Columnistas
Lo bello de Cali
Lo más bello de Cali son los grandes y variados árboles y erguidas palmeras de diferentes alturas, que se pueden apreciar por todas partes
Pese a que ya en la tercera década del Siglo XXI Cali está muy extendida, aún sus calles, avenidas, plazas, parques y zonas verdes permiten ver a lo lejos el bello paisaje natural que la rodea, y subsisten no pocos pequeños paisajes urbanos sin duda también bellos, pero lo que más se destaca es su abundante y bella vegetación. Atractivos estos que deben ser protegidos para su disfrute por todos los habitantes de la ciudad, y ojalá emulados en sus nuevos desarrollos para superar su actual fealdad. Pero antes es preciso advertir que lo dicho a continuación se apoya en lo que han escrito reconocidas personas, viajadas, cultas y estudiosas, y en numerosas visitas a muchas otras ciudades del mundo.
Son cuatro grandes y bellos cerros los de Cali: el de las Tres Cruces, rodeado por la ciudad; el de Cristo Rey, más alto; el de La Bandera, al sur; y el de La Teta, aún más lejos; y al fondo la alta cordillera con sus espectaculares Farallones de Cali, que se pueden apreciar en los amaneceres despejados con el sol dándoles de frente; abajo está el amplio y verde valle alto del río Cauca, “de oro y de esmeralda”, dijo Cornelio Hispano, en ‘En el País de los Dioses’, 1927; y arriba, los bellos arreboles de atardeceres “engalanados con nubes de color de violeta y lampos de oro pálido...”, como los describió Jorge Isaacs en ‘María’, 1867, cuando el Sol se oculta detrás de la cordillera.
Y por supuesto hay varios bellos paisajes urbanos en Cali, comenzando por diversos sectores del río que la atraviesa, el Río de la Ciudad se lo llamaba antes, o el amplio y ondulado Parque del Acueducto con el Mirador de Belalcázar al frente, desde el que se aprecia la ciudad toda, y terminando con las cuatro bellas alamedas que aún quedan de las cinco que tuvo la ciudad en todas sus entradas salvo en ‘La salida al mar’. Y parques bellos como el del Peñón, que lo es por su tamaño, forma, vegetación, ambiente, clima y la Sagrada Familia atrás, y los que lo viven, o como el de La Herradura en Miraflores; o algunas calles de San Fernando y El Lido cuyos grandes árboles las hacen únicas.
En Cali, que por algo fue llamada La Sultana del Valle, está la bella fachada urbana de la Plaza de San Francisco, con la Torre Mudéjar, “la más bella de América”, según Santiago Sebastián, de la iglesia vieja, hoy la Anunciación, y la nueva, de San Francisco, y también el conjunto de la Merced; y está el Centro Cultural de Cali de Rogelio Salmona. Y algunas esquinas de San Antonio de encaladas casas de tradición colonial con rojas techumbres de tejas árabes, es decir de origen hispano musulmán, son bellas, y una de ellas, Cl. 3 con Cr. 10, es la más bella de la ciudad, a juicio de quien escribe, con su costado largo, bajo y en pendiente subiendo hacia la bella capilla de San Antonio.
Sin embargo, lo más bello de Cali son los grandes y variados árboles y erguidas palmeras de diferentes alturas, que se pueden apreciar por todas partes, y han sido estudiados por Lyda Caldas, en ‘La Flora ornamental Tropical y el Espacio Urbano’, 1979, y por Gilberto Mahecha y Rodrigo Echeverri, en ‘Arboles del Valle del Cauca’, 1983. “Objetos de valor estético […] dotados de una masa, un color, y una textura, una estructura soportante y una proyección en el tiempo y el espacio”, como los definió Lyda Caldas, y cuyos troncos, ramas y verdes copas de variadas hojas, aquí también “de todos los colores” como lo dijo Aurelio Arturo en ‘Morada al Sur’, 1963, de su Nariño natal.