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Guillermo Puyana Ramos | Foto: El País

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Parar a Trump, ¿tarea posible?

Trump es un personaje oscuro y abusivo con una condena criminal.

8 de julio de 2024 Por: Guillermo Puyana Ramos

Es cierto que Donald Trump se catapultó en las encuestas luego del catastrófico debate de Joe Biden, el índice RealClearPolitics del viernes pasado le daba una ventaja de 3,3 puntos sobre el presidente demócrata. Pero no es la máxima diferencia que le ha tomado, pues en enero fue de 4,2 puntos. Desde que arrancó la campaña hace un año, Biden solo aventajó a Trump entre julio y septiembre de 2023 y lo máximo que le sacó fueron 0,9 puntos.

Biden no fue un buen candidato, no ha sido un buen presidente y no es ahora un buen candidato repitente. Es tan incompetente que a este ritmo ni siquiera le alcanzará el pánico que produce Donald Trump entre segmentos demócratas y progresistas de los Estados Unidos para reunir las fuerzas que permitan cambiar el panorama que hoy se ve en las encuestas.

RealClearPolitics viene divulgando un comparativo muy interesante sobre cómo estaban el mismo día las preferencias en las elecciones de 2020 y 2016, cuando Trump se enfrentó a Biden y Hilary Clinton, respectivamente. Para el 5 de julio de 2016 Hilary Clinton le llevaba una ventaja de 4,6, mientras que en 2020 Biden lo superaba por 8,7 puntos. Al final, el resultado de 2020 en votación popular fue de apenas 4,5 puntos en favor de Biden, que al estar distribuidos en cinco estados pendulares que habían votado por Trump en 2016, le dieron la victoria en el colegio electoral por una ventaja de 74 delegados.

Recordemos que en el sistema norteamericano, no importa si se gana el voto popular, lo decisivo es el colegio electoral. En 2020 los votos electorales que le dieron el triunfo a Biden salieron de Nevada, Arizona, Wisconsin, Pennsylvania, Michigan y Georgia que suman 79 delegados. En este momento Biden pierde todas las encuestas en estos estados, con diferencias de entre 2 y 6 puntos con curva ascendente.

Siempre he creído que la principal responsabilidad de la viabilidad política de Trump es el Partido Demócrata, fracturado entre el corporativismo de los Clinton y Obama y la intransigencia del Squad, provocó la desafección de la clase media obrera y profesional norteamericana que sigue siendo mayoritariamente religiosa, blanca (60 %) y de medianas ciudades. Estados Unidos tiene solo 10 ciudades con más de un millón de habitantes con el 8 % de la población. Es un país de suburbios y pequeños poblados donde la mentalidad Maga tiene una base sólida y fiel.

Trump es un personaje oscuro y abusivo con una condena criminal. Si alguien se declara simpatizante de alguien así, las estadísticas son muy confiables, no están sobrerrepresentados en las encuestas. Puede pasar, en cambio, y pasó en 2016, que haya lo que los ingleses llaman el efecto Shy Tory, un potencial oculto de votantes que se avergüenzan de confesar su filiación por un partido o candidato y no aparecen medidos, pero decididamente votan.

Contrario a 2016, ahora Trump tiene a sus pies al Partido Republicano porque en su gobierno consolidó la agenda conservadora en temas como desregulación, desglobalización, limitaciones al control de armas y a los derechos reproductivos de la mujer. Pero lo más importante fue que puso tres magistrados de la Corte Suprema uno de ellos reemplazando a la liberal Ruth Bader Ginsburg, alterando el equilibrio con nominados muy conservadores y jóvenes, garantizando la interpretación conservadora de la constitución, como pasó en la reciente decisión limitando la injerencia ambiental del gobierno federal en las empresas privadas.

Las raíces del ascenso de Trump son mucho más profundas que el pobre desempeño de un incompetente en un debate con un mediocre.

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