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El camino del agua

Las tres horas de virtualidad y tridimensionalidad, dan tiempo para pensar en todo lo malo que puede suceder cuando los avances técnicos son utilizados para la dominación de quienes no los tienen...

3 de febrero de 2023 Por: Óscar López Pulecio

Se puede contar la historia más simple de la más compleja manera. Utilizar los recursos tecnológicos de la cibernética para generar espectaculares imágenes de realidad virtual de modo que el espectador quede tan anonadado por el impacto, que la historia en sí no tenga mayor importancia. Es lo que sucede con Avatar 2, el Camino del Agua, la novedosa, audaz, interminable, película de James Cameron.

La historia es el tradicional cuento infantil donde los malos son derrotados por los buenos, cuyo paraíso han invadido, en la búsqueda más antigua del mundo: la fuente de la eterna juventud. O sea, lo contrario de lo que sucede en la realidad donde todos los imperios han crecido sobre la base de la superioridad técnica sobre sus conquistados. Una lanza más larga, un cañón capaz de derrumbar una muralla, una marina de guerra eficaz, un tanque o un avión de combate, una bomba atómica.

A Pandora el planeta de los Navi, llegan los terrícolas en grandes naves en una orquestada invasión interplanetaria. Son oficialmente la encarnación del mal, del más rudo capitalismo, de la ausencia total de valores morales, para destruir unos seres azules, ingenuos, que viven en comunión con la selva y el mar, cuyas armas son arcos y flechas. El nombre del planeta es un homenaje equívoco de Cameron a la cultura griega. Pandora la primera mujer, quien abrió por pura curiosidad la caja donde estaban guardados todos los males del mundo, y en el fondo la esperanza.

Todos esos males caen sobre los Navis, gente de la selva, quienes se refugian en un pueblo de los arrecifes donde vive la gente del agua, anfibia, como debe ser. Hasta allá llegan sus perseguidores porque el elixir de la juventud está en la glándula de un monstruo marino, más inteligente que ellos.

La película se convierte así en una hecatombe submarina (naufragio estilo Titanic, incluido), hecha posible solo por el desarrollo de la novedosa técnica de captura de movimientos humanos submarinos en computador. Ello, unido al recurso de las tres dimensiones hace del asunto una experiencia extraordinaria y un tanto banal.

Las tres horas de virtualidad y tridimensionalidad, dan tiempo para pensar en todo lo malo que puede suceder cuando los avances técnicos son utilizados para la dominación de quienes no los tienen; de cómo la tecnología que crea este entretenimiento máximo también puede ser utilizada para acabar con la intimidad de las personas y la seguridad del Estado; y que quizás ese poderío tiene un talón de Aquiles (para hacer también una referencia a los griegos), que es la posibilidad de ser derrotado por la voluntad de quienes ven atropellados sus derechos y por sobre todo su libertad.

Por lo general no ha sucedido. España, Francia, Inglaterra, Rusia, China, Japón, Estados Unidos, construyeron sus imperios a sangre y fuego, con superioridad técnica militar, civil y comercial.

Sin embargo, a veces suceden cosas extrañas como para que un poder como Estados Unidos no haya podido ganarle al Vietcong, en Vietnam, ni a los talibanes en Afganistán; ni Rusia haya podido apoderarse de Ucrania, o del propio Afganistán; hay pues, una esperanza para los débiles en la caja de Pandora. Los cuentos infantiles para adultos, bien contados, con todas las extravagancias técnicas y visuales, a veces resultan ciertos.

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