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La historia de Harold Eder, uno de los primeros secuestrados de las Farc

En marzo de 1965, el secuestro y asesinato del empresario vallecaucano en Corinto, Cauca, a manos de las Farc sacudió al país. Sería el primer suceso de una práctica siniestra del grupo subversivo.

22 de septiembre de 2016 Por: Catalina Villa

En marzo de 1965, el secuestro y asesinato del empresario vallecaucano en Corinto, Cauca, a manos de las Farc sacudió al país. Sería el primer suceso de una práctica siniestra del grupo subversivo.

Un año exacto llevaba Harold Eder sin pisar las tierras del Cauca que tanto lo regocijaban. Un año, seguramente largo para él, en el que se privó de hacer eso que le apasionaba: cabalgar por las colinas de su finca Santa Elena durante 3 y hasta 4 horas en las que él mismo se encargaba  de repasar cada  cerco, cada quebrada, cada lote de ganado, cada potrero. Lea también: "Causamos gran dolor con retención de personas por razones económicas", dice 'Iván Márquez'

Tenía razones de peso para abstenerse.  Al presidente de la junta directiva del Ingenio Manuelita y a su familia les habían llegado ya los rumores de que algo turbio se estaba fraguando en su contra:  “A don Harold Eder lo van a secuestrar”. 

 Varios amigos de su cerrado círculo social lo habían visitado para pedirle que estuviera atento, que se cuidara. Pero, ¿qué era cuidarse? les contestaba él. En la Cali de 1965 los esquemas de seguridad privada eran prácticamente inexistentes. Y no los había  por una sencilla razón: no había nacido aquí la época del miedo. 

 Los comentarios, sin embargo, cobraban fuerza. Entonces Eder, un hombre práctico quien había  construido la primera fábrica en Colombia dedicada exclusivamente a la producción de azúcar refinada,  pidió protección del DAS, entidad que le asignó un escolta 24 horas. Y decidió no volver a la finca.   Al menos durante un año. El sábado 20 de marzo de 1965,  sin embargo, mientras recorría a caballo sus predios tras esa larga ausencia,  los rumores finalmente se hicieron realidad.

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‘No hay noticias de Eder’. Ese fue el titular a cinco columnas con el que el diario  El País registró  la noticia que para entonces era casi una rareza: un secuestro en Cali. Y en la nota adjunta se leía: “Dos millones de pesos exigen los bandoleros por el rescate del distinguido industrial y presidente de la Junta Directiva del Ingenio Manuelita, doctor Harold Eder, quien fue secuestrado a eso de las 9:30 de la mañana de ayer en su Hacienda Santa Elena, comprensión del municipio de Corinto, Cauca.

Los forajidos dieron muerte al agente del DAS, Nepomuceno Patiño, natural de Iza, Boyacá, y luego le hicieron corte de franela. El detective 2491 se enfrentó a los secuestradores con una ametralladora Madsen y en la acción resultó herido en la nuca el mayordomo general de los bienes del conocido industrial, Eduardo García, de 50 años de edad”.

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[[nid:579069;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/09/haroldeder2.jpg;full;{Harold Eder era el presidente de la junta directiva del Ingenio Manuelita. Foto: Elpais.com.co | Archivo}]]

El sábado 20, muy temprano en la mañana, Harold Eder se alistó para montar. De acuerdo a los planes, su hija Doris, quien estaba también en la finca, lo acompañaría en el trayecto.  A última hora, sin embargo, mientras arreglaba a sus niños pequeños para la cabalgata de la tarde,  se demoró más de lo previsto y su papá se aburrió de esperarla. A las 6:30 de la mañana Eder abandonó su casa de Quebradaseca en compañía de su mayordomo, su escolta del DAS y  Víctor Lenis y se dirigió hacia su otra propiedad, Santa Elena, a dos horas de camino, unos 12  kilómetros de distancia. 

“Finalmente  me quedé, y con mi mamá y mi hermana Elisa organizamos a los niños de todos para arrancar la  cabalgata pues ellos estaban aprendiendo a montar. Era un trayecto no muy largo para luego almorzar”, recuerda Doris.

Al regreso, Doña Cecilia Caicedo de Eder, quien iba adelante comandando la cabalgata, fue la primera en enterarse de la noticia y salió corriendo, gritando con angustia. “¡Secuestraron a Harold, secuestraron a Harold!”. 

Doris de inmediato se dirigió a la estación telefónica de Corinto a avisarle a Alberto Bernal, de Manuelita,  lo que había sucedido.  

“A partir de allí los recuerdos son confusos porque entramos en un estado de confusión total. Tras una comunicación en la que pedían un rescate, mi mamá consiguió la plata y se fue acompañada con un médico, pero nadie llegó a la cita. Poco a poco fueron llegando a la finca familiares, amigos cercanos, miembros del Ejército y la Policía, en un episodio que se prolongó durante 15 larguísimos días”, cuenta doña Doris.

La prensa de entonces da cuenta de la orden del comando de la Tercera Brigada de enviar  tropas del batallón Codazzi y  disponer el vuelo de aviones de la Fuerza Aérea: “A las 4 de la tarde, tropas del batallón encontraron a la señora Cecilia Caicedo de Eder quien en compañía del señor Lenis y de un médico de la población de Corinto  se había dirigido desde el medio día al sitio de los hechos,  en busca de sus esposo.  Fueron llevados de regreso a Quebradaseca”.

 Doris Eder recuerda sí, la eternidad de los días que siguieron. “Todos, incluido el Ejército,  estábamos  desesperados porque no encontraban nada. Hubo poca comunicación con los captores. Las veces que la hubo fue a  través de terceras personas, por ejemplo, devolvieron el anillo ”.  

Pero al cabo de  8 días en que no recibieron comunicación, todos sospecharon el peor escenario; sabían que algo andaba mal. “El hecho de que hubieran asesinado al escolta de esa manera tan violenta nos llenó de dolor y de rabia y de impotencia. Estábamos esperando lo peor”. 

Mientras doña Cecilia, esposa de Eder permanecía en la finca rodeada de cientos de amigos y familiares que iban a manifestarle su solidaridad, se tejieron innumerables  rumores. Que el monto del rescate había ascendido de 2 a 10 millones; que lo habían asesinado; que  los lugareños lo habían visto por la zona.

  24 días después del secuestro se conoció el triste desenlace: en el sitio El Palmar, en desembocadura del río Rionegro, a 9 horas de camino de la Hacienda Santa Elena, fue encontrado en una fosa el cadáver del industrial de 62 años. Una brigada del Ejército llegó hasta allí gracias a la información proporcionada por un grupo de indígenas de la zona.

 Un yerno de don Harold fue el encargado de reconocer el cuerpo, quien posteriormente le dio la noticia a Doris y el resto de la familia. Una noticia que, a pesar de los años, nunca dejará de producirles un tremendo dolor.

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