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Según las Farc, a algunas de las zonas veredales todavía no han llegado los contenedores para almacenar las armas. Hasta ahora se han registrado mil. | Foto: Colprensa

FARC

¿Quiénes son y dónde están los disidentes de las Farc?

La cifra exacta no se conoce, pero integrantes de nueve frentes de las Farc dejaron el corazón de la organización que hace tránsito a la reincorporación, para quedarse en la ilegalidad.

15 de agosto de 2017 Por: Jessica Villamil Muñoz / Reportera de El País

Disidente: Separarse de la doctrina, creencia o conducta.

Desertor: Soldado que abandona su bandera.

Así define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española a quien incurren en dichas conductas.
Sin embargo, para muchos, los hombres y mujeres que se fueron de las Farc después de firmados los acuerdos para terminar el conflicto armado con el Gobierno y de los que nadie tiene una cifra exacta, son “simples bandidos”.

La Fundación Paz y Reconciliación y la Fundación Ideas para la Paz aseguran que, tras sus estudios, han identificado que esas personas están en Norte de Santander, Vichada, Guainía, Vaupés, Guaviare, Putumayo, Cauca, Nariño, Valle del Cauca y Chocó. En los medios de comunicación, las autoridades les atribuyen secuestros, extorsiones, ataques, reclutamiento de menores, muertes de civiles, también de integrantes de la Fuerza Pública.

Incluso hay quienes sostienen que en realidad los que atacaron la Misión de Naciones Unidas que extraía un contenedor con armas en el norte del Cauca el pasado fin de semana eran disidentes y no guerrilleros del ELN como lo señalaron las autoridades.

Desde las huestes del uribismo dicen que los disidentes son el ‘Plan B’ de las Farc por si fracasa la implementación del acuerdo de paz, pero analistas y expertos en conflicto armado aseguran que jamás podrán igualar a la guerrilla originaria y que su fin es controlar el lucrativo negocio del narcotráfico, el microtráfico y la extorsión.

Y es que el Estado Mayor Central de las Farc, en su momento, expulsó de su organización a cinco comandantes que lideraban las disidencias y a través de un comunicado manifestó que: “Esta decisión está motivada en su conducta reciente que los ha llevado a entrar en contradicción con nuestra línea político-militar”.

Tal vez por eso y con la desbandada, el miércoles desde la Dirección de la Policía Nacional se dispuso que “a partir de la fecha no se debe plasmar en los documentos y poligramas la frase disidencia de las Farc, ahora será crimen organizado residual de las Farc”.

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Ambición, ideológica política, temor al cambio. ¿Cuál fue la razón para que centenares de hombres abandonaran las Farc si ya estaban a punto de terminar el conflicto armado de más de 50 años? En junio de 2016, tres meses antes de la firma del primer acuerdo de paz, el Frente Primero (Guaviare) anunció que no se desplazaría a las zonas transitorias veredales de normalización como se había pactado hasta el momento y que tampoco dejaría las armas.

Con el correr de los meses, también se fueron algunos guerrilleros de los frentes Séptimo, 40 y 44 (en el oriente del país). Y se sumaron individuos de cinco frentes del Suroccidente (6, 30, 43, 48 y 57, entre otros). Eduardo Álvarez Vanegas, coordinador de Dinámicas del Conflicto y Negociaciones de Paz de la Fundación Ideas para la Paz, explica que las razones son tan disímiles como los territorios que habitan y que reducir sus razones a la motivación económica no es suficiente.

Precisa que los hombres que están en Nariño, Chocó, Cauca y el Valle del Cauca tienen un origen semiurbano, en su mayoría, e incluso están enfrentados entre ellos por liderazgo, límites territoriales, por el negocio de la marihuana.

“Si uno se va al Pacífico encuentra que allí las disidencias tienen una trayectoria criminal. Gran parte de los individuos hacían parte de las estructuras sicariales y de redes de apoyo de los ‘Rastrojos’, que luego de ser reducidos por las Farc tuvieron que unirse a ellos para salvar sus vidas”, dice el investigador.

Por eso —agrega— son personas que no están conectadas con el proceso de paz, ni con la parte ideológica ni política de las Farc y obviamente, fue más fácil que continuaran con las dinámicas de la guerra.

Sobre el tema de las disidencias de Caquetá, Guaviare y Meta, Álvarez sostiene que en la región toma peso la versión que sus jefes, "entre otras razones no habrían reconocido al Estado Mayor sin ‘Tirofijo’, ‘Raúl Reyes’ o ‘El Mono Jojoy’. De hecho, tampoco a quienes estaban negociando la paz en Cuba, excepto a ‘Iván Márquez’”.

Sin embargo, Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, disiente de esta apreciación: “¿Por qué ha salido la gente de las Farc? por inseguridad jurídica y económica. Cuando ‘Gentil Duarte’ (jefe del Frente Primero) desertó, fue cuando se perdió el plebiscito, no había Ley de Amnistía y no estaba clara la Justicia Transicional”.

