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El pasado fin de semana se realizó en Cali la marcha del orgullo LGTBIQ más multitudinaria de Colombia. La ciudad es considerada la ‘capital de la diversidad sexual’. | Foto: Foto: Aymer Andrés Álvarez / El País

CALI

Cali, una ciudad peligrosa para el amor LGBTIQ: ¿Cuáles son las barreras que aún persisten?

El pasado fin de semana se realizó en Cali la marcha del orgullo LGTBIQ más multitudinaria de Colombia. La ciudad es considerada la ‘capital de la diversidad sexual’. Sin embargo, la homofobia persiste: entre 2018 y 2021 se cometieron 19 transfeminicidios, 40 en el Valle. “Vivimos, amamos, con miedo”.

3 de agosto de 2022 Por: Santiago Cruz Hoyos, Editor de Crónicas y Reportajes 

Claudia Ramírez me dice que es “no binaria”. En ese momento aparece justo lo que hace que Cali siga siendo una sociedad que discrimine, rechace, violente, invisibilice, a la comunidad LGTBIQ +: el desconocimiento sobre la diversidad sexual. Le pregunto - desde mi ignorancia, y me disculpo- si ser no binario es sinónimo de ser bisexual. Claudia, con paciencia, me explica:

– No binario no es sinónimo de ser bisexual. Una cosa es la orientación sexual y otra la identidad de género. La orientación sexual tiene que ver con a quién amamos; hay heterosexuales, bisexuales, homosexuales, lesbianas. La identidad sexual, en cambio, refleja cómo se ve la persona a sí misma, si es masculina, femenina u otro. Y ser no binario es salirse de la obligatoriedad de los roles que son asignados al nacer y percibirse tanto masculino como femenino. En mi caso tengo expresión masculina, pero no me molesta para nada lo femenino, ni quiero renunciar a ello. Vivo entre la masculinidad y la feminidad. No me quiero definir como hombre o como mujer. Siempre, desde niña, sentí que no era una niña en sí, pero tampoco me molestaba lo femenino. Un no binario entonces puede ser una persona con barba que no renuncia a su masculinidad, pero que se pinta los labios y usa falda. Eso la va a poner en peligro. Cuando en la calle te muestras no binario, se asume como algo agresivo para los ojos de quienes no lo entienden y pueden ocurrir agresiones.

A Claudia le pregunto enseguida si ser no binario entraría en la definición de la nueva sigla que se le asignó al termino LGTBI, que ahora se le agrega una ‘q’ que traduce ‘queer’ y el símbolo +, para incluir a los colectivos que no están representados en ninguna de las siglas: lesbiana, gay, transgénero, transexual, travesti, bisexual, intersexual.

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Claudia dice que efectivamente ser no binario hace parte del término ‘queer’, que representa a las personas que desean no ser etiquetadas de ninguna manera, ni como hombre, ni como mujer, si no que los respeten por ser seres humanos.

– Hacia van nuestras luchas, a que nos miren como seres humanos y se superen las etiquetas. Pero falta mucho por hacer. Las personas no binarias en Cali estamos muy invisibilizadas. Y somos violentadas, incluso, por la población LGTBI, que tampoco comprende lo que somos y nos exige que nos definamos de alguna manera. Por eso no somos aceptadas. Ese mismo entorno te obliga a hacer lo que no quieres.

Muchas personas no binarias se han hecho operaciones para definirse como hombre o como mujer por la presión social. Ahora dicen: no quiero renunciar a mi masculinidad o a mi feminidad. Lo no binario hace parte de una identidad muy nueva. En Cali no hay organizaciones de personas no binarias, ni grupos o fundaciones, no sabemos cuántos somos, porque apenas hasta ahora las personas se están animando a reconocerse.

Claudia nació en Antioquia, pero en Cali vive desde hace 15 años. Ama a esta ciudad. Ama a su gente. Desde hace ocho años es activista de la comunidad LGTBIQ+ y una de las organizadoras de la Marcha del Orgullo Gay, Lésbico, Bisexual, Trans, intersexual, que se realiza cada año con motivo del Día del Orgullo LGTBI, celebrado mundialmente el 28 de junio. Ese día se conmemora los disturbios de Stonewall de 1969, que, según la historia, fue la primera ocasión en Estados Unidos en que la comunidad LGTBI protestó por las persecuciones a las que estaba sometida.

