Salud
Demencia y envejecimiento: el sencillo hábito diario que marca la diferencia en la salud cerebral
Una universidad británica y otra uruguaya están tras este importante hallazgo.
La demencia por envejecimiento es definida como el deterioro cognitivo y funcional que ocurre en las personas a medida del paso de la edad.
Esta condición se caracteriza por una disminución progresiva de las habilidades cognitivas, como la memoria, el pensamiento, el razonamiento y la capacidad para realizar actividades diarias; cambios que pueden interferir significativamente con la vida cotidiana de la persona y pueden afectar también sus relaciones personales, su independencia y como consecuencia su calidad de vida.
De acuerdo con proyecciones del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), en el caso de Colombia para el año 2020, de los 4.5 millones de personas mayores de 65 años, el 6%, es decir unas 260.000 personas, podrían tener algunos rasgos en mayor o menor proporción de demencia y así como en casi todo el mundo como producto del alzheimer, que representa aproximadamente entre el 60 y el 80% de todos los casos.
Los factores de riesgo para desarrollar demencia por envejecimiento incluyen la edad avanzada, antecedentes familiares de demencia, presencia de ciertos genes, hipertensión arterial, diabetes, obesidad, tabaquismo y en general un estilo de vida poco saludable.
Precisamente, la alimentación y los hábitos diarios pueden disminuir las probabilidades de padecer este tipo de enfermedades en las que los científicos cada vez más se concentran para descubrir mejores tratamientos que eviten su progreso acelerado, pero también qué acciones cotidianas podrían prevenir su llegada.
En relación con estas prácticas sencillas, investigadores de la University College de Londres (UCL) y de la Universidad de la República de Uruguay pudieron determinar en una reciente investigación que las las siestas cortas, de no más de 20 minutos, pueden ayudar a retrasar el encogimiento cerebral y con ello conservar un estado perfectamente funcional por mucho más tiempo.
“Hemos encontrado una asociación entre la siesta diurna habitual y un mayor volumen cerebral, lo que podría sugerir que dormir la siesta con regularidad proporciona cierta protección contra las patologías neurodegenerativas al compensar la falta de sueño”, señalaron los autores del estudio en la revista especializada en asuntos del sueño, Sleep Health.
Los autores del trabajo académico se basaron a su vez en el estudio UK Biobank, que recopiló a más de 500.000 participantes de entre 40 y 69 años que vivían en el Reino Unido entre 2006 y 2010, para comprobar si una combinación de variantes genéticas que anteriormente se habían asociado con la siesta también guardaba relación con el volumen cerebral.
“Una siesta corta durante el día ayudará a preservar el volumen cerebral, lo cual es algo positivo potencialmente para la prevención de la demencia”, puntualizó la coautora del estudio, la doctora Victoria Garfield, de la UCL.
Otras formas de prevenir la demencia
Aunque no se puede prevenir por completo, la demencia sí puede retrasarse y llevar al mínimo de probabilidades de ocurrencia a partir de otras prácticas diferentes a las buenas prácticas del sueño.
La alimentación equilibrada y nutritiva, por ejemplo, puede tener un impacto positivo en la salud cerebral. Una dieta rica en frutas, verduras, granos integrales, pescado, nueces y grasas saludables, como el aceite de oliva puede ser de mucha utilidad, al igual que limitar el consumo de grasas saturadas, alimentos procesados, azúcares añadidos y sal.
De igual manera el ejercicio físico regular se ha asociado con una reducción del riesgo de demencia. Es recomendable realizar al menos 150 minutos de actividad aeróbica moderada a intensa por semana, combinada con ejercicios de fuerza y equilibrio. Esto puede incluir caminar, correr, nadar, hacer yoga o cualquier otra actividad que cause bienestar.
En relación específicamente con el cerebro, así como cualquier otro músculo del cuerpo también requiere de ejercicio. Mantenerlo activo y comprometido puede ayudar a preservar la función cognitiva. Para esto se recomienda participar en actividades como rompecabezas, juegos de mesa, aprendizaje de nuevos idiomas, lectura, escritura o cualquier otra actividad que implique cierto esfuerzo intelectual.
Las relaciones sociales regulares pueden tener un impacto positivo en la salud del cerebro. Pasar frecuentemente el tiempo con amigos y familiares o en otros tipos de círculos sociales hacen parte de esta tarea.