¿Periodismo, no futuro?
Estos influencers son una caricatura de un buen periodista. Su misión parece limitarse a promocionarse a ellos mismos, para sumar seguidores, al costo que sea.
Esa es la pregunta que me surgió ayer, con motivo de la celebración del día del “oficio más bello del mundo”, como lo denominó Gabriel García Márquez. La pregunta es válida ante la irrupción de las redes sociales y de los famosos influencers, algunos de los cuales tienen más audiencia que la mayoría de los periodistas.
Estos influencers son una caricatura de un buen periodista. Su misión parece limitarse a promocionarse a ellos mismos, para sumar seguidores, al costo que sea. En el caso de las mujeres, mostrando sus voluptuosidades y poniendo mensajes provocadores y en el de los hombres haciendo payasadas.
A diferencia de los influencers, los periodistas debemos tener claro que la noticia y los protagonistas de la mismas no somos nosotros. Por desgracia en los últimos años, este principio se ha distorsionado y algunos colegas asumieron el rol de influencers y se dedican a promocionarse a ellos mismos.
Eso ocurre todos los días, por desgracia. Las vedettes de las emisoras radiales se olvidan que en una entrevista el periodista es solo un facilitador para obtener del entrevistado la mayor información posible. Terminan convirtiéndose en los protagonistas de la entrevista con sus preguntas rebuscadas o irreverentes y dejan en un segundo plano al entrevistado, el verdadero protagonista.
Mejor dicho, les interesa más que a sus audiencias les queden grabadas sus preguntas que las respuestas del entrevistado.
Otro problema grave que afecta al periodismo contemporáneo es la sobredimensión que ha adquirido el periodismo de opinión, en perjuicio del periodismo de información. Los grandes “periodistas” del país, muchas veces ni siquiera ejercen ese oficio. Son columnistas de medios escritos o panelistas de la radio o la tv. que opinan de lo divino y lo humano, pero son incapaces de informar sobre nada.
La culpa en realidad no es de ellos sino de las audiencias que, en lugar de formarse su propia opinión sobre los hechos, prefieren que otros opinen por ellos, que es más cómodo.
Pero, hoy por hoy, la mayor amenaza para el ejercicio periodístico es la tiranía tecnológica. Un joven periodista de hoy sabe hacer videos, editar, hacer podcast, entrevistar, tomar fotos. Pero no tiene la menor idea sobre la historia de su ciudad o país. O pregúntele a alguno de esos muchachos quién fue Jorge Eliécer Gaitán, Alberto Lleras, Laureano Gómez o Carlos Holmes Trujillo.
Debido a esta ignorancia, a muchos de los jóvenes comunicadores les cuesta entender la realidad y mucho más explicarla (para entenderla hay que conocer dónde y cómo se originó). El fenómeno de la guerrilla, por ejemplo, no se puede entender si no se conoce lo que fue el Frente Nacional.
La mayor distorsión derivada del deslumbramiento y la confusión que han generado las redes sociales y las nuevas tecnologías, radica en que el periodismo ha querido asimilarse a ellas y asumir su liviandad y estridencia. Lo que tiene que hacer el periodismo para sobrevivir es todo lo contrario: volver a su esencia, recuperar los principios de veracidad y rigor que siempre lo rigieron y no dejarse cegar por esa pirotecnia tecnológica.
El periodismo perdurará en la medida en que en lugar de ser un instrumento de las nuevas tecnologías, las use para cumplir su misión, que hoy como ayer es destapar la verdad y denunciar a quienes quieren acallarla.
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