El piropo, ¿un delito?
Estos piropos se podrán tildar de cursis, pero de agresivos, nunca. Y, hasta donde sé, ser cursi no figura en el código penal.
Diego Martínez Lloreda
2 de jun de 2022, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:43 p. m.
“Cualquier tipo de piropo es una agresión sexual”.
Esa sentencia la soltó, sin despelucarse, una integrante de la redacción de este diario, en uno de nuestros habituales comités.
Yo, piropero viejo que soy, me quedé de piedra. Y lo peor es que pensé que quien pensaba eso era ‘un caso aislado que no comprometía la institución’.
Entonces, decidí realizar un sondeo entre las integrantes de la redacción, en su mayoría mujeres muy jóvenes, con la seguridad que me darían la razón en mi defensa del piropo.
Para mi sorpresa, el sondeo quedó diez a dos. Es decir, diez de las mujeres consultadas coincidieron en que el piropo sí era una forma de agresión, mientras dos, mayorcitas ellas, manifestaron que les encantaba que las piropearan.
Y no se crea que esta inmensa minoría está integrada por damas poco agraciadas que nunca han inspirado un buen piropo. No, ambas son muy piropeables.
Para comenzar mi defensa del piropo, me remitiré a la definición que da la Real Academia de la Lengua: “Dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”.
Para comenzar, el piropo no es exclusivo de la mujer. Los hombres también podemos recibirlos. Y yo nunca me molestaría porque alguna dama me pondere los ojos, la sonrisa o el caminado.
La palabra clave de la definición de la Academia es PONDERAR. Es decir, el verdadero piropo está destinado a exaltar la belleza de alguien. Sea este alguien conocido o desconocido.
Las opositoras del piropo lo condenan con el argumento que es algo que ellas no han pedido. De ser así, le estaríamos dando sepultura no solo al piropo, sino al romanticismo en sí: uno no podría enviarle a una dama que le gusta unos chocolates o unas flores, porque ella no lo ha pedido.
Lo que hay que hacer, en lugar de buscar el exterminio del piropo, es diferenciar entre este y un comentario vulgar. Decirle una vulgaridad a una mujer en la calle, o en la oficina o donde sea, no tiene nada que ver con el piropo, que, recuerden, lo que busca es PONDERAR.
Esos comentarios de mal gusto, dichos con lascivia, sí son una forma de agresión y no tienen nada que ver con el ingenio, la sutileza y la picardía respetuosa que implica un piropo.
Por fortuna, a muchas mujeres les encanta que las piropeen. Incluso, tengo una amiga que cuando está baja de autoestima, se pone sus mejores galas y pasa por enfrente de una construcción y la avalancha de piropos no se hace esperar.
Para terminar, les voy a dejar unos ejemplos de piropos, para que los usen cuando se requiera, con la seguridad que nadie los demandará por lanzarlos:
Quisiera ser reloj para ser el dueño de tu tiempo.
¿De qué juguetería te escapaste, muñeca?
¿Cuándo caíste del cielo, angelito?
Si Adán por Eva se comió una manzana, yo por ti me como una frutería.
Si ser bella fuese delito, te darían cadena perpetua.
Apuesto a que te llamas Google: tienes todo lo que busco.
Si los besos transmiten gérmenes, yo contigo sí empiezo una epidemia.
Estos piropos se podrán tildar de cursis, pero de agresivos, nunca. Y, hasta donde sé, ser cursi no figura en el código penal.
Sigue en Twitter @dimartillo
Diego Martínez Lloreda
El único oficio que Diego Martínez ha desempeñado y desempeñará es el de periodista. Reportero desde 1984 y columnista desde 1995, fue fundador del programa radial Oye Cali, colaborador de El País de Madrid y miembro del jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Lideró el equipo que obtuvo ese galardón en el 2008, en la categoría mejor cubrimiento de una noticia. En el 2011, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar al periodista del año.
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