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Así luce la Loma de la Cruz. Algunos ciudadanos consideran que la estética sin orden alguno es una agresión contra la ciudad. Piden concertar con la comunidad los murales de la Quinta. | Foto: Bernardo Peña / El País

MURALES

Arte urbano en Cali: de confrontación a oportunidad para la reconciliación

Hay tres grupos: los del ‘gris’, que taparon murales que consideran de odio; los del ‘color’, artistas que aseguran que sus obras son denuncias; y muchachos que salen a rayar paredes con insultos, lo que genera contaminación visual, la teoría de las ventanas rotas. En el medio, un acercamiento: los del ‘gris’ proponen un diálogo con los del ‘color’. El arte para reconciliar la ciudad.

11 de julio de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos / Editor de Crónicas - Fotos: Bernardo Peña y Jorge Orozco

En Cali se libra una discusión a punta de pintura, cuyo escenario son los muros de la ciudad. De un lado están los del ‘gris’. Son un grupo de ciudadanos que el pasado domingo 4 de julio de 2021 convocaron una movilización para tapar con gris algunos murales de la Calle Quinta que decían mensajes como “En Cali secuestran mujeres”, “Que paren el genocidio”, “La lucha es por la vida y los desaparecidos”, “Somos diferentes”, y también paredes, postes, separadores viales y fachadas donde manifestantes indignados escribieron con aerosol consignas contra la Policía, el Gobierno, el Esmad, el Presidente, el Alcalde, o frases como “Más marica es el que no ama”.

Uno de los miembros del grupo del ‘gris’ dice que es un movimiento que no tiene intereses políticos ni electorales, aunque es cierto que en la jornada para pintar los muros de la Calle Quinta llegaron senadores y personas con camisetas que decían “no al comunismo”.

— Los políticos no representan la voz de esta propuesta. Los promotores somos pequeños y medianos empresarios que fuimos vandalizados durante los días de las movilizaciones del Paro Nacional: tenderos, comerciantes, dueños de hoteles, algunos de los propietarios de las bombas de gasolina que fueron saqueadas y destruidas. No tenemos ningún interés político, ni deseamos protagonismo, por lo que le pido que no publique mi nombre. Lo que pretendíamos al pintar de gris los murales y grafitis era ser escuchados. Porque los empresarios hemos sido maltratados, nuestros negocios han sido vandalizados sin que podamos hacer nada, por temor. Usaron nuestras fachadas para pintar consignas que no nos representan, y dibujos que no conservan ninguna estética. Los entornos de nuestras empresas también se han visto afectados, como la ciudad en general. Y a muchos les da miedo volver a pintar su negocio o el entorno por temor a represalias. Por eso con esta acción de pintar de gris los murales queríamos dejar el susto y expresarnos. Y ahora, que fuimos escuchados, nuestra propuesta es unirnos con los artistas y grafiteros para llegar a acuerdos y elaborar, juntos, murales donde también se nos represente y nos sintamos incluidos. Mensajes para avanzar como ciudad, reconciliarnos, transformar el entorno bajo los parámetros de la ley. Que donde la ley permita hacer arte urbano, intervenir un muro, lo hagamos, porque no es toda la ciudad en donde se puede hacer, como viene ocurriendo. La propiedad privada está siendo afectada.

Los del grupo del ‘color’, conformado por artistas que integran colectivos como la Mesa de Gráfica de Cali, dicen estar dispuestos a ese diálogo que se propone desde el ‘gris’, pese a que no están de acuerdo en que les hayan tapado los murales.

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Por un lado, consideran que las obras que taparon no transmitían mensajes de odio o guerra, como se ha dicho, sino que denuncian realidades del país como el asesinato de los líderes sociales, o los falsos positivos, o el acoso a la mujer, y por otro, recuerdan que no son ellos los responsables de que ciudadanos indignados con la realidad social y el gobierno rayen el MÍO, o las fachadas de las unidades residenciales, o los locales comerciales de la Quinta. Como artistas reconocidos, profesionales, explican, solo intervienen un espacio autorizado, a la luz del día, de cara a la ciudad, sin capucha.

— Además, hay que entender que las paredes de las ciudades hablan de lo que está ocurriendo en un país, en una sociedad. Es un fenómeno mundial, y Cali vive un momento histórico. Quien coge una lata y raya una pared es porque no tiene cómo expresarse de otra manera, no se siente incluido o escuchado, luego usa la calle para hacerlo. Las paredes no son mudas, gritan el sentimiento de un grupo de la sociedad – dice la muralista Diana Tenorio.

El jueves 8 de julio de 2021, pese a todas esas discusiones, los de un lado y los del otro se encontraron en una reunión que pretendía iniciar con un acto simbólico: los del ‘gris’ les obsequiarían brochas a los del ‘color’ para proponerles que, juntos, realicen murales cuyos mensajes y estética representen las realidades de todos. Pese a que no hubo acuerdos, ni se llevó a cabo el acto simbólico, las conversaciones se iniciaron.

