El violento mundo del 'bullying' en las universidades de Cali
El acoso escolar del colegio también pasa a la Universidad. Las burlas, los apodos y la exclusión, son sus tipos más frecuentes. Los padres ya no se enteran y Bienestar Universitario les ofrece ayuda. Historias.
Ofensas, calumnias, apodos y hasta asedio en redes sociales son el corazón de la pesadilla a la que algunos estudiantes del país deben enfrentarse en los corredores y en las aulas de diferentes universidades. Más allá de los retos académicos, el matoneo o bullying, se ha convertido en ‘el coco’ de los estudiantes que sueñan con vencer los retos y obstáculos en la educación superior. Cali no escapa a esta tendencia nacional.
El ‘bully’ (el matoneador) acorrala a sus víctimas y las lleva a tomar caminos como abandonar el curso, faltar sin motivo a clase o asistir solo si un grupo de amigos (una red de apoyo) asiste. En casos extremos, muchos universitarios han considerado cambiar de carrera.
El estudio ‘Factores asociados al bullying en instituciones de Educación Superior’, realizado por la Universidad Francisco de Paula Santander, determinó que este fenómeno tiene mayor frecuencia en el género femenino.
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Los investigadores encontraron, además, que factores como la orientación sexual tiene una incidencia de matoneo entre los estudiantes universitarios del 28,6 %; la apariencia del cuerpo, un 16,2 %; la raza un 6,8 %; la religión un 2,5 % y la región de origen, un 1,7 %.
Así lo ha vivido Valerie Summer, estudiante de la Universidad del Valle:
“Soy trans, soy negra, tengo un afro grandote, entonces hay burlas. A veces me gritan Bob Marley, y nombres de futbolistas que tienen afro. Hay actos muy racistas y más ahora que en la universidad hay redes sociales no oficiales de estudiantes, donde se burlan de todo el mundo y la discriminación es pan de cada día”.
El estudio mencionado muestra que “de 1 a 5 universitarios sufren bullying y los tipos de acoso más frecuentes son: violencia verbal (57,3 %), que se expresa en insultos, burlas o apodos; violencia psicológica (22,8 %) que se caracteriza por situaciones humillantes, malos comentarios, exclusión; acoso moral (11,3%), que se traduce en ‘mala propaganda’, chisme, rumores, calumnias; y la violencia física (2,2%) a través de golpes o empujones.
También aparece el ‘cyberbullying’, (5,7%) que se caracteriza por “ofensas, calumnias, divulgación de fotografías, invasión de correo electrónico y suplantar a otros, creación de comunidades o falsedad ideológica”.
Tanto en el matoneo presencial como en el cibernético, juegan un papel esencial los compañeros del agresor. César David , estudiante de terapia respiratoria en la Universidad Santiago de Cali confiesa que no es fácil enfrentarse a quienes incurren en esta conducta.
“Se debería buscar un entorno dife- rente y dialogar con el agresor, tratar de hacerle entender que no está bien, mostrarle los posibles riesgos a los que queda expuesta la víctima. Darle ánimos al compañero e integrarlo, para que no vaya a cometer algo inadecuado”, comenta.
Algunas formas de violencia sexual se usan como bullying, pero solo el 1 % la ha sufrido en forma de “insinuaciones, asedio en sitios oscuros o abuso”. El nivel del acoso en universidades, es bajo para un 39,5% de estudiantes y en alerta por un 29,3%, según los encuestados.
El estudio reveló que la violencia física entre universitarios se presenta en un 25 %; la violencia verbal se repite solo en 1 de cada 20 casos, mientras que la violencia cibernética se repite en 10 de cada 25 casos, observándose un promedio significativo en la repetición de este tipo de violencia.
El doctor en Humanidades Armando Muñoz Joven, profesor más de 15 años en la Universidad Santiago de Cali (USC) coincide con este diagnóstico: “Los casos más comunes son entre mujeres, se tratan muy feo y de manera colectiva, crean un ambiente en el que se agrupan y se tiran entre ellas y se burlan de cualquier comentario”.
El docente añade que las mujeres suelen ser más directas y pueden hasta ‘agarrarse’ en clase; no significa que los hombres no lo hagan, pero lo hacen de forma mesurada, ellos son más reservados en cuanto al tipo de acoso, que se hace más bien cuando se sale del salón”.
