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La OEA, siempre la OEA
La OEA pareciera ser del interés del Trump y su Secretario de Estado...
![Marcos Peckel.](https://www.semana.com/resizer/v2/ZJ7SQD5NQFEUHFZ6AA7BP6MM3M.jpeg?auth=93b094f7bc5f74651e15890cf68381c67d1e38f646412766da41a1df251795a1&smart=true&quality=75&width=1280&height=720)
El próximo 10 de marzo, el organismo interamericano con base en Washington debe elegir el sucesor del uruguayo Luis Almagro, otrora canciller de Pepe Mujica, quien completa su segundo y último periodo de cinco años al frente de la entidad.
Varios intentos se han hecho en el fracturado entorno geopolítico latinoamericano de crear organismos que fortalezcan una unión que no ha existido nunca entre los países del continente, sin Estados Unidos ni Canadá. Todos han fracasado. La Unasur de Chávez y Lula fenecida hace años, aunque sus exequias oficiales no se han llevado a cabo y hay quienes guardan la esperanza de revivirla para conseguir puesto. La Celac con su nombre de cereal ‘hizo el oso’ hace pocos días, cuando su presidente pro tempore, la mandataria hondureña Xiomara Castro, convocó a una cumbre para discutir las posturas sancionatorias de Trump contra algunos países para cancelarla al día siguiente por ‘falta de consenso’. Su próxima cumbre será en Colombia, veremos quién llega y quién no.
Latinoamérica nunca ha sido un jugador geopolítico de peso alguno, desde que tuvo un rol fundamental en la creación de Naciones Unidas. En el continente han primado divisiones de todo tipo y la necrología ideológica de no dejar morir doctrinas que han fracasado una y otra y una tercera vez, siendo el chavismo el zenit de lo anterior. Queda la OEA, siempre la OEA, fundada en Bogotá en 1948, como ente regional en el que se ventilan los problemas, sin que en la mayoría de los casos se logren consensos. Imagínense lograrlos hoy en un continente con Milei, Bukele, Lula, Petro, Boric por nombrar solo algunos de los elegidos democráticamente.
La gestión de Almagro se caracterizó por una defensa de la democracia sin que tuviera mayores éxitos, pues al final del día las posturas del organismo dependen de los votos de los Estados miembros. En muchas ocasiones el uruguayo parecía un predicador solitario en un mar de intereses encontrados y cálculos políticos. Desde esta columna rescatamos la creación del cargo de comisionado de monitoreo y combate al antisemitismo en momentos que ese flagelo crece como espuma por al planeta todo.
Para la elección del próximo mes aparecen dos candidatos, con la posibilidad de que surja un tercero en discordia, apoyado por Washington, y los rebase ‘en tierra derecha’: los cancilleres de Surinam, Albert Ramdin y de Paraguay, Rubén Ramírez Lezcano. Sorprende que un candidato de esa extraña esquina noroccidental de América del Sur, donde no se habla español ni se profesa mayoritariamente la fe católica, sea candidato para dirigir los destinos de la OEA. Remdin cuenta con el apoyo de Caricom, mientras que Ramírez ha logrado el de Mercosur. El paraguayo ha sido vehemente en que se debe enfrentar las tiranías de Venezuela, Cuba y Nicaragua, ninguno miembro de la OEA, mientras que el surinamés, quien parece contar con el apoyo soterrado de China, observador en el organismo, habla de ‘diálogo’ de esos que a nada conducen. Países como México, Colombia, Perú, Canadá y los centroamericanos no han anunciado apoyo alguno.
América, dividida como siempre, enfrenta a un nuevo y envalentonado Sheriff, haciendo uso del gran poder económico de los Estados Unidos para imponer sus políticas, especialmente en temas migratorios, combate al narcotráfico, terrorismo y crimen organizado. En su discurso no aparecen democracia, ni derechos humanos, ni cambio climático, ni protección ambiental, ni libre comercio.
Contrario a sus acciones en otros entes multilaterales de los cuales se retiró o ha criticado abiertamente, la OEA pareciera ser del interés del Trump y su Secretario de Estado, por lo que harán lo necesario para que el elegido sea de sus afectos.
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