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Una minga caprichosa

Los líderes de la minga que paralizó la principal vía del suroccidente colombiano desde hace 15 días, aseguran que la suya es una protesta pacífica.

21 de marzo de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Los líderes de la minga que paralizó la principal vía del suroccidente colombiano desde hace 15 días, aseguran que la suya es una protesta pacífica.

Me da pena con esos caciques, pero su protesta tiene de todo menos de pacífica. Para empezar, es una agresión flagrante contra los habitantes de Nariño y Cauca que cada vez que les da la gana bloqueen la única vía que comunica al sur con el centro del país.

Al punto de que en los últimos años, según la valerosa Presidenta de la Cámara de Comercio del Cauca, la vía ha sido bloqueada en ¡64 ocasiones!

La violencia tiene muchas caras y la peor de ellas es la pasiva. Como la que ejercen los indígenas. O al menos parte de ellos, porque otra parte sí pasa a la violencia activa y se enfrenta a las autoridades, no precisamente con caucheras. En uno de esos enfrentamientos perdió la vida el patrullero Boris Benítez. Al que o le dispararon indígenas o alguien que ellos encubren porque las balas no cayeron del cielo.

Pero el solo hecho de atravesar en la vía rocas inmensas y alambre de púas y luego sentarse encima de esa barrera con cara de chamán es de una violencia infinita. Tan agresiva es la actitud de los indígenas que ni siquiera tienen claro a qué se debe el bloqueo. Han expuesto toda clase de razones: desde la muerte de peces en Hidroituango o las objeciones a la JEP, hasta presuntos incumplimientos a promesas hechas por gobiernos anteriores.

Basta fijarse en quién es el líder máximo de la minga, para desconfiar de las reinvindicaciones que plantean. Se trata de Feliciano Valencia, condenado por el Tribunal Superior del Cauca a 18 años de cárcel por el delito de secuestro. Valencia fue hallado responsable de haber secuestrado a un militar, quien cometió el ‘grave’ delito de adentrarse en el resguardo La María. Como sanción por ese ‘crimen’, Valencia, líder del resguardo, resolvió retenerlo y aplicarle 20 latigazos.

En cualquier lugar del mundo, Valencia se hubiera podrido en la cárcel por agredir a un miembro de la Fuerza Pública, pero aquí la Corte Constitucional resolvió exonerarlo de la condena que le aplicó el tribunal caucano, con el insólito argumento de que esa agresión “fue un acto jurisdiccional de las comunidades indígenas”. Por eso estamos como estamos.

Ese tipo de decisiones judiciales, a todas luces discriminatorias, envalentonan a los indígenas y los animan a cometer toda clase de atropellos, porque ellos saben que la Justicia los trata pasito. Como ellos son indígenas e invocan a la madre tierra y a la pacha mama, poniendo cara de corderos degollados, nadie los puede tocar.

También queda claro, ante la exigencia de los indígenas de que el Presidente se presente en la zona como requisito para levantar el bloqueo, que la motivación que hay tras esta protesta es medirle el aceite al Gobierno.

Lo que quieren mostrar es que son capaces de arrodillar al Estado y de someter al Presidente a la humillación a la que ya sometieron a la Ministra del Interior, cuando acudió a dialogar con los indígenas. Por eso, por ninguna razón Duque puede aparecerse por esos lares. Eso constituiría una verdadera capitulación del Estado.

Urge solucionar esa situación cuanto antes. Pero tan importante como eso es que la forma como se resuelva no dé pie para que a la vuelta de unos meses se repita. A los indígenas les debe quedar claro que con este tipo de agresiones no pueden materializar sus deseos, sean estos caprichosos o no.

Sigue en Twitter @dimartillo

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