Periodismo de calle
Se quejaba en una ocasión el maestro Gabo de que “actualmente las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores”.
Se quejaba en una ocasión el maestro Gabo de que “actualmente las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores”.
Y reiteraba, cada vez que podía, que la reinvención del periodismo en el mundo moderno debía pasar, sí o sí, por rescatar la práctica más elemental, pero más poderosa, de este oficio: que los periodistas volvieran a la calle. Es decir, que dejaran de estar anclados al confort de las redacciones y salieran a buscar y contar la noticia donde ella ocurre.
La queja del maestro fue complementada luego por voces fundamentalistas, y no necesariamente más sabias, que dicen cosas como estas: que la tecnología convirtió a los periodistas en burócratas. Que hoy las noticias dependen más de Google que de la reportería en caliente. Que el cara a cara con la fuente fue reemplazado por los grupos de WhatsApp donde abundan los comunicados de prensa y escasean las preguntas punzantes. Que el criterio fue desplazado por el logaritmo.
Buena parte de esas afirmaciones, me parece a mí, son verdades a medias. Porque no cabe duda de que el ejercicio de salir a ‘cazar’ información, sin más herramientas que el olfato, se ha venido perdiendo. Pero también es innegable el poderoso avance que el periodismo ha logrado en las últimas dos décadas gracias a la tecnología.
Gabo lo sabía. Y se me ocurre pensar que, si estuviera entre nosotros, su mirada clarividente ya habría advertido la enorme oportunidad que hay en la actual crisis para torcerle el cuello a ese fenómeno del que tanto se quejaba.
Porque la pandemia vino a derribar esa falsa dicotomía entre periodismo y tecnología. Y, felizmente, vino a derribar de una vez por todas las taras mentales que aún bloqueaban la transformación digital dentro de la industria periodística.
Los reporteros han podido informar las 24 horas de lo que ocurre en todo el mundo durante la primera gran crisis sanitaria del Siglo 21, gracias a las redes móviles, al streaming, al WiFi, a las redes sociales, a WhatsApp, al Big Data, a la Inteligencia Artificial.
Ni las infografías interactivas, ni el Fat-Checking, ni el podcast, ni las nuevas narrativas audiovisuales existirían hoy sin esas herramientas. Pero, de la misma manera, sin el viejo periodismo puro y duro esas herramientas solo servirían para crear pirotecnia tecnológica.
Como lo evidenció un reciente foro virtual de la WAN (Asociación Mundial de Periódicos), en todo el planeta editores, diseñadores, videógrafos y redactores han sido capaces de publicar en estos días, desde el confinamiento de sus casas y con una coordinación impecable, impresionantes productos informativos.
Dicho de otra forma: el teletrabajo vino a demostrar que en los tiempos modernos las salas de redacción, donde el oficio se ‘amorcilla’ bajo el aire acondicionado, no son indispensables para hacer buen periodismo.
Hoy la pregunta que se hace la industria en todo el mundo, de cara al retorno a lo que llamamos ‘normalidad’, es esa: ¿Cómo aprovechar las lecciones de esta crisis para que el periodismo vuelva a la raíz?
Las primeras respuestas apuntan a que la clave está en dos cosas fundamentales: tecnología y capacitación del talento humano.
Esa debería ser la ruta de la era ‘Post-Covid’. Apostar por la formación. Y por darles a los reporteros todas las herramientas necesarias para producir contenidos desde cualquier lugar del mundo. Porque, como decía Gabo, es en la calle donde se forma la mística. Y esa sí nunca nos la podrá suplir ninguna tecnología.