— Cali necesita espacios de diálogo para que nos pongamos de acuerdo. Paz, reconciliación y mensajes para avanzar, es lo que queremos – dice uno de los promotores del ‘gris’.

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Los de un lado y los del otro coinciden en que la intervención del espacio público no debe convertirse en una batalla campal de pintura, que convoque a las ‘fuerzas vivas’, para que en un fin de semana pinten unos y al siguiente tapen los otros.

Desde el Museo Libre de Arte Público de Colombia, el Muli, fundado por la artista Carolina Jaramillo, se plantea una propuesta para evitar que eso suceda: abrir un grupo que a su vez integre otros grupos, y planear una intervención artística de la ciudad “incluyente”.

— Hay varios colectivos de artistas y ciudadanos que quieren embellecer la Calle Quinta y se han acercado al Muli. Y yo lo que les he dicho es venga, sentémonos, articulémonos, hagamos una mesa de mesas, y planeemos cuál puede ser esa intervención para hacerlo de forma responsable. Plasmar en las obras no solo lo que yo pienso, lo que el otro piensa, si no que nos incluyamos a todos, tengamos en cuenta a la comunidad donde se realiza la obra. El asunto no es callar las voces o las denuncias de este momento histórico de la ciudad y el país; el asunto es que no hay que gritar para ser escuchados, y eso es lo que ocurre en los muros de Cali. Hay mensajes que se leen como gritos violentos por la forma en que están escritos, y eso invita a la agresión, a seguir divididos. Debemos hacer un alto en el camino, una reflexión, y por eso desde el Muli invitamos a que nos sentemos en esa mesa de mesas y planeemos una intervención a través de un diálogo respetuoso, donde desde ningún sector se impongan los mensajes, sino que seamos todos los que nos podamos ver reflejados en el arte urbano. También se debe acordar dónde hacerlo. No toda la ciudad puede destinarse a estas expresiones artísticas, y debe pensarse la estética. Debemos cuidar a Cali – dice Carolina Jaramillo.

El artista Diego Pombo habla de la ‘cachetada del guante blanco’; trascender esos mensajes que irrespetan al otro, una retórica que se repite tanto en el espacio público como en la propiedad privada (fachadas de unidades residenciales, puertas de locales comerciales, los muros de las casas cuyos propietarios piden que no sean tocados) y donde han escrito frases que reflejan esta ciudad fraccionada: ‘vándalo hp’, ‘tombo hp’, ‘castrochavistas traidores’, ‘uribistas come mierda’. Más bien, propone Pombo, reemplazar ello por la pedagogía desde el arte.

Por eso su escultura de Jovita en el Parque de los Estudiantes de la Calle Quinta, que fue intervenida (ahora Jovita está de luto en homenaje a los estudiantes caídos durante las protestas del Paro Nacional) conservará los guantes blancos. El guante blanco, explica Pombo, significa elegancia, inteligencia, ingenio, imaginación: decir lo que se piensa sin agredir, sin insultar al que opina desde otra orilla.

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Porque gran parte de la molestia de un grupo de ciudadanos es esa: la estética de ciertos sectores de Cali genera estrés, perciben que los agrede. Calles donde no hay muro que se salve de un rayón, de una calavera hecha a la carrera, de una mezcla de colores sin lógica que termina generando la sensación de caos. Sucede en la Calle Quinta, en la Luna, en las estaciones del MÍO, entre ellas la del Paso del Comercio, saqueada, destruida.

Allí, 15 murales de artistas nacionales e internacionales quedaron en el suelo, molidos, y en cambio las paredes fueron rayadas con madrazos. Uno de los murales que tiraron al suelo se llama Oiga, Mire, Vea, de la artista Adriana Escobar, y era una referencia a Marilyn Monroe como ícono de la cultura occidental; o Reconciliación, de Claudio Rousselon – Rattus, una obra sobre la simbología de los mexicanos, la relación con las plantas; Eco Lumínico, del Colectivo Banda Ancha, era un mural que pretendía ser una metáfora entra la oscuridad, la luz, el despertar de la conciencia.

— Todos los murales del Muli que estaban en la estación del Paso del Comercio quedaron inservibles. Lo mismo sucedió en la estación Calipso. Y nadie se ha pronunciado, nadie se ha mostrado indignado. ¿Qué sentido tiene acabar una obra artística que le da valor a un entorno? Esto hace parte del diálogo que se debe dar de lado y lado. También entender que aunque Cali es un museo abierto, avalado así por el Ministerio de Cultura a través del Muli, las expresiones que los artistas o los ciudadanos pretendan hacer deben plantearse de una forma respetuosa y ordenada. Puede ser arte político, es válido el arte político, pero hay que hacer un alto en el camino y entender que la ciudad no la podemos contaminar con tanta agresión, con tanta violencia como la que vemos hoy, porque hay diversas formas estéticas de denunciar, de decir lo mismo que se denuncia, sin agredir. Se deben tramitar los procesos correspondientes, los permisos, para intervenir la ciudad, en espacios acordados. Porque como está Cali hoy en muchos sectores, estamos afectando la salud mental de los ciudadanos. Hay una contaminación visual evidente y hay leyes contra la contaminación visual. Porque a mí no me guste un monumento no puedo rayarlo, porque quiero expresarme no puedo tomar el muro de un local comercial, de una casa, y pintar lo que se me plazca sin pensar en quien vive allí y en la comunidad. Se debe respetar la institucionalidad. No podemos permanecer en esta anarquía en la que está Cali – continúa Carolina Jaramillo, la directora del Muli.

