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MEDIO AMBIENTE

Farallones de Cali: un paraíso en riesgo, tras cincuenta años como Parque Nacional

Hace 50 años fue declarado Parque Nacional Natural este territorio que garantiza la sostenibilidad de Cali, pero que no cuidamos.

El Parque comprende 196.429,9 hectáreas en jurisdicción de Jamundí, Cali, Dagua y Buenaventura. | Foto: Adriana Jimena Sarria / Parques Nacionales / Epecial para El País

5 de oct de 2018, 05:32 p. m.

Actualizado el 24 de abr de 2023, 01:43 p. m.

Este domingo, justo hace cincuenta años, el Instituto de la Reforma Agraria declaró los Farallones de Cali como Parque Nacional Natural, mediante resolución 092 del 15 de julio de 1968.

El Ministro de Agricultura de la época había hecho la solicitud argumentando: “1. Esta formación (Farallones de Cali) representa los picos más elevados de la Cordillera Occidental y constituye un monumento geológico de especial interés. 2. Los bosques circundantes de esta formación geológica son la vegetación de los principales ríos que suministran agua y generan electricidad a la ciudad de Cali y a otros importantes núcleos de población de Valle del Cauca. 3. Existen en la región valiosas especies de fauna y flora, características de la Cordillera Occidental”.

Este paraíso natural, de 196.429,9 hectáreas, sigue siendo igual de valioso o más, que hace 50 años, pues como asegura Carlos Herrera, especialista en planificación de áreas protegidas de la fundación WWF Colombia, de él depende la vida y el bienestar de Cali y otras poblaciones del Pacífico.

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Para Cali, dice el ambientalista, Farallones es producción de agua, paisajes espectaculares que no se tienen en otras zonas, regulación climática: esa deliciosa brisa caleña que se siente en las tardes depende de la regulación que hacen los picos de Los Farallones para ser el transporte de un aire caliente que viene del Pacífico y que lo vuelve frío.
Farallones entonces es clima, paisaje, biodiversidad, aire, captación de carbono... es fundamental para Cali”.

Un paraíso para disfrutar y cuidar

Tesoro hídrico

Este parque comprendido en jurisdicción de cuatro municipios: Jamundí, Cali, Dagua y Buenaventura, es un “tesoro hídrico para el Suroccidente colombiano”, destaca Roger Franco Molina, funcionario de Parques Nacionales, ya que tiene más de 30 ríos, 84 quebradas y un sin número de nacimientos.

Esa oferta hídrica es para uso doméstico, agrícola, energético (allá hay dos hidroeléctricas: la del alto y bajo Anchicayá), industria y actividad pecuaria. Allí nacen ríos como el Pance, el Meléndez, el Pichindé y el Felidia (los dos últimos forman el río Cali).

Vida y cultura

El Parque Nacional Los Farallones alberga una población aproximada de 3283 personas, la mayoría, campesinas, colonos, de etnias indígenas y comunidades afrodescendientes.

Según Franco Molina, Parques Nacionales, entidad que vela por los Farallones de Cali, se preocupa por respetar los espacios que estas comunidades tienen, para que ellas puedan mantener sus costumbres y ritos culturales. En Jamundí, señala, tenemos comunidades campesinas y dos resguardos indígenas Nasa; en Buanaventura, pueblos ‘afro’ e indígenas nasa, “estos hablan su lengua Nasa Yuwe”. En Dagua tenemos otro cabildo llamado Kwe’sx Kiwe Vixt Lem que significa ‘Nuestra tierra del Alto de la Mona’. Allí, ellos rescatan su lengua y la enseñan a sus niños.

Territorio rico en biodiversidad

El técnico para la estrategia de comunicación y educación para la conservación del Parque Farallones de Cali Roger Franco Molina señala que este paraíso natural es variado en ecosistemas, “porque va desde los 200 metros hasta los 4100 metros sobre el nivel del mar. Hay selva húmeda tropical; bosques subandino, bosque alto andino y páramo”.