Para el profesor Muñoz, el bullying siempre ha estado presente en los campus universitarios, solo que ahora hay más conocimiento de este.
“El matoneo en la universidad se da de manera más aislada, no colectiva. Se empieza a visibilizar cuando los medios de comunicación comienzan a hablar de eso y la gente empieza a enterarse del concepto de manera pública”, opina Muñoz Joven.
José Areth Estévez, docente de psicología de la Fundación Universitaria del Área Andina (Bogotá), e investigador sobre bullying en el contexto universitario, opina que el matoneo se refleja en discursos y comentarios peyorativos. Por ejemplo: si dos chicos van entrando al baño, y uno de ellos es homosexual, muchas veces los compañeros dicen: ‘qué asco ese baño donde los homosexuales ingresan quién sabe a hacer qué cosas’. “Ese tipo de situaciones se consideran elementos de violencia y podríamos llamarlo bullying en el contexto universitario”, dice Estévez.
En Cali, el publicista Héctor Castillo, diseñador principal en un laboratorio de periodismo, cuenta que fue sujeto de bullying desde que ingresó a la universidad: “En primer semestre, sufría de tartamudeo y cuando exponía, hacía muchas pausas, muchos cortes en la voz y todos se burlaban de mí. Siempre pensé que muchos de los estudiantes no tenían la madurez suficiente para entender mi caso”.
Y es que “el objetivo del bullying es intimidar, opacar, reducir, someter, amilanar, aplanar, amedrentar y consumir emocional e intelectualmente a la víctima, busca de una u otra forma satisfacer necesidades de dominar, agredir, destruir y hacer daño a los demás”, según expuso el investigador sueco Dan Olwen, el primero en abordar el tema en 1970.
Para Martha Lasprilla, psicóloga de la Universidad Santiago de Cali, “el ideal que tiene el alma máter es que haya jóvenes responsables, maduros, pero en ocasiones no es así. ¿Por qué?, porque en los colegios no hay los elementos para intervenir, lo que hace es que el estu- diante termina adaptándose al bullying, con tal de terminar su bachillerato. Así, el agresor llega a la universidad y continúa con la misma dinámica”.
Para quienes nunca antes habían sido víctimas de bullying, el choque resulta ser aún mayor, ya que no esperan en el ámbito universitario hallar personas que disfruten de hacer burlas sobre ellos.
El estudiante “termina por huir, por no volver. Otros, si tienen canales de comunicación adecuados en la casa, terminan por expresarlo y encontrar apoyo; mientras que hay quienes buscarán al profesor que les genere más confianza para decirle”, explica Lasprilla.
Para la profesional, el joven que es sujeto de bullying por primera vez tiende a buscar ayuda, contrario a aquel que ya está acostumbrado a vivir ‘acosado’. “Si es una experiencia frecuente en su vida, el joven no va a querer salir de su cuarto y se le van a acabar las excusas para seguir faltando a clase; allí, los padres entran a jugar un papel importante”, agrega.
“Estar expuesto a bullying en la universidad, afectó la seguridad en mí mismo, no solo cuando me tocaba exponer. También, cuando nos dividíamos el trabajo con los compañeros, porque sentía que lo que hacía no estaría bien, y prefería esconderme, en vez de mostrar mi trabajo con valentía. He logrado superar ese miedo y demostrar que soy mucho más que las burlas y el miedo que sentía”, reflexiona Castillo.
Lo que pocos conocen es que se pueden emprender acciones legales para frenar el acoso estudiantil. La abogada y especialista en derecho internacional y criminóloga, Ana Isabel Parra, considera que las acciones tratadas como bullying pueden ser un tipo de lesión personal.
“Esta figura jurídica no solo se invoca cuando se comete una lesión física, sino que también aplica para lesiones que afectan la integridad moral de una persona, de un sujeto pasivo, quien puede verse vulnerado en su derecho al libre desarrollo de la personalidad, que es un derecho fundamental de los seres humanos”, explica Ana Isabel.
Leonardo* estudia Comunicación Social. Antes de transferirse a este programa, estaba en quinto semestre en la Facultad de Salud, pero hizo un alto. Pero al retomar su carrera, se encontró con un grupo de jóvenes, que le hicieron más difícil su paso por la ‘U’.
