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Alberto Valencia Gutiérrez | Foto: El País

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Venezuela: tres libros

Pero es obvio que el gobierno de Maduro en ningún momento estuvo realmente comprometido con su cumplimiento y los resultados a su favor estaban previstos.

28 de agosto de 2024 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

El comprobado fraude electoral que vimos en las elecciones del 28 de julio en Venezuela arrasa con las ilusiones que algunos seguramente conservaban con respecto al carácter del régimen. El Acuerdo de Barbados del 23 de octubre del año pasado, entre el gobierno y la oposición, había creado la expectativa de que en las elecciones presidenciales de este año se respetarían las garantías electorales y los derechos políticos.

Pero es obvio que el gobierno de Maduro en ningún momento estuvo realmente comprometido con su cumplimiento y los resultados a su favor estaban previstos. Nos encontramos claramente ante una dictadura, que no respeta la voluntad popular ni la separación de poderes, e impone los intereses particulares de una ‘elite en el poder’ (militares, ‘boliburguesía’) sobre la mayoría de la población.

El hecho real y escueto de la situación de Venezuela es que el régimen instaurado por Chávez en 1998, heredado a su muerte por Maduro en 2013, ha sido un estruendoso fracaso. Algunos sectores de izquierda alcanzaron a hacerse ilusiones, cerrando los ojos ante hechos evidentes. Y los sectores de derecha se aprovecharon de la situación para crear pánico con respecto a la posibilidad de que algo similar ocurriera en Colombia. Ambas posiciones son insostenibles.

En 2011 Teodoro Petkof, exguerrillero y periodista de primer nivel (QEPD), publicó un libro llamado ‘El chavismo al banquillo’, en el que lleva a cabo un balance de lo que estaba sucediendo en ese momento y acaba con muchos de los mitos construidos por la izquierda acerca del carácter revolucionario del régimen. Lo que realmente había allí era un ‘sistema redistributivo’, fundado en un ‘marxismo primitivo y elemental’, que orientaba el gasto público a fomentar la demanda y el consumo desmesurado, abastecido por las importaciones y financiado por una renta petrolera, sin producir una transformación estructural en la economía o la sociedad, como sería el caso de cualquier revolución, buena o mala. Sin embargo, en ese momento el autor todavía se hacía ilusiones con respecto al régimen político que, en su opinión, aún conservaba elementos democráticos: no existía terrorismo de Estado, ni régimen totalitario y policial, ni partido único, ni campos de concentración. Los partidos y los sectores de la prensa de oposición sobrevivían en el régimen.

En 2021 la periodista Catalina Lobo-Guerrero publicó el libro ‘Los restos de la revolución’, que recoge la crónica de su estadía en ese país en los primeros años del período de Maduro: fracaso total de la gestión económica, proliferación de milicias bolivarianas, cooptación de los poderes públicos, desabastecimiento de los supermercados, crecimiento de la pobreza y la miseria, derrumbe de las principales empresas que sostuvieron la bonanza económica (PDVSA), ruina de los pequeños propietarios, persecución infame de la oposición, anulación de los medios de comunicación, empoderamiento total de los militares, entre muchos otros aspectos. Las pocas ilusiones de Petkof se vienen al suelo con este trabajo.

En 2011 la politóloga Ana María Bejarano (QEPD), publicó el excelente libro ‘Democracias precarias. Trayectorias políticas divergentes en Colombia y Venezuela’, en el que lleva a cabo una comparación histórica que nos permite sustentar la idea de que, a pesar de sus similitudes, los dos países son supremamente diversos y, por consiguiente, difícilmente podemos ver en el desastre venezolano la imagen de nuestro futuro, como amenaza la derecha para ganar votos. Los dos aspectos tal vez más importantes que nos distinguen es que nosotros carecemos de algo equivalente a una renta petrolera y de una tradición caudillista (bolivariana y autoritaria) como nuestro vecino.

Colombia anda mal, no hay duda, pero hasta el momento no hemos sucumbido a la ‘tentación populista’ ni a la ‘tentación militarista’, a pesar de que en varias ocasiones hemos estado al borde del abismo. Aún no hemos aprendido a ‘obedecer a los comandantes’. El populismo, principal característica del régimen venezolano, da para otra columna.

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