Sobre los guerrilleros rasos, comenta que sus temores radican en que a estas alturas (dos días para terminar la vigencia de las zonas veredales) no hay plan de reincorporación.

“Ellos no saben cuál va a ser su futuro después del 15 de agosto, no hay tierras, ni proyectos productivos, no hay plata, no hay nada. La gente se va por eso. No es porque estén en contra de los comandantes. Eso es carreta uribista”, alega Ávila.

Pero el senador del Centro Democrático, Alfredo Rangel, considera que las razones de las disidencias “tienen como telón de fondo el crecimiento inusitado del narcotráfico”.

A su juicio, el país está ante una nueva versión de la combinación de formas de lucha porque no se sabe cuántas son disidencias reales y cuántas siguen teniendo vínculos con el Secretariado de las Farc.
Una opinión similar tiene el experto en seguridad, John Marulanda, quien considera que para las Fuerzas Militares va a ser “muy difícil” lidiar con esas “desbandadas” de las Farc porque están en límites fronterizos o en inmediaciones de las zonas veredales y “el Gobierno no puede entrar allí”.

De inmediato Eduardo Álvarez, el investigador de Ideas para la Paz, critica esa postura: “La gente que es capaz de decir eso es porque no ha visitado ninguna zona veredal o porque no conoce el contenido del acuerdo” que permitió frenar esa guerra.

Reconoce que muchas disidencias sí están cerca de lo que fueron las zonas campamentarias, pero “es exagerado decir que para las Fuerzas Militares es imposible derrotarlas. Lo que sí tiene que haber es una discusión sincera en el Gobierno porque esto no es un tema meramente residual, ni de bandidos como dice el Ministro de Defensa (Luis Carlos Villegas)”.

Y aunque las Farc aseguran que no saben cuántos hombres rompieron el vínculo con su organización y prefieren dejarle esa tarea a las autoridades, los investigadores calculan entre 300 y 700 la cifra de disidentes. El Ministro de Defensa a mediados de semana dijo que eran “un poco más de 400 quienes no se acogieron al acuerdo de paz y están ubicados justo en las cinco principales rutas del narcotráfico”.
Villegas reitera que solo representan el 5 % o el 7 % de quienes sí dejaron las armas. Pero, ¿qué tanto daño puede hacer esa “mínima” porción de hombres y mujeres que siguen armados?

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“Las disidencias son el brazo armado no reconocido de las Farc. Representan un riesgo para la democracia y para los partidos políticos”.
Así lo asegura el senador Alfredo Rangel, quien insiste en que de esta manera la guerrilla está practicando la combinación de todas sus formas de lucha. Pero desde el Secretariado de las Farc rechazan de tajo esa aseveración: “Eso es totalmente falso. Ya se ha negado esa información en varias ocasiones”, dice una fuente.

Eduardo Álvarez, de Ideas para la Paz, no le resta importancia a las acciones violentas cometidas en los últimos días por esas centenas de hombres, pero recalca que las Fuerzas Militares ya los están enfrentando: la estrategia no es solo desmontar, sino dar de baja, arrestar, combatir el fenómeno.

“Obviamente, están generando zozobra entre las comunidades en las que están asentados y que no ven la diferencia entre cuando las Farc existían y ahora que hay una transición a la terminación del conflicto. Seguro van a persistir otros factores de violencia. Pero no son unas nuevas Farc”, sentencia.

Ariel Ávila, de la Fundación Paz y Reconciliación, comenta que las deserciones son “normales” en un proceso de paz. Y pese a que considera que el grupo es mínimo frente a quienes optaron por la legalidad, estas situaciones sí “están haciendo un daño mediático terrible” a la implementación.

También advierte que hacen daño en materia de seguridad a las comunidades en las que la extorsión se ha incrementado “notablemente y tiene a la gente angustiada. Son grupos pequeños, fáciles de controlar, pero hacen un daño terrible”.

Una opinión parecida tiene Rafael Colón, general en retiro de la Armada Nacional, quien hizo parte del equipo que negoció en La Habana el desminado humitario. Asegura que esa gente es la que está causando incertidumbre, por ejemplo, en las zonas donde se están implementando los programas de erradicación manual de cultivos ilícitos y el desminado.

Pero es contundente: El Estado históricamente ha demostrado que sus Fuerzas Militares pueden combatir a estos grupos, además, con el correr de los años multiplicaron su capacidad de combate con las actividades conjuntas entre Ejército, Armada Nacional y Policía. “No creo que haya un lugar vedado en el territorio nacional para la Fuerza Pública. No puede cundir el pánico. Hay programas que están en marcha en algunas instituciones. Aunque hay que decir que el error más grande que tuvimos fue que en La Habana la negociación iba a una velocidad asombrosa, pero en Bogotá no. Nos dimos cuenta que había terminado el conflicto con las Farc cuando vimos el texto firmado en el Teatro Colón”.

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