En teoría, para pintar un puente, un muro que haga parte del espacio público, se debe diligenciar un formato en el que se explique qué se va a hacer, dónde, adjuntar el boceto de la obra y enviarlo por correo electrónico a la Secretaría de Planeación. En teoría, eso lo debe evaluar el Comité de Arte de la ciudad, que hace una curaduría de la propuesta. Pero tras dos años de la administración del alcalde Jorge Iván Ospina, no se ha delegado un representante por parte del alcalde en el Comité, uno de los cargos más importantes. En otras palabras, aunque el Comité existe en el papel, en la práctica no.

— Y en lo que va de esta Administración tampoco se ha hecho una sola solicitud formal de un ciudadano o un grupo en la que se requiera convocar al Comité para una expresión artística, sea escultura o mural. Lo que pasa en el fondo es que tanto la ciudadanía, como la misma Administración, y eso es lo más grave, no conoce la normativa que ya existe para intervenir con arte la ciudad. La misma Administración promueve este tipo de expresiones sin siquiera saber que existe un decreto, un manual, simplemente creen que el tema no está reglamentado. El desconocimiento es de parte y parte – advierte un funcionario que pide la reserva de su identidad.

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Esa reglamentación que existe pero que no se cumple es lo que en parte ha generado la discusión con pintura en los muros de Cali. Y quien define las normas, la Alcaldía, el gobierno, no está legitimado para mediar entre los actores que discuten. Ni de un lado ni del otro se sienten representados por Jorge Iván Ospina y su gestión. Ese vacío de la institucionalidad ha generado en la ciudad una sensación de anarquía.

La activista ciudadana Mapi Velasco, quien promueve encuentros entre personas que piensan diferente, considera entonces que la única manera de llenar ese vacío es con liderazgos colectivos.

— Cali necesita urgente un diálogo y reducir las estigmatizaciones de lado y lado. Acá nos tratamos de hp para arriba: ‘los hp de los bloqueos’; ‘los hp mamertos castro chavistas’; y por otro lado ‘los hp del uribismo’ o ‘del gobierno’. Tenemos que bajarle a ese estigma. Entender que los muralistas no son equivalentes a vándalos; y entender que entre los que pintan de gris algunos sienten que están en una acción casi heroica de limpiar la ciudad. Pero tenemos que dialogar para construir esa ciudad que queremos. Por eso necesitamos un liderazgo colectivo, facilitado por personas que sepan escuchar y puedan orientar las conversaciones de tal forma que las decisiones sean colectivas y de esa forma las responsabilidades y compromisos ciudadanos sean asumidos. No podemos seguir con la idea del o la salvadora como un solo líder, esto no lo resuelve una sola persona, sino una actitud colectiva abierta, generosa, inteligente y capaz de escuchar y facilitar el encuentro para reconstruirnos entre todos, un liderazgo desprovisto de todo interés partidista o electoral para las elecciones de 2022 – dice Mapi.

Por fortuna, los del ‘gris’ y los del ‘color’ coinciden en que el arte urbano, en vez de dividir como sucede hoy, puede ser una forma de reconciliar a Cali y generar procesos de inclusión entre esos cientos de muchachos que consideran que la ciudad está de espaldas a sus realidades y lo expresan en los muros.

El investigador y gestor cultural David Rodríguez, quien hace parte de la Mesa de Gráfica de Cali, la asociación que agremia a los artistas de arte urbano, dice que si se analiza la situación de fondo, Cali, más que estar ante un problema, se encuentra ante una oportunidad: ofrecerles el arte a los jóvenes que salen a pintar cuanto muero encuentren, pero como una profesión, una opción de vida. Es lo que intenta la Mesa de Gráfica con los talleres que programa en el Oriente o en Siloé. Allí han logrado que jovencitos que ni siquiera pensaron graduarse del bachillerato hoy estudien diseño gráfico o sean artistas después de que se inspiraran, encontraran su destino, al participar en la elaboración de algún mural acordado con la comunidad.

El artista Diego Pombo propone por su parte que la bienal de muralismo que lidera el Muli sea el camino para que la ciudad sea intervenida y se expresen las diferencias con respeto y sin violencia. Hacer una gran convocatoria, dice Pombo, para hacer murales en sitios acordados, con curadurías internacionales, con concursos, y transformar el colorido caos de hoy para que quien tenga algo que decir a través del arte lo haga sin agredir al otro, sin agredir a Cali.

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