La marcha de 2022 en Cali fue la más multitudinaria del país. Participaron 200 mil personas. Llegaron buses con delegaciones del Putumayo, Medellín, La Guajira. La ciudad, pese a todo, es considerada la capital de la diversidad sexual en Colombia.

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Alejandra Llano es psicóloga e investigadora del Observatorio Ciudadano de la Fundación Santamaría, dedicada a la defensa de los derechos de las mujeres trans. En la marcha del orgullo LGTBIQ+ de 2022, cuenta, la Fundación decidió no participar, no salir.

– ¿Orgullo de qué? – se pregunta ella, y menciona las estadísticas que recoge el informe Memorias Travestis, de la Fundación, en el que se denuncia que entre 2018 y 2021, en el Valle del Cauca se cometieron 40 transfeminicidios, es decir asesinatos de mujeres trans. 19 de esos crímenes, casi el 50%, ocurrieron en Cali. El 70% de las víctimas eran menores de 35 años. Son tantas las violencias, que la expectativa de vida de una mujer trans en Colombia es esa, 35 años.

– La lucha que estamos dando es que estos homicidios sean tipificados como ‘transfeminicidios’, ya que están sustentados en el odio hacia las mujeres trans – dice Alejandra.

La población trans continúa siendo una de las comunidades más violentadas no solo en Cali, sino en el mundo. Aún hay una enorme brecha para que sus integrantes accedan a los derechos plenos para ejercer una ciudadanía digna. En Colombia, gracias al decreto 1227 de 2015, por ejemplo, se les permite a las personas con identidades de género diversas hacer la corrección del sexo tanto en el registro civil como en la cédula, pero siguen existiendo obstáculos para acceder a otros derechos que derivan de esa posibilidad.


En el caso de las mujeres trans que son asesinadas por su identidad sexual, la justicia las reporta como homicidios de hombres, aun cuando la víctima haya cambiado el sexo en el documento de identificación. Es una manera sutil de negar esa realidad, de invisibilizarla. Y la connotación es muy diferente a un homicidio, así como las penas: son más altas cuando se cometen feminicidios.

– Es tal la marginación, el rechazo, el prejuicio hacia la mujer trans, que sigue relegada a ejercer los mismos dos oficios que socialmente han estado asociados a nosotras: el trabajo sexual y la peluquería. Y el trabajo sexual, aunque no es ilegal, tampoco está regulado. Se realiza en contextos de alta violencia, en las zonas más peligrosas de las ciudades, donde encontramos muchos riesgos de ser asesinadas. Además, nos matan por la transfobia, el odio hacia las personas trans. Por eso les exigimos a las instituciones encargadas de hacer justicia que se investiguen estos crímenes por prejuicios y los llamen como son: transfeminicidios. Nos están violentando por asumir una identidad diferente a la que se nos fue asignada al nacer porque la sociedad no ha terminado de aceptar que existen otras posibilidades de ser que hacen parte de la naturaleza humana. Una persona trans es quien no se identifica con el sexo que le fue asignado cuando nace. Se siente en un cuerpo que no le corresponde – dice Alejandra.

La mayoría de las víctimas de los transfeminicidios en el Valle del Cauca eran trabajadoras sexuales. Otras eran modelos web cam, artistas, estilistas. Las mataron con armas de fuego, con cuchillos, con golpes de objetos contundentes. A una la asfixiaron. A dos las torturaron. La excesiva violencia oculta una advertencia para otras mujeres trans.

La impunidad de esos crímenes es del 95%. De los 40 asesinatos de mujeres trans cometidos entre 2018 y 2021, hubo solo cuatro capturas y dos de los presuntos responsables fueron dejados en libertad por “no representar un peligro para la sociedad”. Apenas se dictaron dos sentencias condenatorias.

Los transfeminicidios no son la única amenaza. Otras personas trans mueren por barreras para acceder a la salud. La Secretaria de Bienestar Social de Cali, María Fernanda Penilla, conoció el caso de un hombre trans (nació mujer pero se sentía hombre) a quien su EPS le negaba la citología porque en su cédula ya había hecho el cambio de sexo. Negarle la citología es negarle el derecho a la vida.

También se siguen presentando barreras para que las personas trans accedan a procedimientos para modificar su cuerpo, por lo que en ocasiones acuden a clínicas de garaje, donde también fallecen. No son procedimientos estéticos, reclaman en sus tutelas a las EPS, sino reconstructivos para afirmación de identidad.