El páramo es atípico en Colombia porque no tiene especies representativas de este ecosistema como los frailejones, pero sí cuenta con helechos, puyas, macollas, “vegetación que ayuda a regular y a retener el agua en esos suelos y construir uno que se vuelve como una esponja. El páramo garantiza que tengamos una regulacion climática e hídrica, importante”, comenta el funcionario.

El parque también es rico en variedad de plantas. Tiene un registro de 766 especies, que equivale al 2,74 % del registro nacional que es de 28.000 especies. Tiene, por ejemplo, registradas 91 especies de orquídeas y bosques de roble negro y roble blanco en buen estado.

Cuenta con 37 especies de mamíferos registradas (o sea, el 7 % del registro nacional que son 528). Son huéspedes del parque osos de anteojos, jaguares, pumas yaguarundí, tigrillos; tatauros, guaguas, guatines, micos arañas y aulladores, etc.

Se tienen 646 especies de aves registradas en el parque, que equivalen al 30 % de las reportadas en Colombia. Entre ellas, el gallito de roca (insignia del parque), la pava caucana, la tángara multicolor, el paragüero del Pacífico. También hay gran variedad de anfibios y reptiles.

Ecoturismo

Hay grandes atractivos en el Parque abiertos al público como:
Pico de Loro: un sendero exigente para caminantes, en el que estos pueden encontrar un bonito bosque de roble, nacimientos de agua y al final llegar a Pico de Loro, el punto más alto del sendero (2860 m sobre el nivel del mar).

Cerro Peñas Blancas: también es un sendero exigente. Se atraviesan bosques subandinos y altoandinos. Al igual que desde Pico de Loro, se tiene desde aquí una vista de Cali y del valle geográfico del río Cauca.
Charcos del Río Pance: tienen un sendero de dos Kms. Se pueden observar sistemas subandinos, practicar el avistamiento de aves y disfrutar del agua. Son varios charcos, como el Burbujas.

Bienestar general

El parque da bienestar a los vallecaucanos pues se convierte en regulador hídrico y climático, dice Franco Molina.

Los Farallones de Cali son la zona rural más importante de la ciudad, expresa a su turno Hernando Díez, ambientalista, vecino del parque.”Los 13 corregimientos de montaña donde nacen seis de los siete ríos reconocidos de Cali se convierten en un escenario generador de agua, oxígeno, recreación, servicios alimenticios... es una fortuna contar con un área tan importante en biodiversidad al servicio del desarrollo de la ciudad”.

Agresiones contra el Parque

Minería ilegal devastadora

La minería ilegal ha afectado 676 hectáreas de ecosistemas de bosques altoandino y de páramo, sobre todo, sostiene el funcionario de Parques Nacionales Roger Franco. “Hemos contabilizado 421 socavones de los cuales 24 siguen activos”, dice.

El técnico asegura que Parques Nacionales trabaja con otras entidades del Gobierno y del Estado para hacer los cierres de esos socavones. Además, con el apoyo del Dagma diseñan puestos de control. ”Este año podríamos tener El Arbolito, un puesto de control al comienzo del parque, en el corregimiento de Los Andes, en el sector de Venteaderos. Y ya tenemos el puesto de control en las Minas del Socorro (corregimientos de Felidia y Pichindé) con el Ejército”, indica Franco Molina.

El líder ambiental Hernando Díez sugiere que para atacar esta problemática “se haga una intervención integral”, porque esta no se resuelve sacando a los mineros a la fuerza, sino, cerrando las minas y dándole alternativas de tipo laboral y social a los habitantes de este territorio que no han sido atendidos por el Estado.

Y destaca la estrategia del Dagma: contrató jóvenes de Farallones para ser gestores ambientales que ayuden a cuidar el Parque. “Esa experiencia es ejemplar”, destaca el profesor Díez.

