El último acto de Toto
Si pudiéramos elegir, ¿cómo quisiéramos que nos encontrara la muerte?
Los videos divulgados en redes sociales muestran que el actor Toto Vega se paró en un costado del escenario junto a su esposa, la actriz Nórida Rodríguez. Era la noche del 25 de septiembre y se cumplía la clausura del Festival de Cine Verde de Barichara, proyecto al que ambos habían dedicado vida, esfuerzo y talento.
Al cierre de la ceremonia, Toto pronunció un pequeño discurso. Dio gracias a la vida por el reencuentro presencial con su público. Hizo una reflexión sobre la necesidad de cuidar el planeta. Y, por último, dejó a los asistentes la tarea de hacer crecer su amado Festival. En medio de los aplausos del público se acercó para besar a su mujer, la abrazó por la cintura y levantó su mano izquierda para despedirse mientras sonreía.
En esos pocos segundos las cámaras captaron la imagen de un hombre quizá un poco cansado, pero apacible y satisfecho: su alta figura, enfundada en una camisa negra y un pantalón beige; su voz pausada y tranquila; los suaves gestos de sus manos.
Entonces bajó del escenario, se fue hasta un camerino y minutos después se desmayó. El parte médico reveló que en solo una hora sufrió tres paros cardiorrespiratorios. Y murió a las 10:50 p.m. en una ambulancia que lo transportaba hacia un hospital.
Ese bello discurso cargado de gratitud y reflexión, ese cálido reencuentro con quienes apoyaron su obra, ese íntimo beso de complicidad con su mujer sobre un escenario, fueron los elementos de su último acto sobre la tierra.
La muerte pudo haberlo alcanzado en cualquier otro de los miles de actos que protagonizó a lo largo de 52 años, quizá muchos de ellos menos significativos, pero decidió abrazarlo justo en ese: cuando estaba en un lugar amado, trabajando con convicción por sus ideales, con las palabras precisas en los labios y junto al amor que le daba la fuerza para seguir adelante.
No alcanzo siquiera a imaginar el profundo dolor que hoy sienten los familiares y amigos de Toto, pero tampoco puedo dejar de pensar en la poderosa reflexión que nos dejó su partida, incluso a quienes no lo conocíamos.
Esa lección puede resumirse en una pregunta sencilla, que no por absurda deja de ser válida: si pudiéramos elegir, ¿cómo quisiéramos que nos encontrara la muerte?
Fue el controvertido antropólogo Carlos Castaneda, ícono literario del movimiento de la contracultura occidental en los años 70, quien la planteó en uno de sus libros: el famoso ‘Viaje a Ixtlán’.
Lo leí hace ya más de 20 años gracias a la generosidad de quien entonces era Jefe de Redacción en El País, el maestro Luis Cañón Moreno, y regreso a sus líneas cada cierto tiempo cuando preciso luz.
Y por estos días el impacto mediático de la muerte de Toto ha vuelto a validar para mí la contundencia de sus enseñanzas.
“Nuestra muerte espera, y este mismo acto que estamos realizando ahora puede muy bien ser nuestra última batalla sobre la tierra. La llamo batalla porque es una lucha. La mayoría de la gente pasa de acto a acto sin luchar ni pensar. Un cazador da a su última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la tierra sea lo mejor de sí mismo”, explica don Juan Matus, el misterioso personaje central de la obra, a su interlocutor.
Y agrega: “Hay algunas personas que tienen mucho cuidado con la naturaleza de sus actos. Su felicidad es actuar con el conocimiento pleno de que no tienen tiempo; así, sus actos tienen un sentido de poder. Sobre todo cuando la persona que actúa sabe que esos actos son su última batalla”.
En un mundo anestesiado –por no decir idiotizado–, en el que cada vez más reducimos la fuerza de nuestro poder personal a elegir políticos corruptos, pasar como ‘zombies’ de una pantalla a otra, condensar nuestra opinión en un Like, alimentar la hoguera del odio y hacer del consumo irracional un círculo vicioso de autodestrucción, conviene revisar un poco la naturaleza de lo que sentimos, pensamos y hacemos. Conviene preguntarnos: ¿si muero en este instante, este debería ser mi acto final?
Buen viaje, Toto. Gracias por todo lo que nos diste. En tu vida y en tu muerte.