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Un retrovisor borroso

Que seis meses después de posesionado el Presidente, su explicación preferida sea el simplismo del espejo retrovisor es inquietante

19 de febrero de 2023 Por: Vicky Perea García

A medida que avanzan los periodos presidenciales, echar el agua sucia hacia atrás es cada vez menos creíble. En Colombia evaluamos los primeros 100 días de la gestión de un presidente entrante, un mojón para saber cómo actúan los nuevos gobiernos, pues se espera que empiecen a funcionar en forma luego de un término prudencial, en el que muchos procesos que vienen de atrás se siguen manifestando. Pero en la medida en que pasa el tiempo, estar mirando por el retrovisor se torna ineficaz y contraproducente, causando más problemas de los que resuelve.

El caos institucional al que el presidente Gustavo Petro lanzó sin consideración al país y concretamente a Bogotá, por la ideologización del tipo de sistema de metro que él cree en su muy personal criterio que necesita la ciudad, es una muestra de eso. Por fuera de Colombia no entienden por qué si uno quiere montarse en un metro subterráneo es de izquierda y progre, pero si es elevado es de derecha. Pero Petro tiene su polémica con el exalcalde Enrique Peñalosa y eso es superior al interés y la necesidad de los bogotanos de tener un metro.

Otra prueba es la pelea que le armó a la empresa barranquillera Triple A, saqueada sin compasión gracias a una pequeña modificación contractual que hizo el exalcalde Bernardo Hoyos, aliado de Petro, para favorecer a unos españoles. En ese caso el retrovisor de Petro no alcanzó a enfocar a su aliado político, sino a las últimas alcaldías que han dado la pelea para recuperar los recursos saqueados gracias a cambio del ‘articulito’ en la alcaldía de Hoyos.

Con el deslizamiento de la vía en Rosas que aisló al suroccidente del país, Petro salió a decir que la culpa la tenían “unos gobiernos”, no dijo cuántos hacia atrás, que construyeron carreteras “sobre placas tectónicas”. Alguien le hizo caer en cuenta que todos los continentes descansan sobre placas tectónicas y que quizás quiso decir fallas geológicas.

Cuando la ministra Irene Vélez se enredó por mezclar datos para crear una ilusión sobre una mayor disponibilidad de reservas de hidrocarburos, Petro salió a defenderla diciendo que Vélez no era responsable de la pérdida de 70.000 millones. El típico caso de peras y manzanas para escurrir el bulto.

La chupeta grande hasta ahora es la explicación del Presidente sobre las arengas de los indígenas que ocuparon las escalinatas del capitolio, que con claridad se dirigían a la vicepresidenta Francia Márquez para que los ayudara “a vivir sabroso”. Petro trinó que los indígenas protestaban realmente contra un gobierno de hace 17 años que firmó un contrato con el Fomag. Pero realmente los indígenas protestaban en este gobierno y contra él, porque les tocó llegar al capitolio luego de tres semanas de pedir citas sin ser oídos.

Que seis meses después de posesionado el Presidente, su explicación preferida sea el simplismo del espejo retrovisor es inquietante porque como todos sabemos, las cosas en la distancia pierden fidelidad en su reflejo en los espejos y la realidad deja de ser representada, para ser suplantada por la creencia.

El afán del Presidente de echarle la culpa a gobiernos terminados entre hace 6 meses y 20 años indica incapacidad de gestión, que deteriora la confianza de los gobernados. La gente cada vez menos se come el cuento que los descaches de hoy son culpa de un presidente de hace 17 años y la imagen en el retrovisor es cada vez más turbia. Mientras en la Casa de Nariño, el “cómo me veo” empieza a ser más importante que el “cómo soy”.

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