A ello, se sumaba el hecho de que no sabía cómo afrontar ante su familia y ante la sociedad, su verdadera orientación sexual. En medio de la confusión propia que reinaba en su mente, también lo afectaba su apariencia física: “en ese momento era gordito, muy callado y muy reprimido, la verdad”, recuerda.
La situación llegó al límite un día, cuando, al ingresar a clase, recuerda Leonardo, “había un grupo de siete compañeros, acostumbrados a burlarse de todos. Y una chica, delante de ellos, me dice: ‘Amigo, venga le hago una pregunta: ¿usted tiene novia?’. Y yo le respondí: ‘No’. Y ella dijo sin piedad: ‘Existen dos casos por los que un hombre no tiene novia, una es que es muy feo, o la segunda, que es marica’. Y se quedó mirándome de manera inquisidora, mientras los demás se burlaban”.
En ese momento, cuenta Leonardo, “tenía muchas luchas internas en mi mente, tristeza y además, mi familia aún no sabía. Emocionalmente no estaba bien, me aterraba y molestaba ver a esta chica y a sus amigos carcajearse y burlarse de mí cada que entraba al salón, yo no entendía, porque nunca antes me pasó algo así, ni en los dos colegios en donde estudié, ni en mi barrio”.
Precisa que nunca tuvo claro por qué se burlaban de él. “No sabía si era por mi preferencia sexual, por ser gordo o por ser muy reprimido. No me gustaba ir a clases donde estuvieran ellos; si mis dos amigas no iban, yo no iba, sentía también que todo el salón se burlaría de mí. Era muy molesto y llegó a influir hasta en que mis calificaciones bajaran mucho. El sentir que te miran feo, se ríen y se cuchichean, es muy desagradable y me hacía sentir súper mal”, relata el joven.
El estudiante Gómez, de Terapia Respiratoria y natural de Tumaco, dice nunca haber sido víctima de bullying, pero sí ha visto cómo matonean a otros compañeros con burlas o apodos. “Cuando ven a una persona gordita, comienzan con apodos, y eso hace que se sienta mal y, en algunos casos, que piense en atentar contra su vida”.
Gómez reconoce que en algunos casos su reacción ha sido ser parte de quienes se ríen en su momento, cuando se lanza un apodo o un chiste frente a quien es víctima de bullying, pero luego reflexiona y entiende que eso está mal. “Por eso, he tratado de cambiar, pero a quien hace el bullying no le digo nada, por temor a que reaccione conmigo de mala manera o me tilde de metido, pero no me gusta que se lo hagan a otra persona, porque también podría suceder conmigo”, comenta.
Para Valentina Calderón Sánchez, estudiante de Medicina de la Universidad Icesi, el bullying no es admisible de ninguna manera. Piensa que es algo que puede existir en cualquier universidad, y que afecta demasiado la integridad de una persona, sus emociones, su carrera y, en algunos casos, esta puede llegar a atentar contra su vida. “No he sufrido de bullying ni tampoco he participado del mismo; por el contrario, no tolero ver que se humille o se le haga daño a otra persona, pienso que si llegara a enfrentarme a una situación de bullying reaccionaría, intervendría”, señala.
La ley da armas para la defensa
Quienes han sido víctimas de ciberacoso pueden recurrir a la Ley 1273 de 2009 de Delitos Informáticos, cuyo artículo 269F sobre la Violación de Datos Personales, es clara: “El que, sin estar facultado para ello, con provecho propio o de un tercero, obtenga, compile, sustraiga, ofrezca, venda, intercambie, envíe, compre, intercepte, divulgue, modifique, emplee códigos personales, datos personales contenidos en ficheros, archivos, bases de datos o medios semejantes, incurrirá en pena de prisión de 48 a 96 meses y en multa de 100 a 1000 SMMLV vigentes”.
La ley 1620 de 2013 creó el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y Formación para los Derechos Humanos, la Educación para la Sexualidad y la Prevención y Mitigación de la Violencia Escolar, en aras de darle herramienta jurídica a las víctimas.
La ley define el bullying, o acoso escolar, como: “Conducta negativa, intencional metódica y sistemática de agresión, intimidación, humillación, ridiculización, difamación, coacción, aislamiento deliberado, amenaza o incitación a la violencia o cualquier forma de maltrato psicológico, verbal, físico o por medios electrónicos contra un niño, niña o adolescente, por parte de un estudiante o varios de sus pares con quienes mantiene una relación de poder asimétrica, que se presenta de forma reiterada o a lo largo de un tiempo determinado”.