Y no son pocas las personas LGTBIQ+ que no asisten a los centros de salud porque son maltratadas por algunos médicos. Lo mismo ocurre en colegios y universidades. La deserción educativa de la comunidad LGTBIQ+ es altísima debido al bullying por su

orientación o identidad sexual. Una encuesta de la ONG Colombia Diversa dice que el 80% de los estudiantes LGTBIQ+ de Colombia no se sienten seguros dentro de los entornos escolares debido al acoso, lo que genera otro problema: al no acceder a la educación, tampoco se accederá al empleo.

Según el Dane, la tasa de desempleo de la población LGTBIQ+ supera en 3.5 puntos porcentuales a la tasa de desempleo de la población no LGTBIQ.

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En su juventud, a Néstor Osvaldo Pérez Muñoz lo expulsaron del colegio Santa Librada por su orientación sexual. Eso hizo que, durante mucho tiempo, no quisiera estudiar. Ahora es operario de equipos especiales de las Empresas Públicas Municipales, Emcali, de las pocas del Estado, dice, que es incluyente.

Néstor es activista de la población LGTBIQ+, y representante de una fundación que les brinda albergue y un comedor comunitario a las personas de la comunidad que han salido de la cárcel, o que están en condición de discapacidad.

– Si comparamos lo que sucedía en Cali en los años 90 con la persecución policial y social a la población LGTBIQ+, y lo que sucede actualmente, hay que decir que la ciudad ha avanzado en apertura e inclusión para las personas homosexuales, para las lesbianas, que cada vez tenemos mayor acceso al disfrute de nuestros derechos, pero no ocurre lo mismo con la comunidad trans, ni con los no binarios. Salir del clóset, aunque sigue siendo un tabú, ya no es tan complicado – dice Néstor.

Cali es una ciudad donde cada vez es más aceptado que personas de orientación sexual diversa expresen su amor en público, y en cualquier lugar: un cine, un parque, una avenida, y no como sucedía hasta hace poco, cuando la comunidad LGTBIQ+ solo salía los viernes a la Loma de la Cruz o al Bulevar del Río para hacerse visibles y besarse y abrazarse. Desde hace un tiempo decidieron que la identidad y la orientación sexual no tiene calendario, ni lugar, luego se expresan en cualquier espacio, y repetirlo una y otra vez ha hecho que la sociedad lo vea cada vez más como lo que es: una expresión de amor natural, normal.

Sin embargo, continúan las paradojas. Pese a que la marcha del orgullo LGTBIQ+ de Cali es de la más multitudinarias de Colombia, lo que comprueba esa apertura y la inclusión de la ciudad, persisten por otro lado mensajes de odio tanto en la calle como en las redes sociales. Claudia Ramírez me había dicho que lo que se hace en esos casos es meterse en una especie de burbuja para ignorar los gritos, los insultos, los madrazos, porque cansa hacerle frente a esa violencia. Mejor se ignora.

– Sigue siendo muy doloroso amar diferente en esta ciudad.

Hace unos días le sucedió a Néstor. Estaba en una plaza con la bandera LGTBI y un niño de unos 8 años se le acercó y le dijo que era un asco. Néstor le preguntó por qué. El niño le

explicó que era lo que le había enseñado su abuela, muy religiosa ella, sobre las personas LGTBI: que eran un asco.

Néstor pudo hablar con la señora y mencionó que respetaba sus creencias religiosas, pero le recordó que inculcarle ese odio a un niño puede ser peligroso. Mañana podría ser un asesino de una persona LGTBIQ.

– Eso es lo que no entiende tanta gente que denigra de nosotros por ese desconocimiento que tienen de lo que somos. Son personas que hablan de Dios pero estoy seguro que no tienen a Dios en su corazón. Por eso el primer paso para desmontar tantos imaginarios de odio es la educación. Se debe llevar educación sobre diversidad sexual a todas las entidades educativas. No es cambiar mentalidades como algunos creen, que hablar de este tema hace que un niño se vuelva homosexual, no, lo que se pretende es enseñar a respetar y a ser incluyente. Que se entienda que hay otras formas de ser, de reconocerse, de orientarse sexualmente y eso no significa que esté mal.


La capital de la diversidad sexual oculta otra paradoja. Pese a que desde 2019 Cali tiene una política pública para la población LGTBIQ+ (en cuya construcción participó Néstor), tres años después no se ha terminado de implementar dicha política.

