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De los bancos a las bancas

Ante el deterioro de mi tarjetica débito que tenía más presencia una boleta de captura, debí ir a uno de esos bancos de nombre raro y fui recibido por una antipática funcionaria...

20 de diciembre de 2024 Por: Mario Fernando Prado
Mario Fernando Prado
Mario Fernando Prado. | Foto: El País.

Detesto a los bancos, más no a los banqueros, que son buenísimas personas, con las excepciones que no faltan hasta en los ministros, Dios. Y por estas épocas pienso en los exbanqueros que, cuando tenían poder, sus oficinas se llenaban de óvolos y no sabían qué hacer con tanto interesado regalo que recibían más que para darles las gracias, para que hicieran favores en el año siguiente. Hoy -y esa es la vida-, ‘naides’ se acuerda de ellos y les toca ir a comprar whiskicitos baratos en D1.

Pero volviendo a los bancos, antes cuando me tocaba ir a esos lugares, me encontraba con un personal divinamente vestido, me ofrecían tinto y me sentaban en abullonados sofás de cuero -a pesar de que mi categoría económica no daba para tanto- y así me estuvieran clavando, uno se sentía de lo más bien.

Por obvias razones, dejé de ir a esos establecimientos cuando comprobé que todo ese boato se pagaba con la platica que uno les consignaba y con la usura en los intereses que les pagaba, limitándome ahora al debajo del colchón, a los cajeros y a las transferencias.

Sin embargo, y ante el deterioro de mi tarjetica débito que tenía más presencia una boleta de captura, debí ir a uno de esos bancos de nombre raro y fui recibido por una antipática funcionaria que me dijo que utilizara el código QR, y que para ser atendido, debía tomarle una foto a un dibujo que parecía un laberinto, y que me daban un papelito con un número que aparecería en lo que yo creí que era un televisor y resultó siendo una pantalla, y que mientras esperaba, me sentara en una despedidora e incómoda banca, atento a que apareciera mi número.

Esperé una eternidad hasta que por fin me direccionaron a la casilla cinco, donde fui atendido por una funcionaria que no cesaba de mirar su celular sin unos ‘buenos días’, un ‘a sus órdenes’, un ‘estamos para servirle’. Nada de eso. Al grano.

Me demoraron una hora en expedirme la maldita tarjeta y un estado de cuenta, y yo allí parado como un —¿puedo decir la palabra?- huevón, sin siquiera un vaso de agua.

Como lo mío fue demorado, alcancé a escuchar que las personas que estaban esperando después de mí, comenzaron a protestar y con toda la razón, pero... ¿qué más podía hacer yo?

Cuando por fin terminé ese martirio, pedí un sobre para los papeles que me dieron, y me dijo la muchachona que ya no manejaban sobres, ofreciéndome uno ya usado con el rótulo de la Dian, el cual rechacé para no atraer malas energías.

Ah, y cuando iba saliendo, recordé que debía pedir una certificación que me había pedido mi contadora, y ahí sí me hice el -¿puedo repetir la palabra?- huevón, jurando no volver a esas bancas que alguna vez fueron bancos.

***

Posdata: Inmerecidamente, el alcalde Álvaro ‘Pando’ Eder Garcés, me confirió la Medalla al Mérito Periodístico en la Máxima Categoría ‘Jorge Zawadski’, durante la ceremonia de los reconocimientos del Premio de Periodismo Alfonso Bonilla Aragón, en la noche del pasado miércoles.

Como diría don Pedro Vargas, “muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido”.

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