Oposición, o posición
Fue muy interesante cómo quedó la escena política la semana pasada, pues por fin los partidos políticos se estaban portando como tales
Fue muy interesante cómo quedó la escena política la semana pasada, pues por fin los partidos políticos se estaban portando como tales, con las recompensas y consecuencias del caso. En el trámite del proyecto de reforma a la salud el gobierno mantuvo su posición de una transformación radical del sistema propuesto por la Ministra de Salud, los partidos de oposición anunciaron su voto en contra y unos partidos de la coalición de gobierno dijeron que no acompañarán la reforma si no se incluían las líneas azules de los conservadores, rojas de los liberales, atornasoladas del partido de la U; rebeldía que el gobierno ripostó pidiendo las renuncias de los viceministros de esos partidos.
Así es como deberían ser las cosas, un partido gana para llevar adelante un programa, no importa la diferencia del triunfo, gana y gobierna con su gente. El que pierde hace oposición porque independientemente del margen de su derrota, es derrota. En Colombia la doctrina Maturana ha llevado a que el que pierde gana, con la entelequia de que hay que “oír la voz” de los vencidos para exigir que las propuestas que fueron derrotadas en las votaciones terminen aprobadas como si hubieran ganado. Así ha pasado con la consulta anticorrupción de 2018.
Gustavo Petro ganó con una coalición que se armó en segunda vuelta con los partidos que conformaron el Pacto Histórico y con la Alianza Verde, hubo una realineación de fuerzas para la segunda vuelta, en la que, recordemos, César Gaviria como líder liberal y Omar Yepes como cabeza conservadora se fueron con Rodolfo Hernández. La U dejó en libertad a sus parlamentarios.
La anomalía sucedió cuando vencida la coalición de Hernández, liberales y conservadores no hicieron parte de la oposición, sino que fueron aterrizando en la coalición de gobierno de una manera bastante suave, tanto más cuanto mejor consolidaban una cuota en la burocracia del gobierno que dirigiría el Pacto Histórico. Lo justificaron con un supuesto acuerdo, unas líneas de colores, inamovibles porque hacían parte de su identidad, obviamente. Ninguno de esos partidos pasó por alto que en 2023 habría elecciones regionales difíciles de acometer sin acceso a la burocracia del sector central del Ejecutivo.
En el triple salto mortal hacia atrás con giro en el segundo de los conservadores y los liberales para pasar sin solución de continuidad de la coalición derrotada a la ganadora, no estamos viendo partidos sino organizaciones gestoras de burocracia.
En este sainete, solo el Pacto Histórico y la Alianza Verde de un lado, y el Centro Democrático y Cambio Radical del otro, han sido consecuentes con sus líneas políticas. De resto están jugando a presionar al gobierno con el voto que por ser coalición deberían darle. La negativa suena más a que no quieren asumir riesgos entre sus electorados, o les cuestan patrocinios de sectores que podrían verse afectados por esas reformas y están perdiendo capacidad de maniobra porque la Ministra de Salud ya los ha dejado tres veces esperando ver sus líneas en el proyecto y el presidente la ha apoyado sin ambages.
Pudieron haberse declarado independientes y sobre la marcha decidir qué apoyaban y qué no, pero eso no les garantizaba burocracia. Al definirse como partido de gobierno, ese espacio de libertad desapareció y deben actuar como coalición de gobierno, pero sus líderes transigieron identidad política por burocracia.
Imaginemos que el gobierno les incluyera todas sus propuestas y les quitara todos sus ministerios. Eso sí que sería un cambio, ver a Gaviria, Cepeda y Toro respaldar al gobierno sin burocracia de contrapartida, sólo por sus líneas de colores.