En los días de la COP16 Cali es una ciudad de acentos extraños en cada esquina que atraen la curiosidad de sus habitantes. El acento de James Downer es una mezcla entre estadounidense – nació en Nueva York – y venezolano. Mientras conversa con su acento ‘gringo’ se le escapan expresiones como ‘coño’. Hay una razón: en la empresa de bicicletas eléctricas que fundó trabaja con venezolanos. Además, la mayoría de sus clientes son migrantes de la Nación en la que se perpetuó Nicolás Maduro.

James y su equipo llegaron a la COP16 precisamente en bicicleta. Tardaron tres días. Salieron desde Bogotá, descansaron en Ibagué, después en Sevilla, y de allí a Cali, a la Zona Verde de la cumbre, donde cuentan con un estand. Parece una travesía solo recomendable para atletas de alto rendimiento, solo que las bicicletas de James tienen un secreto: basta mover las piernas para activar un sensor que a su vez prende un motor que hace que todo sea más llevadero. Los principales clientes de James son rapitenderos.

En la pandemia del Covid19 me di cuenta que las empresas de domicilios eran muy importantes para que las ciudades fluyeran, y comencé a hablar con los rappitenderos de Bogotá. Muchos compraron un ciclo motor para hacer más entregas. A corto plazo era una herramienta de trabajo increíble, pero en el largo plazo, el 20% de sus ingresos se iban en mantenimiento, gasolina y aceite. Entonces pensé en diseñar una bicicleta que eliminara esos motores, manteniendo todas sus ventajas, la autonomía – las bicicletas eléctricas recorren 65 km en un día, más de 5 horas rodando – pero también que no les generen costos en combustibles y que además no contaminen.

James Downer, fundador de la empresa de bicicletas eléctricas Guajira. | Foto: Raúl Palacios - El País

La empresa de James se llama Guajira. Él y su equipo les hacen el estudio crediticio a los rappitenderos, a quienes por lo regular ningún banco les presta plata. Por ser venezolanos; o porque son colombianos y están reportados en Datacrédito; o por no tener experiencia crediticia. La bicicleta cuesta casi seis millones de pesos que se pagan en cuotas semanales durante diez meses.

Nuestros clientes son demasiado cumplidos en sus pagos. Para darte una cifra, el porcentaje de pérdida nuestra está por debajo de la cifra de pérdida de los bancos estadounidenses que les prestan plata a personas que compran una casa. Mi propósito es que la movida eléctrica, la transición a energías limpias, no sea solo para los ricos, sino una herramienta para la gente. Para mí lo más importante de este proyecto es que nuestros clientes van a duplicar sus ingresos. Ya tenemos 120 bicicletas rodando en Bogotá, 28 en Medellín y esperamos llegar a Cali – dice James en una mesa del antiguo Hotel Menéndez del bulevar del río, convertido en sitio de exposiciones y charlas para la COP16.

En la mesa tiene su portátil, en el que intenta solucionar un pequeño inconveniente. Antes de llegar a la ciudad reservó para el equipo de su empresa la única habitación que encontró disponible en Internet en los días previos de la cumbre de biodiversidad. Le alegró incluso que estaba libre durante las dos semanas que tardarán las negociaciones. Cuando llegaron al cuarto, entendieron el motivo: está en una zona de tolerancia.

Markus Knigge, alemán, fundador de la organización Blue Action Fund, junto a la artista Verónica Sinisterra, de Oao Studios. | Foto: El País

Si conoces alguien con un sofá disponible, me avisas – dice James a carcajadas. Enseguida agrega:

Esta es mi tercera vez en Cali. Recuerdo que recorrí el barrio San Antonio durante la pandemia y no había nadie. En cambio, lo que estamos viviendo es muy diferente. Cali en la COP16 es una fiesta.