El MinTic define el ciberacoso como “un tipo de agresión psicológica que se da usando las nuevas tecnologías: teléfonos celulares e internet. Por medio de correos, mensajes o imágenes que se envían se busca herir o intimidar a otra persona.
Consejos y rutas
En lo posible, el joven debe tener el apoyo en la autoridad más cercana, a quien le podría contar. La ausencia de comunicación de la desavenencia conlleva a la complicidad del bullying.
Se debe atender las normas establecidas que enuncian como faltas leves y graves el irrespeto sistemático a un estudiante.
Las instituciones universitarias tienen la responsabilidad de prevenir el bullying, con comunicaciones acerca de las normas estudiantiles, campañas de bien social para el establecimiento de la convivencia y buenas prácticas.
Las campañas de ética podrían apoyar la labor docente en la formación ciudadana y profesional.
La formación discursiva debe afinarse en el desarrollo de la conciencia moral, y debe contemplar las competencias ciudadanas.
Vale tener el conocimiento de los indicios o los síntomas de las desavenencias para activar el acompañamiento con bienestar universitario.
Es responsabilidad de todos los participantes en la problemática entrar en situación de diálogo, que suele ser preventivo o curativo.
En cualquier caso, debe atenderse y poner en conocimiento a la comunidad para que se tenga un aprendizaje ejemplar.
Rutas de atención:
Universidad Católica Lumen Gentium: Ofrece procesos de acompañamiento desde las áreas de Desarrollo Humano, Permanencia Estudiantil y el Instituto para la Familia. Brinda apoyo a estudiantes, docentes y personal administrativo.
Universidad del Valle: la ruta de atención comienza en Bienestar Universitario. “La persona pide una cita con nuestros sicólogos y se da la orientación y acompañamiento”, expresa María Isabel Correa R., jefe de sección del servicio psicológico de Bienestar Universitario de Univalle.
Icesi: La psicóloga Andrea Muriel Benavidez, de Bienestar Universitario, comenta que se da un proceso de “acompañamiento psicológico y de empoderamiento, a jóvenes que sufrieron matoneo en el colegio y temen volver a ser víctimas en la universidad; y a los que nunca lo han sido, pero temen enfrentarse al nuevo entorno. Y si el acoso ocurre en el campus, se crean espacios con las personas generadoras del conflicto”.
Universidad Javeriana: La psicóloga de Bienestar Universitario, Liliana Tamayo, explica que la universidad promulgó en 2018 un protocolo para la prevención, atención, acompaña- miento, orientación y seguimiento en casos de violencia y discriminación, no solo para casos de bullying. Cubre docentes, estudiantes, cuerpo administrativo y contratistas.
Universidad Santiago de Cali: la atención comienza en Bienestar Universitario, donde pueden sacar cita psicológica: “La universidad hace uso del reglamento estudiantil y pone a disposición del estudiante todo el acompañamiento psicológico y la ruta de atención adecuada”.
Padres y colegios
Por medio de la ley de Convivencia Escolar, se busca que las nuevas generaciones tomen conciencia, y se deja por sentada la corresponsabilidad de padres, instituciones educativas y la misma sociedad, como factor importante en el desarrollo de formación ciudadana, para que se genere armonía y respeto por sus iguales.
Cuando las instituciones, los padres de familia y la víctima han agotado la ley 1620, y el victimario es reincidente, la víctima puede acudir a la Ley 599 de 2000 (artículos 220-222) que tipifica el daño que se le hace a la persona, al incurrir en injuria y calumnia indirectas. Esto puede generar una pena de 1 a 3 años y una multa que va desde diez hasta mil salarios mínimos legales vigentes.
Ciberbullying
Es ese tipo de acoso que no sehace de frente, sino por las redes sociales y nuevas tecnologías, por lo cual la víctima desconoce la identidad de su agresor. Por eso se llama ciberacoso o ‘ciberbullying’.
Como lo cuenta Fabián*, este tipo de acoso se da a través de los llamados confesionarios, donde sus administradores permanecen en el completo anonimato.
“En uno de ellos, se burlaban de los del programa ‘Ser pilo paga’. A ellos a final de mes les daban un dinero, entonces en la página podías encontrar un post o memes con una leyenda de estos becarios al inicio de mes y una foto de alguien con mucha plata, y después, como un indigente; eso es bullying, suben ese tipo de contenido y se burlan de las personas, o también de un profesor, o se atacan por las rivalidades que hay entre las universidades”.
