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El planeta inhóspito

“Es peor, mucho peor, de lo que imaginas”. Con esta poderosa frase comienza ‘El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento’.

Gerardo Quintero

18 de mar de 2020, 11:45 p. m.

Actualizado el 26 de abr de 2023, 10:35 a. m.

“Es peor, mucho peor, de lo que imaginas”. Con esta poderosa frase comienza ‘El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento’, un libro publicado el año pasado por el experto en cambio climático David Wallace-Wells, y que hoy en estos tiempos de angustia ‘coronavírica’ se muestra como un anticipo del cobro que hoy nos hace la casa común.

Dos años antes de la publicación del libro, Wallace había escrito para la revista New York Magazine un riguroso artículo, en el que usando toda la evidencia científica posible, demostraba las devastadoras consecuencias de la crisis climática si no se hace nada por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global.

Es el retrato de una pesadilla planetaria que aunque muchos traten de esconder es una realidad. El colapso de los casquetes glaciares, la escasez de agua, la advertencia de que el cinturón ecuatorial será demasiado caluroso para vivir en él, olas de calor extremas más largas y más mortíferas. Solo con dos grados más de temperatura, el mundo se vería sometido a un colapso y ya nada será como lo conocimos.

La pandemia que hoy vivimos es un llamado de ese planeta, de esa madre, que ha sido expoliada, que ha quemado sus bosques, ha acabado con su fauna y con su flora. Aumento del nivel del mar de hasta un metro, acidificación del océano, desaparición de glaciares, temperaturas récord mes a mes, sequías interminables, tormentas e incendios cada vez más habituales, desplazamientos forzosos por catástrofes climáticas, más hambre en el mundo, pandemias que se expanden por el Planeta… La lista de los desastres del cambio climático que ya estamos padeciendo es larga.

Emergencias como las que hoy nos acosan no deben ser vistas como extraños accidentes o explicadas a través de teorías conspirativas traídas de los cabellos. Aquí lo que hay es un grito de un planeta que también sabe poner las cosas en orden. Que les recuerda a sus soberbios ‘visitantes’ que a pesar del impacto acaecido, el Planeta es más fuerte. El Homo Sapiens pasará y el Planeta persistirá como dador de vida.

Como acertadamente lo escribió William Ospina el domingo en El Espectador, “Todo viene a recordarnos que podemos vivir sin aviones, pero no sin oxígeno. Que los que más trabajan por la vida y por el mundo no son los gobiernos, sino los árboles. Que la felicidad es la salud, como quería Shopenhauer. Que, como dijo un latino, la religión no es arrodillarse, rezar y suplicar, sino mirarlo todo con un alma tranquila.

Que si los humanos trabajamos día y noche por enrarecer la vida, por intoxicar el aire, por arrinconar al resto de los vivientes (…) el mundo tiene un saber más antiguo, un sistema de climas que se complementan, de vientos que arrasan, de catástrofes compensatorias (…)”.

Quedarnos en casa, redescubrir el poder de la familia, volver a conversar con nuestros hijos, maravillarnos con una puesta del sol, dar gracias por respirar aire puro, vivir con lo mínimo, como hacían nuestros viejos. Tal vez todo esto sea una enseñanza para que volvamos a lo básico. Ojalá, parafraseando al propio Ospina, no sea tarde para el hombre.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

Gerardo Quintero

Comunicador Social, egresado de la Universidad Autónoma de Occidente. Periodista por pasión y convicción. Cali, la ciudad de sus ancestros, que ama y sufre por igual. Sus escritos son la trinchera desde donde cuestiona, critica o también aplaude las buenas iniciativas. Sueña con una ciudad más justa, educada, cívica, segura e incluyente.

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