Caricatura de paro
Las momias que encabezan el Paro parecen estar más desconectadas de la realidad nacional que muchos de nuestros políticos. Y, aturdidas por el éxito que tuvo la convocatoria del 21N, han pretendido poner contra las cuerdas al Gobierno y a la institucionalidad.
Garantizar la presencia de artistas nacionales en la realización de eventos financiados con recursos públicos; realizar periódicamente investigaciones, generar información estadística y pedagogía asociada al VIH Sida; retiro de Colombia de la Ocde; aumento del 2 % en el presupuesto de cultura; replantear y modificar la doctrina militar y la política de defensa...
Aunque usted no lo crea, esas son algunas de las 104 exigencias planteadas por el Comité de Paro como requisito para cesar las movilizaciones que vienen impulsando desde el 21 de noviembre. La mayoría de ellas son irrealizables, absurdas, desproporcionadas o, simplemente, ridículas.
Con lo cual, el Comité terminó caricaturizando el Paro Nacional que previamente desvirtuaron al pretender prolongarlo indefinidamente.
Así lo han manifestado incluso personas que venían respaldando con entusiasmo las movilizaciones, como Daniel Samper Ospina, que en su cuenta de Twitter afirmó que los organizadores del paro “piden cosas tan variadas, que van a terminar diluyendo las solicitudes importantes: hay que aterrizar cosas concretas que signifiquen una agenda, no sumar y sumar pedidos sin eje ni estructura”.
Las momias que encabezan el Paro parecen estar más desconectadas de la realidad nacional que muchos de nuestros políticos. Y, aturdidas por el éxito que tuvo la convocatoria del 21N, han pretendido poner contra las cuerdas al Gobierno y a la institucionalidad.
Pero Iván Duque les resultó gallito y no cayó en el juego que ellos pretendían: en lugar de responder de una forma impulsiva al desafío que le plantearon quienes quieren desestabilizar el país, Duque les respondió con firmeza y serenidad. Resultado, la protesta ha ido perdiendo fuerza y muchos de los que al principio la apoyaron terminaron por condenarla, hartos de los bloqueos y de los actos vandálicos que los extremistas han organizado.
Y las propias momias sindicalistas le dieron el tiro de gracia a las protestas con este petitorio absurdo. La gran mayoría de esas exigencias no las puede satisfacer el Gobierno, así quisiera: la doctrina militar del Estado es innegociable y le corresponde dictarla y hacerla respetar al Jefe de ese Estado y a las Fuerzas Militares. A nadie más.
Lo propio ocurre con la vinculación a la Ocde, que gestionó el anterior gobierno, y que es de vital interés para la economía del país por cuanto lo obliga a asumir unas prácticas que garantizan la estabilidad macroeconómica. Y así ocurre con muchos de esos 104 puntos.
Ese pliego de peticiones parece un plan de gobierno, con un claro sesgo ideológico, que quieren imponer unas minorías por la puerta de atrás y sin contar con el apoyo mayoritario de los colombianos. Si quieren implantar el modelo de Estado que se trasluce de ese pliego, en lugar de pretender que lo aplique un gobierno que llegó al poder con un modelo muy diferente, tienen es que convencer a los colombianos de que eso es lo que les conviene.
Es un exabrupto que con el chantaje de los paros pretendan obligar a un gobierno -que aunque suene a pleonasmo, se ganó el derecho a gobernar en las urnas- a implantar en el país un modelo de Estado en el que no cree.
Si hay algo más peligroso que la dictadura de las mayorías es la dictadura que esas minorías quieren establecer a punta de cacerolazos, de bloqueos, de twitters y de sembrar el pánico en la población.
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