Valerie y su lucha contra el mundo
Se llamaba Juan Fernando Herrera, hasta sus 21 años, cuando inició su tránsito de hombre a mujer. Hoy, a sus 28 años, es estudiante de séptimo semestre de Licenciatura en Educación Popular en la Universidad del Valle.
Cuenta que su camino no ha sido fácil y ha sufrido de bullying por su condición de género: “Desde que inicié mi tránsito empecé a tener muchísimos problemas en la universidad, asociados con el reconocimiento, la tolerancia, la aceptación de mi identidad de género, por parte de la institución; por eso apenas estoy terminando mi carrera”, relata Valerie Summer Herrera, con nuevo nombre.
Valerie aprovechó las vacaciones para hacer su transformación. En 2013 llegó con nuevo nombre, súper cambiada, eso causó un revuelo fuerte en la universidad. “Lo primero que viví fue que una compañera de mi carrera me sacó del baño de mujeres, en un escándalo impresionante, y la institucionalidad la respaldó a ella, a mí me dijeron que yo era un hombre, que no tenía por qué estar en el baño de mujeres y como todavía no me había cambiado el nombre -aún me llamaba Juan Fernando-, me dijeron ¿usted, qué hace aquí?”.
Ella les decía que ya no se sentía como hombre, que la podían violentar, “es un campus lleno de hombres bastante machistas”. Y que la obligaran a usar el baño de los varones era una absoluta violación de los derechos humanos, “un desconocimiento a mi identidad”.
Para ella fue muy difícil seguir asistiendo a clases, “mis compañeros me trataban como hombre. A eso se sumaba la actitud de algunos que “no querían trabajar conmigo, y eso que yo ocupaba los primeros lugares, estaba limitada a las mismas tres personas, tres es mucho, a veces era una sola persona”, bromea resignada.
“Y cuando participaba en clase, alguien replicaba: ‘sí, como dijo el compañero’, y yo: ‘oye, pero discúlpate, me estás desconociendo’, y nadie decía nada, ni los profesores; todo estas situaciones hicieron que yo me aburriera, me retiré durante un año y empecé a trabajar en el activismo trans”, recuerda.
Para el psicólogo José Areth Estévez, muchas de las personas que son víctimas de bullying han naturalizado algunas de las conductas propias de este mal, y cuando se les hace saber que están siendo violentadas en su integridad, es cuando reconocen las situaciones en las que han estado.
“Muchos no se identifican como violentados, porque no hacen parte de colectivos; una de las particularidades que encontramos en la investigación es que nosotros pensábamos que todas las personas que se asumían desde una orientación sexual diferente pertenecían a un colectivo LGBTI y resulta que no”, comenta el docente Estévez.
Enfatiza que esas experiencias que da el colectivo los empoderan sobre las formas de violencia, pero las personas que no hacen parte de los colectivos sí tienden a invisibilizar esas agresiones, “es decir, han naturalizado el bullying”, agrega el magister en Desarrollo Educativo y Social, y con estudios sobre bullying en universidades bogotanas.
Ahora Valerie es directora general de la Red Comunitaria Trans de Cali, con 25 mujeres trans y 5 hombres. Cuenta que quienes la empoderaron fueron sus congéneres, para que regresara a estudiar a la universidad y así terminar su carrera: “Mis pares, las otras trans, me motivaron a volver, que había cosas por hacer, que hay tantas necesidades, empezamos a organizarnos, a hacer trabajo comunitario, a atender casos de violación a los derechos humanos”, relata Valerie.
Eso la hizo enrrutarse de nuevo. “Mi sueño murió en cuanto empecé a ser trans, pero me dije: tengo que volver, por mis compañeras, porque si yo obtengo un título, puedo tener una mejor posición y puedo ayudar a mis pares”.
Aunque las universidades están haciendo una ardua labor por combatir los casos de bullying en sus campus (ver recuadro), personas como Valerie sienten que se quedan cortos en estos esfuerzos. Para esta caleña resulta importante que las universidades estén abiertas a escuchar a sus estudiantes y acompañen sus procesos. “Para que esta sociedad realmente se transforme necesitamos empezar a escuchar directamente a las personas que viven estas realidades de marginalidad”, concluye Valerie.