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Los sabios de la tribu

El hecho escueto es que todos los avances tecnológicos que han permitido hacer más grata y saludable la vida moderna...

6 de enero de 2023 Por: Óscar López Pulecio

En una sala del palacio real de Estocolmo Zeinab Badawi, periodista de la BBC de Londres, de origen sudanés, educada en Oxford, reunió a algunos de los ganadores de los premios Nobel 2022, en Física, Química y Economía, que fueron compartidos, y al ganador de Medicina el sueco Svante Pääbo, premiado por sus hallazgos sobre el ADN de los neandertales. Solo una mujer entre ellos, la norteamericana Carolyn Bertozzi, ganadora en Química. Eran los premios científicos, por así decirlo. No estaban la escritora francesa Annie Ernaux, muy poco conocida, ganadora del de Literatura por sus testimonios autobiográficos, que es la moda; ni los de Paz otorgados al Centro por las Libertades Civiles de Ucrania, a la ONG rusa de derechos humanos Memorial (desmantelada por las autoridades rusas) y al activista bielorruso Ales Bialiatski.

Como era una reunión de científicos, sí incluimos entre ellos a Ben S. Bernanke, expresidente del Banco de la Reserva Federal, FED, de Estados Unidos, premiado por sus estudios sobre la recesión de los años 30, pues se habló de ciencia y de los efectos de las investigaciones científicas en la sociedad, que es un tema reservado a los especialistas y a los profesores universitarios, pero que involucra a toda la sociedad de una manera muy profunda. Curiosamente, uno de los laureados era hijo y otro hermano de anteriores premiados y la señora Bertozzi, hija de un científico, lo que revela en qué medida la comunidad científica es un grupo reducido y selecto, amparado por las grandes universidades del mundo, con poderosos centros de investigación.

Lo que se dijo en tan exclusiva reunión, fue una gran verdad de una simpleza enorme: que la investigación en ciencias básicas, o sea aquella que no está encaminada a producir un resultado específico que pueda tener una aplicación práctica, es la base del desarrollo de la ciencia. Es decir, sin investigación en ciencias básicas, que son costosísimas, riesgosas desde el punto de vista financiero e impredecibles desde el punto de vista de sus resultados, no hay desarrollo científico. Por ejemplo, el premio en química, que es la aplicación a seres vivos de los desarrollos de la química bioortogonal, cualquier cosa que eso quiera decir, ha permitido focalizar los terribles tratamientos contra el cáncer de modo que solo ataquen las células enfermas.

Es solo un ejemplo entre miles. El hecho escueto es que todos los avances tecnológicos que han permitido hacer más grata y saludable la vida moderna, han sido producto de investigaciones sobre ideas puramente teóricas, que sirvieron luego de base para esos desarrollos; la teoría de la relatividad de Einstein, que parece un postulado filosófico, la más notable entre ellas. Sin contar los accidentes afortunados cuando buscando una cosa se encuentra otra más importante. En inglés existe una palabra para describirlo: serendipity. El mejor ejemplo, buscando una aguja en un pajar encontrarse con la hija desnuda del molinero.

Todo lo anterior para anotar que en Colombia la entidad responsable de la tarea investigativa se denomina Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación, o sea que sus escasos recursos están orientados a promover y financiar investigaciones que tengan un resultado útil y aplicable. Sin resultados la tarea es casi un detrimento patrimonial. Allí nadie se va a ganar un Nobel.

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