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Rodrigo Lloreda
Cuando el presidente Carlos Lleras Restrepo lo nombró gobernador del Valle, el novel mandatario tenía solo 26 años de edad...
![Jorge Restrepo Potes](https://www.semana.com/resizer/v2/5HJEQ62FSFGWJALXR4EF4G2STU.jpeg?auth=eefa8f63bfdd2b8f348a99c1347068b26df290e5229531b7d06007ad4b089135&smart=true&quality=75&width=1280&height=720)
En días recientes se cumplieron 25 años del fallecimiento de Rodrigo Lloreda Caicedo, ante cuya memoria me inclino reverente, pues conocí de cerca su inteligencia y sus condiciones de hombre de Estado.
Cuando el presidente Carlos Lleras Restrepo lo nombró gobernador del Valle, el novel mandatario tenía solo 26 años de edad, pero ya destacaba como líder del Partido Conservador.
Jamás había visto en persona a Lloreda, pero, desde luego, conocía fotos suyas en los periódicos porque ya tenía fama de ser un mozo brillante a quien le auguraban amplio porvenir en la arena política.
Por aquellas calendas, yo acababa de ser reelecto representante a la Cámara, ahora en una lista de unión liberal. Mi primer acceso al Capitolio dos años antes fue cuando figuré en la lista de Cámara por la disidencia liberal que acaudillaba Carlos Holmes Trujillo Miranda.
Una mañana me encontraba en el despacho del alcalde de Tuluá, cuando la secretaria me dijo que al teléfono estaba el doctor Rodrigo Lloreda, ya nombrado gobernador. Recuerdo aquel diálogo:
- Buen día, doctor Restrepo, le habla Rodrigo Lloreda.
- Mucho gusto, señor gobernador, a sus órdenes.
- Estoy conformando el gabinete y deseo que usted sea uno de los secretarios.
- Gracias, doctor Lloreda, ¿cuál secretaría me ofrece?
- Fomento y Desarrollo.
- No acepto porque ese despacho solo maneja el puesto de monta en Roldanillo.
- Pero es importante que su movimiento tenga asiento en el gobierno. Piénselo hasta mañana y me llama.
- Gracias, de nuevo, pero definitivamente no acepto.
Cuando Ramiro Andrade montó el ‘show’ por la no inclusión en el gabinete de un miembro del MRL, cuyo jefe nacional era Alfonso López Michelsen, en ese momento canciller, y a quien Andrade le había contagiado la cólera, el ministro de Gobierno, Misael Pastrana, presente en la posesión de su copartidario, siguiendo la recomendación del presidente Lleras, le propuso a Lloreda que me nombrara secretario de Gobierno, y que en Fomento y Desarrollo pusiera el que señalara Andrade.
Al día siguiente de mi posesión, la secretaria me informó que el saliente alcalde de Cali, Luis Emilio Sardi, quería hablar conmigo:
-Buenos días, señor alcalde.
- Gracias, doctor Restrepo, lo llamo para pedirle el siguiente favor: que mientras mi sucesor, Marino Renjifo, no se posesione, se nombre un alcalde encargado porque no quiero ser, ni por un minuto, subalterno de un Lloreda.
- Qué pena, pero no veo viable su petición.
Sardi colgó con rabia el auricular. Dicen que cuando se desmayaba no volvía en sí, sino en no. Esos son los odios en la política.
Mantuve cordial relación con Lloreda. Tenía la apariencia y actuaba como un auténtico líder, y ya tenía dominio absoluto sobre su partido. Renuncié a los seis meses para no inhabilitarme, pues deseaba regresar al Congreso.
Después de la gobernación, Lloreda llegó a altas instancias nacionales: ministro de Educación de Turbay; canciller de Bentancur; ministro de Defensa de Andrés Pastrana, al que renunció por estar en desacuerdo con el despeje de 40.000 km2, que, sin contraprestación, Pastrana le entregó a las Farc. Eso mostró la recia personalidad de Lloreda, quien de no ser atacado por la letal enfermedad, habría llegado a la presidencia, que era su destino lógico. Fue también embajador en Washington y director de este periódico.
Murió en la plenitud de su vida y se llevó a la tumba el recuerdo y la admiración de sus compatriotas.
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