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¡Una cancha de fútbol!

Lunes. Leo y releo las columnas de Víctor Diusabá, Paola Guevara y Luis Felipe Gómez Restrepo, rector de la Universidad Javeriana de Cali. Tres escritores. Tres periodistas.

24 de agosto de 2020 Por: Aura Lucía Mera

Lunes. Leo y releo las columnas de Víctor Diusabá, Paola Guevara y Luis Felipe Gómez Restrepo, rector de la Universidad Javeriana de Cali. Tres escritores. Tres periodistas. Tres seres diferentes y sin embargo igualmente golpeados y heridos ante las masacres de las últimas semanas de jóvenes en diferentes lugares del país, indignados ante la ausencia e indiferencia de El Estado. Me robo algunas de sus palabras:

- Víctor Diusabá: “Volvió a pasar y va a seguir pasando. Más allá del baile de las cifras para endilgar responsabilidades. En Colombia esto del desprecio por la vida en versión masacres es una fórmula tan antigua como nosotros mismos”. “Se prometen ‘investigaciones de fondo’ que como siempre terminarán en nada, como ha sucedido siempre”. “La misma pregunta que hacía monseñor Guzmán desde hace sesenta años. Quiénes son los responsables. Y la misma respuesta”. “Que respondan los dirigentes de Colombia”.

- Paola Guevara: “Tantos jóvenes y niños cuyas vidas quedaron truncadas y reducidas a cifras, hacen que todo parezca frívolo y carente de sentido ante la contundencia de la muerte violenta que nos acecha, por haber sido inferiores a la paz”.

- Luis Felipe Gómez Restrepo: “En Colombia la muerte se nos ha hecho natural, porque la vida de algunos no es más que ‘nuda vida’; existencia tan irrelevante para el Estado, como para los micropoderes en zonas que parecen ausentes de Dios y Ley. Esa vida desnuda que llevan los más pobres y que afecta de manera aguda a los más vulnerables, mujeres, niños, adolescentes”. “Esa vida ‘de aquellos que no son aunque sean’ seres fuera de la política, seres en el margen, sin presencia real en la polis, sin vida para manifestarse”.

Retomo estos pensamientos por su profundidad, porque desnudan lo que estamos viviendo.

Personalmente lo que más me ha afectado, si es que algo pueda doler más que esos asesinatos, son las palabras del supuesto presidente de Colombia, que en realidad es un ‘hombre de paja’ bajo el dominio de una tenebrosa red.

Esas palabras pronunciadas en Samaniego son repudiables. Además de sus gestos torpes y arrogantes se limitó a hablar de estadísticas en un lenguaje totalmente carente de empatía, saludando cuando lo estaban abucheando y ofreciéndoles como reparación “una cancha de fútbol y una escuela”. Lavada de manos aséptica, promesas de investigaciones, media vuelta, helicóptero y chao candao. A volar a Palacio, limpio de sangre y culpa mientras el país se le sale de las manos y él se dedica a maquillarse para salir en televisión.

Mientras algunas ministras lloran a moco tendido el ‘secuestro’ del jefe y se sienten huérfanas y desoladas, Colombia se desangra como en los años 50 y nadie responde. Me pregunto si la cancha de fútbol servirá para que una cabecita degollada sirva de balón. No es la primera vez que sucede.

Volvemos a copar los titulares de la prensa internacional por los asesinatos, las masacres de jóvenes, según el Estado toda la culpa es de “disidencias y narcos”. ¿Y El Estado dónde está? La paz, como lo cantaron desde el comienzo, la están haciendo trizas. Ya la historia se encargará de condenarlos, mientras tanto los ríos de sangre siguen corriendo. Y The Straw Man sigue en su sitio. Qué tristeza tan honda, que desolación, que impotencia. De nuevo en manos de dirigentes ineptos, de roscas corruptas, de palabrería hueca.

***

PD. ¡Las vidas de esos jóvenes de Samaniego valen una cancha de fútbol! ¿Esto no es tocar fondo?

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