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Dignidad o economía

Es increíble cómo la confusión de ideologías, valores, comportamientos tóxicos, fantasmas mentales, ignorancia y creencias, generan una sensación de impotencia absoluta.

28 de enero de 2025 Por: Gloria H.
Gloria H.
Gloria H. | Foto: El País.

Con dignidad no se come, pero este valor sí contribuye a reafirmar empoderamiento personal. Es una bocanada de energía que genera seguridad y valoración porque es un mérito que, teóricamente, respetan todas las culturas. La dignidad te da identidad, te da estatus de humano, de persona. Es como si algo interior creciera para hacerte más grande y más seguro. Puede que con el correr de los días esa fuerza se vaya apagando, pero es obvio que al inicio te da la energía suficiente para resistir, para encarar, para reclamar. No hacerlo es denigrante…

No tener dignidad es una debacle interior donde quedas peor frente a ti mismo que frente a los demás. Se afecta la salud mental. Sentir vergüenza de uno mismo por cobardía, sumerge en una descalificación personal lastimosa. La sangre hierve cuando se detecta una injusticia o un abuso, que en definitiva es un ataque a la dignidad. Es como si te salieras del mundo material y solo quedas a merced de una emoción que te hace gigante y capaz. Vivir con dignidad o vivir sin ella, ¿qué escoges?

Si al dios no se le coloca contrapeso, los abusos son infinitos. Es increíble cómo la confusión de ideologías, valores, comportamientos tóxicos, fantasmas mentales, ignorancia y creencias, generan una sensación de impotencia absoluta. Como si te arrebataran los referentes que daban cierta seguridad: esto es blanco, esto es negro. Yo lo veo así, pero tú lo ves diferente.

¿Entonces cómo convivir desde la diferencia, respetando la diversidad? Pareciera hoy por hoy que el mayor enemigo de nuestro mundo es la pluralidad. La necesidad de rebaño y manada se volvió prioritaria. Aún más, es una estrategia de sobrevivencia. O te adaptas o quedas por fuera. ¿Qué tan peligroso se volvió pensar y tener criterio propio? ¿Por qué estamos temerosos de disentir del poder, con razón o sin ella?

Es como si se le declara la guerra a todos aquellos que piensan distinto, como si te sintieras en peligro por tener la osadía de no encajar. Todo aquello que se salga de lo esperado, de lo ‘normal’, de lo ‘aceptado’ está sujeto a ser atacado, a ser agredido. Como si el mundo hubiera regresado a las épocas de un solo criterio, una sola mirada, una sola verdad.

Creí que habíamos ganado con la pluralidad, pero un prepotente intenta ‘devolver’ a la humanidad a épocas de oscurantismo. Pero qué paradoja, un atropellador, un abusador, puede lograr el efecto totalmente contrario. Es como si hubiera ofendido a muchos, como si se sintiera el ardor que produce un abuso, un agravio por asustar, por aplastar, cuántos anti-gobierno están apoyando ahora al Presidente (representante de su patria) que no obedeció, donde optó por la dignidad por encima de la amenaza.

La injusticia arde y hoy más de un compatriota está ofendido… no hay derecho al atropello para combatir otro supuesto atropello. ¿Acaso se envolató el valor de la condición humana? ¿Qué somos: rebaño, manada, montón, bultos, desperdicio? ¿Lo económico es más importante que la dignidad?

Es claro que es una época caótica donde lo más complejo es ser coherente. La confusión brota por todo lado y lo diferente se yergue como un monstruo que hay que aplastar. Hay que obedecer, acatar, volverte robot, si intentas sobrevivir en el imperio del dios. Lo delicado es que este regreso al oscurantismo nos muestra qué tan poco hemos cimentado verdadero valores de respeto por la diferencia. ¿Estamos obligados a repetirlo?

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