Aún, por ejemplo, los activistas de la comunidad reclaman la construcción del Hogar de Paso LGTBIQ+, pensado para que acoja de manera temporal a las personas que echan de la casa cuando revelan su orientación sexual diversa, algo que todavía sucede con frecuencia. Pero hasta el momento ese proyecto que hace parte de la política pública no se ha llevado a cabo.

Julián Cardona, el líder del programa de diversidad sexual y género de la Alcaldía y director de la Oficina LGTBIQ+ de la Secretaría de Bienestar Social, donde se le brinda a la población atención primaria psicosocial y acompañamiento jurídico para trámites como el cambio de sexo en la cédula, reconoce que el Hogar de Paso es un proyecto que todavía no arranca debido a la disponibilidad de recursos. Sin embargo, asegura que sí se ha avanzado en la puesta en marcha de la política pública.

– Hay que tener en cuenta que la implementación de la política pública estuvo frenada año y medio por la pandemia del nuevo coronavirus y el estallido social, pero no se está en cero. En lo que corresponde a la la Secretaría de Bienestar Social, además del acompañamiento psicosocial y jurídico en la Oficina LGTBIQ+, iniciamos a partir del próximo mes una línea de trabajo prioritaria llamada Proyecto de Vida, que consiste en la orientación a las personas LGTBIQ+ sobre cómo se visibilizan en el corto, mediano y largo plazo y se les va a brindar un incentivo económico para sus proyectos de emprendimiento.

La secretaria de Bienestar Social, María Fernanda Penilla, añade que implementar la política pública de la comunidad LGTBIQ+ ha tenido otros tropiezos, como el bajo recaudo de impuestos, además de otra dificultad: no existe ninguna estampilla o un impuesto dedicado a la población LGTBIQ+, como si lo hay para las comunidades afro, indígenas, personas con discapacidad. Según la política pública, el 10% de los recursos de la estampilla prodesarrollo urbano deben destinarse específicamente para proyectos de equidad y género, lo que incluye también a las mujeres

– Lo que hacemos es que, como las personas LGTBIQ+ también son afro, indígenas, mujeres, personas con discapacidad, usamos un poco de cada uno de los recursos destinados a estas poblaciones para proteger a la comunidad LGTBI. En cifras concretas, en la Secretaría de Bienestar Social teníamos $624 millones para esta población. La mayoría de esos recursos se invierten en el pago de los contratistas para atender la Oficina LGTBI, es decir los abogados, los psicólogos y el personal administrativo. Con recursos de balance, que son dineros no usados el año anterior, aumentamos ese presupuesto a $1.143 millones. Con ese dinero adicional apoyamos los eventos de la comunidad, como la Marcha del Orgullo LGTBIQ+ y jornadas de sensibilización sobre el respeto a la diversidad sexual – dice María Fernanda.

La activista Claudia Ramírez insiste en que los recursos y los proyectos que se ponen en marcha desde la Alcaldía benefician a unos cuantos, pero todavía no tienen un impacto real en la numerosa población LGTBIQ+ de Cali. Por ello, en parte, salió a marchar el pasado 3 de julio. El eslogan de la marcha en el día del orgullo LGTBIQ fue “Libres y sin miedo, elegimos vivir”.

La población LGTBIQ+ de Cali y de Colombia enfrenta un drama silencioso: por la violencia, el estigma, la exclusión, el rechazo, la salud mental de la mayoría está en peligro. Sufren de estados de ansiedad, de depresión, ideación suicida. No son pocas las personas de la comunidad que deciden quitarse la vida, aunque hacer un seguimiento estadístico no es sencillo: el subregistro es enorme debido a que la familias prefieren no revelar la orientación sexual de quien se quita la vida. Pero hay algunas pistas.

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Según el informe Estrés, Salud y Bienestar de las Personas LGTBIQ, en Colombia el 72% de los encuestados reportó al menos un malestar psicológico moderado. El 55% reportó que había tenido pensamientos suicidas y uno de cada cuatro (25%) había intentado suicidarse al menos una vez. Las mujeres bisexuales (33%) y las personas transgénero (31%) tuvieron una tasa más alta de intentos de suicidio.

Además, según el informe, el 20% de las personas LGTBIQ informaron que agentes de la policía habían sido verbalmente abusivos y el 11% reportaron abuso físico.

– Por eso el eslogan de la marcha: elegir vivir para nosotres es un reto. Somos sobrevivientes – dice Claudia.

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