Columnistas
¡Chóquelas!
Invito tanto a los empresarios como a sus gremios empresariales, a los trabajadores y a sus organizaciones sindicales a romper las cadenas que los tienen atados al pasado...
En un país tan polarizado, lleno de odios y descalificaciones como desafortunadamente sucede en Colombia, la expresión ‘chóquelas’ coloquialmente significa el arte, entre dos o más personas, de darse las manos para cerrar un acuerdo sobre uno o varios temas. Ese encuentro de manos, cuando se da, obliga a respetarse, entenderse y cooperarse en medio de las diferencias que existan o que hayan existido. En otras palabras, implican un compromiso.
Para hacer realidad la expresión ‘chóquelas’, los seres humanos tenemos que aprender el arte de dialogar y cooperarnos entre diferentes, mucho más si estamos bajo un mismo techo, llámese Colombia, región, municipio, empresa, centro escolar o familia. La palabra odio refleja todo lo contrario al respeto, entendimiento y sentido de cooperación que implica la expresión ‘chóquelas’.
El diálogo, el respeto, la cooperación no solo son la base de la paz, de la reconciliación nacional, sino también para la existencia de la diplomacia, de la democracia y de una nueva cultura en las relaciones laborales.
Esa nueva cultura en las relaciones laborales debe partir de la concepción que toda empresa es una casa común donde mínimo conviven pacíficamente y diariamente, durante ocho horas, empresarios, directivos y trabajadores de empresas grandes, medianas o pequeñas.
Esa realidad es la que obliga a diario a los empresarios y directivos a dialogar con los trabajadores, a respetarse recíprocamente como ciudadanos con derechos, pero ante todo a colaborarse y entenderse por la sencilla razón de que no existe ley divina o natural que garantice la perpetuidad de las empresas. Y si se acaban, se acaban también los empresarios, los trabajadores, los sindicatos y, al final de cuentas, quienes pierden son el empleo, los ingresos estatales y la economía de cualquier país.
Volviendo al caso colombiano, y ahora que son tan frecuentes los discursos de los odios y del miedo como si estos fueran la condición para ser un buen gobernante, político, empresario o sindicalista, es bueno invitarlos, tanto a unos como a otros, a que estudien la posibilidad de mostrar públicamente diversas experiencias de buenas prácticas laborales y de responsabilidad social empresarial que actualmente existen en muchas regiones de Colombia y que por miedo a los odios de clase o por falsas modestias no se muestran, olvidándose que en el mundo de hoy lo que no se muestra no existe.
En esa perspectiva y por mi propia experiencia en los temas sindicales y de Estado, invito tanto a los empresarios como a sus gremios empresariales, a los trabajadores y a sus organizaciones sindicales a romper las cadenas que los tienen atados al pasado y se atrevan a contar sus propias historias de diálogo y entendimiento en la diferencia, realidad que ha sido la base para el crecimiento de muchas empresas y el bienestar de millones de trabajadores, siempre bajo la premisa de que si a los empresarios les va bien es apenas natural que a los trabajadores, como a las comunidades que viven alrededor de las empresas, también les vaya bien.
En ese camino, y a fin de contribuir a la democracia en Colombia, invito a los diversos medios de comunicación, entre ellos el diario El País de Cali a que, conjuntamente con las Cámaras de Comercio, se organice en Cali un diálogo social nacional sobre la importancia que tiene para Colombia, la existencia de una nueva cultura en las relaciones laborales. Y para que los momentos en que digamos ‘chóquelas’ sean los que más primen en nuestras relaciones como seres humanos.
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