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¿David contra Goliath?

Lo sucedido con nuestro presidente, al querer expresar esa indignación, creo debió haber sido pensado de mejor manera...

28 de enero de 2025 Por: Diego Arias
Diego Arias, columnista
Diego Arias, columnista. | Foto: El País

El reciente rifirrafe entre el gobierno de Gustavo Petro y el de Donald Trump en torno del tema de la repatriación de connacionales a Colombia, ha dado para todo: desde memes, chistes y especulaciones, hasta discusiones muy serias sobre las implicaciones que ya tuvo y los ecos que, sin duda, tendrá a futuro.

Este es apenas el comienzo de una relación política intensa con implicaciones en los terrenos económico, militar, de seguridad y otros, que va a ser muy difícil de llevar armónicamente.

Hay asuntos de forma, otros de fondo y otros que están a la mitad. Por ejemplo, el señor Presidente tiene todo el derecho a tener una parte de su tiempo como vida privada (lo cual debe ser sagradamente respetado), pero cabe la pregunta: ¿Qué hace nuestro primer mandatario a las 3:00 a. m. de un día domingo, desde un lugar desconocido (aunque eso es lo de menos), direccionando desde la red social X y casi que improvisadamente (sin consulta con su equipo de gobierno) la política internacional del país, y específicamente con los EE. UU.?

Yo no eludo asuntos problemáticos que ya están en discusión, comenzando por el repudio a la política migratoria del nuevo gobierno norteamericano, que incluye deportaciones masivas de ciudadanos y familias enteras de distinto origen que han migrado hacia ese país en busca de oportunidades, y que en su mayoría puede que estén en una condición irregular, pero eso es muy distinto de asumirlos y tratarlos bien como delincuentes o como seres humanos de segunda. Con independencia de militancias políticas e ideológicas, debe convenirse en que las imágenes de miles de migrantes, subidos esposados a aviones militares, para ser devueltos a sus países de origen, dan cuenta de un acto degradante que desdice mucho y socava gravemente los atributos de nuestra humanidad compartida.

En este repudio creo que podemos estar de acuerdo muchos, en Colombia y en el resto del mundo. Pero lo sucedido con nuestro presidente, al querer expresar esa indignación, creo debió haber sido pensado de mejor manera. Le habló duro al presidente de la mayor potencia mundial, pero al final queda la sensación de que le tocó ‘recular’.

Eso de no autorizar el aterrizaje de dos vuelos en que venían compatriotas, no salió bien. Si de lo que se trata es de restaurar la dignidad de estos colombianos y colombianas, mucho es lo que pudo haberse hecho (y se podrá hacer) una vez pusieran sus pies en nuestro territorio.

Algunos sugieren no meterse en problemas con el Tío Sam, abandonando cualquier consideración ética mínima y de respeto en la relación, y proponiendo a cambio un enfoque más práctico, que casi siempre termina siendo el de privilegiar solamente los intereses económicos y los negocios. Se escucha entonces como consejo algo del tipo, “no hagamos enojar a Donald Trump porque siempre llevaremos la de perder”, razonamiento que creo, es inaceptable.

Son tiempos de más turbulencia global a los que aporta, y de qué manera, Donald Trump. Y no solo están en juego asuntos como las libertades democráticas, sino la permanencia de lo que se llama el Estado de derecho y el futuro colectivo en un asunto crítico como el Cambio Climático.

Para buena parte del mundo, Donald Trump es una enorme amenaza para la humanidad y no solo para el actual orden mundial. Algunos creen que como dice el refrán popular, ‘perro que ladra no muerde’, pero esta no es la circunstancia, y con el caso colombiano de los migrantes no solo nos mostró los dientes a nosotros, sino que fue la ocasión perfecta para mostrárselos al mundo.

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