al borde de un ataque de nervios porque ven amenazadas sus curules; foráneos gritándole al alcalde de Cali mandándolo a comer mierda; montajes fotográficos, ataques condenando el alcohol en país de borrachos, cuando Petro, aclaro que no es mi candidato, se subió a una tarima arrastrando las palabras por una copa de más.
Recuerdo mis días de ‘primera dama’ cuando estaba obligada a recorrer pueblos y municipios del Valle, a escuchar promesas que después de medio siglo no se han cumplido, como acueductos y alcantarillados, escuelas, caminos vecinales. Y especialmente una gira con Humberto González Narváez, en su último discurso, en el último pueblo que visitamos. Jincho de la perra su oratoria duró aproximadamente una hora, y nada que acababa. Al fin. Y al preguntarle por qué se había extendido tanto, me contestó muerto de la risa que ya se le había olvidado en que pueblo estaba y por eso no se podía despedir.
Los discursos y las arengas veintijulieros eran los mismos, solo se cambiaba el saludo y la despedida nombrando el corregimiento o vereda por su nombre. De resto, la misma lavativa con diferente bitoque: “Agua, luz eléctrica, parque, escuela...”. Ha pasado medio siglo y las cosas siguen igual. Cambian los personajes, se pudre cada vez más la contienda, pero las promesas falsas se repiten. Actualmente todo es más sombrío. La elección popular de alcaldes fue la gota que disparo ambiciones, codicia, compra-venta de votos, contratitis, el famoso ‘ComoVoyYo’ si te apoyo.
Todo tiene su precio. ‘No hay almuerzo gratis’, como se dice popularmente.
Eso sí. Aparentar valores. Conductas rectas. Congruencia. Vestir bien y sonreír para la foto. Hay vallas que ni siquiera tienen nombre o apellido.
‘Vote por Tito33’, ‘Amalia 21 es la solución’. Me pregunto si son seres de generación espontánea o productos virtuales del metaverso y al algoritmo. Nos aparecen en la curva o en la recta o en la avenida, sonrientes, peinaditos. Caras desconocidas enmarcadas en vallas enormes, caras conocidas prometiendo las mismas mentiras, aparentando lo que no son ni llegarán a ser nunca, porque solo van tras el dinero, el poder, los escoltas y los viajes, pequeños gnomos creyéndose Midas, embaucando sin pudor. Mintiendo sin sonrojo.
Narcisos mirándose en aguas de fango.
Eso sí. Listos para atacar, denigrar, calumniar. Todo es válido con tal de no perder las prebendas. La única esperanza es que ya no todos comen cuento. Y si continúan comiendo, pues no se pueden quejar después... Esaú se vendió por un plato de lentejas y paso a la historia, ahora son tamales y sancochos para seguir en la misma historia.
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PD. Votar a conciencia por Senado y Cámara es más importante que elegir Presidente. El Congreso es la mayor olla podrida de Colombia. En ese ‘sagrado recinto’ se cocinan las mayores porquerías y es con el dinero de todos nosotros, los contribuyentes. A ver si nos espabilamos.
¡Tenemos un mes para pensar, analizar y no dejarse comprar!