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Pensar con el deseo

En la búsqueda de pareja, los manipuladores son habilísimos eligiendo personas ingenuas.

16 de marzo de 2025 Por: Carlos E. Climent
Carlos E. Climent
Carlos E. Climent | Foto: El País

Muchas personas tienen una vida afectiva mediocre porque la malgastan esperando cambios que no van a suceder. Por ejemplo, esperando el cumplimiento de promesas que se hacen una y otra vez. Esperar ingenuamente a que la gente haga cambios profundos es, por lo general, un ejercicio inútil. En algunos casos, dicha ingenuidad es simplemente pereza disfrazada de esperanza. En las crisis crónicas de la relación de pareja, este desgaste lo revelan populares frasecitas de cajón: “Estamos dándole un tiempito para ver qué pasa”. Sin hacer nada al respecto... por supuesto. “Las cosas van a cambiar”. “Me aseguró que ahora si va a ser más detallista conmigo”. “El tiempo lo decidirá”, etcétera.

Se sabe que alguien está malgastando su vida y viviendo en un mundo ilusorio cuando no reacciona frente a personas de su entorno que han sido y siguen siendo manipuladoras, tercas, obtusas, ventajistas, problemáticas, caprichosas, frustrantes, desinteresadas o abusivas. O cuando, sistemáticamente, niegan sus propias faltas, ignoran la manipulación, y pretenden responsabilizar siempre a otras personas o factores.

Las anteriores no son sino unas pocas circunstancias del diario acontecer de tantas personas que confunden amor con dependencia y humillación con tolerancia. Actúan llevadas por la ilusión de solucionar sus problemas de pareja aceptando lo inadmisible. En otras palabras, pensando con el deseo. Con lo cual lo único que logran es fortalecer al tirano, seguir en “las mismas” y ahogarse en un mar de insatisfacción y rabia reprimida.

En las etapas iniciales de una relación es muy difícil ver con claridad todas las facetas de las personas. Y muchas veces es difícil también entender los valores fundamentales de las personas, pues hablar de éstos no es lo mismo que vivirlos y respetarlos consistentemente. Un factor adicional que contribuye a este círculo vicioso es que los manipuladores son artistas del fingimiento, es muy difícil detectarlos, sobre todo para una ´persona “necesitada” de afecto, cariño, y compañía. Los manipuladores siempre están al acecho. Eligen a sus víctimas con calculada precisión y actúan con eficiencia en el proceso de la conquista. A lo anterior se suman, entre otros, los miedos a la soledad, al futuro, y al juicio social con todas sus fachadas.

La existencia de uno o varios de los factores anteriores termina paralizando a la persona. La acumulación de circunstancias va llevando a las víctimas a un desgaste personal. Tratar de modificar lo inmodificable conlleva a un desperdicio de oportunidades y a un estado de estrés sordo que va minando su voluntad y su salud.

La única fórmula para enfrentar esta situación es el fortalecimiento personal, el cual permite cuestionar conductas abusivas que en un comienzo son disimuladas pero que con el paso del tiempo se van haciendo más evidentes.

Mi madre solía decir, refiriéndose a las cosas terribles que le tocó presenciar en los albores de la guerra civil española, que “la gente se conoce de verdad en la guerra, no en las épocas de paz”. Para conocer la verdadera naturaleza de las personas, hay que observar cómo se manifiestan en las situaciones de frustración, conflicto, incomodidad o disgusto.

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