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Llegó Gaviria

Alejandro Gaviria se presenta como un ‘outsider’, que es como los anglosajones denominan a los políticos que se apartan de las líneas tradicionales en un determinado país o momento histórico.

9 de septiembre de 2021 Por: Jorge Restrepo Potes

No me atrevo a decir que el desembarco de Alejandro Gaviria con la pretensión de alcanzar la presidencia en 2022 sea un fenómeno de dimensiones colosales, como muchos lo han visto, pero sí sé que constituyó un sismo de mediana intensidad, digamos de 6 puntos en la ominosa escala, que lo sitúa entre temblor y terremoto.

Y eso porque el solo anuncio de descender de sus ‘riscos universitarios’, como expresó en 1955 Alberto Lleras cuando renunció a la rectoría de la Universidad de los Andes para comprometerse en el derrocamiento de la dictadura de Rojas Pinilla, causó temblor en muchos dirigentes que tienen puesto el ojo en el 2022, entre ellos Álvaro Uribe, en la extrema derecha, y Gustavo Petro en esa izquierda gaseosa, que un día es extrema y al siguiente es una proclama parecida a la de los apóstoles de Cristo.

Alejandro Gaviria se presenta como un ‘outsider’, que es como los anglosajones denominan a los políticos que se apartan de las líneas tradicionales en un determinado país o momento histórico. Subdirector de Planeación Nacional en el régimen de Álvaro Uribe; ministro de Salud en el gobierno de Juan Manuel Santos; rector de prestigiosa universidad del país, todos tenían la mirada puesta sobre la cabeza de este antioqueño singular, que destaca no solamente por sus diplomas académicos sino por ser autor de libros de excelente factura literaria.

Yo, que soy curioso de la gente, le he seguido la pista desde hace años a este caballero, cuya imagen semeja a la de los filósofos modernos, y en su voz se escucha el eco de los grandes maestros. Gaviria estaba en su ambiente académico, pues luego de haber sido decano de la facultad de Economía, los Andes lo convirtió en rector después de su paso por el ministerio, en el que cumplió meritoria gestión. Su esposa, además, es una flor que adorna su vida pues es graduada de varias universidades, de aquí y del exterior. Al anunciar su cónyuge la aspiración presidencial, Carolina Soto renunció como miembro de la junta directiva del Banco de la República.

Antes de saltar al ruedo, Gaviria fue ‘acosado’ por varios pretendientes. El primero, César Gaviria, que lo quería como candidato de eso que él dirige, el otrora Partido Liberal, hoy convertido en la bolsa de avales del gavirismo. Gustavo Petro trató de ponerlo en la Colombia Humana, ahora a punto de obtener el reconocimiento de personería jurídica; los verdes le hicieron toda suerte de carantoñas de coqueta vieja; y los cinco de la Coalición de la Esperanza, lo invitaban un día sí y otro también a sumarse a ese proyecto, que escogerá candidato único en la elección congresional de marzo.

Esta última, y lo digo no porque yo pertenezca a ese sector, es el camino ideal para Alejandro Gaviria pues es el centro que debe lograr la presidencia el año entrante para desarrollar un gobierno inclusivo, progresista, respetuoso de la ley y la Constitución, defensor del Acuerdo de Paz, y garantía de no poner la administración al servicio de intereses bastardos.

Irse aparte, en solitario, no le saldría bien a Gaviria. En esa Coalición puede alcanzar el podio de candidato único, para representar el centro del espectro político para que hacia él converjan todos los estamentos de la sociedad colombiana que quieren vivir sin esta crispación de los ánimos, sin mesías huérfanos de contenido, sin chalanes de feria, con la mente abierta a todas las corrientes sin exclusiones arbitrarias.

Bienvenido al debate, doctor Gaviria.

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