Homo emoticus
Hoy más que nunca, identificar las emociones propias, lo que las detona, lo que las agita, lo que las aplaca o las enardece, equivale a madurar
Uno de los grandes invitados a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que comienza esta semana, es el escritor británico Richard Firth-Godbehere, quien viene a hablar de su libro Homo Emoticus, donde sostiene que el nacimiento del cristianismo, la caída del imperio romano o los grandes conflictos bélicos del Siglo XX no pueden entenderse sin las emociones.
Si habláramos de una Historia de las Emociones, veríamos que estas cambian según la época, la cultura, el idioma, el contexto político o económico.
La indignación o el orgullo que muchos sienten por el graduado de derecho de la Universidad del Rosario, cuyo título dice ‘Abogade’, es prueba del cambio en las emociones.
Conceptos como odio, ira o asco, que creemos tan fijos e inamovibles, varían según la época, y hasta el Dalai Lama pide disculpas públicas por no modificar a tiempo el tipo de beso que otrora estaba normalizado en su cultura y que hoy nos resulta simplemente repugnante. Las redes ahora lo llaman con sorna ‘Dalai Lame’, y no hay abogado, abogada o abogade que lo defienda.
Y hablando del mundo binario, una misma emoción significa cosas distintas según la experimente un hombre o una mujer. De ella se espera que suprima las formas ‘agresivas’ en la defensa o el ataque, mientras en él se justifican como virtuosas las expresiones viscerales y hasta violentas de defensa y ataque.
La humildad, por ejemplo, se espera más de la mujer para poderla despojar de su mérito por vía autoimpuesta, mientras en el hombre se elogia la capacidad de enumerar sus logros, exhibirlos y amplificarlos, cosa que puede estar cambiando ahora que tantas mujeres, llenas de méritos, se lanzan a la arena política tras la alcaldía de una ciudad como Cali.
El hecho es que las emociones son muy poderosas, lo han sido siempre y lo serán siempre, por eso quien sepa agitarlas y direccionarlas con un propósito, e incluso modificar su significado, tendrá un poder enorme en sus manos.
Hoy más que nunca, identificar las emociones propias, lo que las detona, lo que las agita, lo que las aplaca o las enardece, equivale a madurar. De lo contrario seremos ciudadanías frenéticas y erráticas, manipulables y fanatizadas, agitadas por el capricho de unos pocos.
Mucho me temo que en política el tiempo de los argumentos, de las cifras, los resultados y los hechos, ha pasado. Hoy lo que funciona es apurar los cambios y presionar para que sean muchos al mismo tiempo, para que la emoción venza a la razón y la verdad naufrague en el intermedio.
El martes 25 de abril, de 4:00 p.m. a 4:50 p.m. en el Gran Salón D, Corferias, Feria Internacional del Libro de Bogotá, este autor hablará sobre la guerra y por qué, más que un hecho político, es una decisión emocional. Como colombianos, un tema de mucha actualidad.
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