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La paz difícil

El pueblo somos todos, pero al reducirla (la paz) a los desheredados y marginados, la idea se convierte en un germen totalitario.

26 de marzo de 2025 Por: Alberto Valencia Gutiérrez
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Alberto Valencia Gutiérrez. | Foto: El País

El proceso de paz con el M19, firmado hace 35 años (9/03/1990), fue la primera negociación con un grupo armado ilegal que se dio en América Latina y el punto de partida de los acuerdos realizados en los años siguientes con otros grupos armados menores (EPL. PRT, Maql y CRS). Sirvió, incluso, de inspiración para los acuerdos de paz de Ecuador (1991), El Salvador (1992), Guatemala (1996); Irlanda del Norte y el País Vasco español en esa misma época.

El M19 fue un grupo creado en 1974 bajo la inspiración de los tupamaros uruguayos, con una orientación distinta a las guerrillas de la época (Farc, Eln y EPL): origen urbano, rechazo de los dogmatismos políticos de la izquierda, nacionalismo, lucha por la democracia más que por la revolución comunista, uso masivo de los medios de comunicación, militancia de sectores profesionales y de clase media, etc.

A pesar de hechos lamentables como el ajusticiamiento a sangre fría del líder sindical de la CTC José Raquel Mercado en 1976, o la toma del Palacio de Justicia en 1985, contó con el apoyo de una porción importante de la población y de la intelectualidad de izquierda, gracias a los actos populistas de repartir leche y víveres en los sectores populares o a las acciones espectaculares como el robo de las armas del Cantón Norte el año nuevo de 1978 y la toma de la Embajada de la República Dominicana en febrero de 1980, que se convirtió en el punto de partida para la conformación de la primera Comisión de paz, aún en tiempos de Turbay, antecedente de la gran apertura de Belisario Betancur en 1982.

El mayor logro de la organización fue su participación en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 con 19 delegatarios que, unidos a los nueve constituyentes del MSN de Álvaro Gómez, algunos independientes y unos pocos liberales, completaron la mayoría necesaria de 37 constituyentes que hizo posible la creación de una nueva Carta Constitucional, que ha contribuido al cambio de nuestras costumbres.

El grupo AD M19, que se proyectaba como electoralmente promisorio, se diluyó después de la Constituyente. Algunos continuaron su lucha en otros frentes como Antonio Navarro; otros pasaron a ser parte años después del CD. Gustavo Petro fue parlamentario, alcalde y ahora es el Presidente, gracias a un conjunto de circunstancias que no es del caso recordar.

El ‘fantasma del M’, que no fue solo un grupo guerrillero, sino un estilo político, sigue vivo. Algunas de las características que observamos en el Gobierno actual parecen provenir de esa cantera: la improvisación de inventar cosas sin saber después qué hacer con ellas (v.gr. el robo de armas), la convocatoria a un ‘sancocho nacional’ no solo como invitación a la concordia sino a la participación de todos sin referencia a sus méritos y, sobre todo, la noción de pueblo con la que el Presidente pretende establecer su legitimidad. El pueblo somos todos, pero al reducirla a los desheredados y marginados, la idea se convierte en un germen totalitario.

La Paz Querida ha invitado hoy miércoles 26 de marzo a las 6:00 de la tarde en la Biblioteca Centenario a Diego Arias, exmilitante de esta organización, autor del libro ‘Memorias de abril’ y actual columnista de El País, para conversar acerca de su tránsito de guerrero a gestor de paz, hacer un balance del significado de esta agrupación en la vida nacional y conocer su opinión acerca del fracaso de la política de paz total. Su punto de vista no es solo valioso por lo que dice, sino también porque representa el testimonio de “una generación que en su juventud tomó las armas con la pretensión de luchar por un país y un mundo mejor”.

Los valores que hoy se imponen, dice el autor del libro, no son los de la guerra, sino el respeto por el adversario, el reconocimiento del conflicto, la comprensión y la aceptación de otros valores, el perdón y la reconciliación en aras de una vida común. Del ‘M’ solo nos queda su aspiración a luchar por la ampliación de la democracia, no su estilo ni los medios escogidos, que terminaron por reproducir la sociedad que pretendían combatir. Los esperamos.

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