Tala indiscriminada

Las talas en el Parque se presentan especialmente para ampliaciones agrícolas y pecuarias, más que para aprovechar árboles específicos.
Aunque hay especies que a la gente sí tala para su aprovechamiento como los laureles (amarillos, cominos, jiguas), mestizos, yolombos, cedros, indica el funcionario Franco Molina. Agrega el ambientalista Carlos Herrera que hay tala y afectación del ecosistema en zonas donde se desarrolla la minería ilegal.

Para combatir esta actividad, Parques Nacionales cuenta con 41 guardaparques que son insuficientes. Por fortuna tienen el apoyo del Dagma, pues en los predios que esta entidad caleña maneja cuenta con sus propios guardabosques.

Agricultura-ganadería

Parques Nacionales no tiene una cifra estimada de cuántas hectáreas están siendo afectadas por actividades de agricultura y ganadería.
Justamente, están en el proceso de caracterización: están indagando con las comunidades cuál es el uso que le están dando al suelo “porque nosotros no podemos desconocer sus derechos, pero también tenemos que garantizar la conservación del parque”, explica Roger Franco Molina.
Desde 2013 se está negociando con campesinos sus áreas para agricultura o ganadería a través de la Mesa Local de Concertación y se están llegando a acuerdos. “Como el que hubo en Anchicayá: personas que tenían cultivos de coca hicieron erradicación voluntaria y se están volcando a otra serie de actividades”, comentó Franco.

Turismo desordenado

Sobre todo en Pance se presenta este tipo de turismo: paseos de olla, visitantes que hacen fogatas, dejan basura, consumen licor, se llevan plantitas que les gusta... Las personas no están conscientes del sitio al que están ingresando. Por eso, Parques Nacionales está regulando estos lugares y busca determinar “cuál es la capacidad de carga que soporta cada uno”. Así, agrega Franco, “serán 50 visitantes al día tanto para Pico de Loro y para Peñas Blancas. Y para los Charcos de Pance son 267, eso nos ayuda a controlar a que el ecosistema no tenga una presión tan alta”.
Y en Pance, junto a la Policía, montan puestos de control los fines de semana para brindar inducción a personas que van a ingresar al área y ejercer sus funciones como autoridad ambiental.

Invasiones

Las invasiones al Parque han traído captaciones de agua, vertimientos, residuos y talas en varias zonas.

Aunque Parques Nacionales ha hecho gestión para controlarlas, asegura el ambientalista de WWF Colombia, Carlos Herrera, “aún se siguen presentando básicamente para construcción de casas, la instauración de diferentes tipos de cultivos que no son de alto impacto, ni monocultivos, pero igual requieren que haya una limpieza de potreros y demás, entonces esto implica que se está afectando material vegetal”.

Según Hernando Díez, después de la llegada del Batallón de Alta Montaña se recuperó seguridad y empezó a llegar mucha gente y no toda llega a proteger el parque. “Por eso este ha perdido en materia de bosque, de cuidado y protección de suelos”.

Tenga en cuenta

La Minería ilegal de oro en las Minas del Socorro, en Altos del Buey, o la explotación de roca en las minas de El Chocho generan afectaciones.

En Altos del Buey se ha detectado que para la minería ilegal de oro se utilizan productos contaminantes como el mercurio, por eso, dice el ambientalista Carlos Herrera, a esta situación “hay que hacerle mucho seguimiento porque eso significa que hay contaminación de fuentes hídricas que surtirán acueductos y será agua que la gente va a consumir”.

La empresa de turismo Azul Recreativa desea desarrollar ecoturismo en el Parque Los Farallones y ya está en el proceso de obtener los permisos.
De acuerdo con José Everth Cuero, con este proyecto quieren atraer principalmente a turistas internacionales.

Ofrecerán un recorrido de cien kilómetros por los Farallones partiendo de Pance y llegando hasta La Cumbre. El recorrido se puede hacer en diez días con diferentes opciones: conocer cascadas, nacimientos de ríos, pasar un día como campesino, pernoctar en la montaña, etc.

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