Editorial
Prevenir es la clave
Siguen sin resolverse problemas como el de los asentamientos en terrenos peligrosos o de alto riesgo, o el de las inundaciones por la falta de mantenimiento de canales y desagües.
La ola de calor que padece por estos días el Valle del Cauca no debe provocar que se pierda de vista la amenaza de la llegada del fenómeno de La Niña en los próximos meses. Según las predicciones de las autoridades meteorológicas, son cada vez más altas las probabilidades de tener a partir de agosto y al menos por lo que reste de este año, una temporada de lluvias intensa y prolongada. Prepararse bien es la consigna para las autoridades locales y departamentales.
Ayer, en una rueda de prensa celebrada en Bogotá, la Dirección del Ideam, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, así como el Ministerio del Medio Ambiente, alertaron al país sobre las situaciones que podrían presentarse si La Niña llega con la fuerza que se prevé. Indicaron que la región del Pacífico sería la más impactada y que en todo el territorio nacional se contabilizarían unos 2624 eventos provocados por el fenómeno natural, entre ellos inundaciones, avalanchas, vendavales o deslizamientos de tierra.
Son las alarmas que se encienden de forma reiterada cuando se acercan los meses de lluvia en Colombia. El problema es que de unos años hacia acá sucesos como El Niño –que provoca más calor y mayor sequía- o La Niña –que se caracteriza por traer más precipitaciones con mayor potencia- pasan con más frecuencia. Pese a conocer esa realidad, en el país no se hacen los esfuerzos necesarios para afrontar sus consecuencias.
La anticipación es el principio elemental para evitar tragedias. Despejar las zonas de riesgo; reubicar asentamientos humanos que se encuentren expuestos a deslizamientos de tierra o a inundaciones; adelantar las obras de infraestructura que permitan contener desbordamientos o avalanchas; o contar con lugares de refugio y de atención a la población afectada, son acciones que deben estar ejecutadas antes de que lleguen las lluvias.
Para ello se necesita contar con recursos suficientes, que permitan responder a unos planes y políticas públicas bien estructurados. El deber recae en primer lugar en los gobiernos locales y departamentales, responsables de velar por la seguridad de sus ciudadanos y acometer los procesos y obras que garanticen esa protección. La Nación es la encargada de acompañar a los entes territoriales en tal propósito, así como de aprovisionar los recursos que se requieren para prevenir y atender los posibles desastres.
Frente a la alerta lanzada ayer sobre el impacto que tendrá La Niña en la región del Pacífico, Cali y el Valle del Cauca deben estar bien preparadas. Hay que reconocer el trabajo que se adelanta en la ciudad y en la región para mitigar los riesgos durante la época de precipitaciones, así como la labor de reforestación y conservación de ecosistemas en el departamento, lo que es esencial en el propósito de evitar catástrofes debido a fenómenos naturales.
Siguen sin resolverse problemas como el de los asentamientos en terrenos peligrosos o de alto riesgo, o el de las inundaciones por la falta de mantenimiento de canales y desagües. En la memoria están frescas las consecuencias de los aguaceros de mayo que ocasionaron daños mientras dejaron pérdidas cuantiosas en el norte y el oeste de la capital del Valle.
La palabra clave es prevención, para salvar vidas y prevenir tragedias.
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