En una mesa contigua se encuentra Markus Knigge, nacido en un país milimétrico, donde si se informa que el tren llega a las 12:04, efectivamente se detiene a esa hora: Alemania. Eso explica por qué Markus no tuvo problema alguno con el hospedaje en Cali. El mismo día que se anunció a la ciudad como sede de la cumbre de la biodiversidad, hizo la reserva de su hotel.

Markus ama el océano. Es de Hamburgo, uno de los puertos más importantes de su país, y su papá era navegante. En su infancia siempre vio barcos gigantes entrando y saliendo de su ciudad, así que el mar es su vida.

Markus dirige la organización Blue Action Fund, que se dedica a financiar entidades y proyectos que garanticen que las áreas del océano declaradas como protegidas, en realidad lo estén; que no solo sea una declaratoria en un papel.

Marci Eggers, Vicepresidenta para América Latina y el Caribe de Audubon. | Foto: © Copyright, or Work for Hire

En Colombia tenemos dos proyectos, uno en el Pacífico, en el Parque Utría, y otro en Bahía Málaga. Trabajamos con ONG locales, como el Fondo para la Acción Ambiental. La meta de proteger el 30% de los océanos que se discute en la COP16 es muy ambiciosa. Para cumplirla, todos los días debería declararse un área marina protegida del tamaño de un país como Holanda, algo que no está pasando. Pero que se tenga esa meta es importante: permite que los actores involucrados en la conservación les exijan a sus gobiernos cumplir, y se libere la financiación.

El fondo que dirige Markus también apoya a la organización Oao Studios, de la artista Verónica Sinisterra, quien en la Zona Verde de la COP y en la Universidad del Valle tiene disponible un mural para que los visitantes lo pinten mientras reflexionan sobre un mensaje: la conexión de la humanidad con la fauna y la flora que hay debajo del océano también se debe cuidar, restaurar.

Es mi primera vez en Cali, y es emocionante visitar un país precedido por la fama de ser uno de los más biodiversos del mundo. Se siente la pasión de la gente por lo que está ocurriendo en la ciudad, desde que llegas al aeropuerto se habla de la COP16, cada lugar vibra con la cumbre –comenta Markus.

Sverre, un noruego que recorre Cali repitiendo: “caliente, muy caliente”. | Foto: El País

Marci Eggers cuenta que ha viajado por el mundo en eventos dedicados a la conservación, pero en Cali le pasó lo que jamás le había ocurrido: en el taxi que la trajo del aeropuerto al hotel, el conductor escuchaba en la radio un anuncio dedicado a la cumbre, y le hablaba del medio ambiente.

Que los taxistas estén conversando del cuidado de la biodiversidad es un indicador de lo que está sucediendo en Cali. Es muy importante que la sociedad hable del tema.

Marci, quien es de Carolina del Norte y vive en Washington, es la Vicepresidenta de Audubon para América Latina y el Caribe, una organización que desde hace décadas trabaja en la conservación de aves.

Su amor por los pájaros voló desde que Marci era una niña. Alguna vez vivió en una casa donde, a escasos 100 metros de su terraza, un águila pescadora hizo su nido. El águila, la misma semana de marzo, regresaba desde Sur América. Esperar año a año a esa ave migratoria le hizo entender a Marci que no solo era importante cuidar su jardín, sino el resto del mundo que recorren los pájaros.

Masiva asistencia a la zona verde de la COP16. | Foto: José L. Guzmán / El País

Lo que está bien para las aves, está bien para la humanidad. En Audubon ya completamos 20 años apoyando socios locales en Colombia. En este momento estamos trabajando en la agricultura regenerativa, que sea amigable para las aves, eliminando las amenazas, como el excesivo uso de fertilizantes químicos. Otra aspecto importante es proteger las orillas de los ríos, son sitios muy importantes para las aves y para las personas, para la calidad del agua. También buscamos que la ganadería sea sostenible, a través de buenas prácticas como plantar árboles para crear más hábitat para las aves y más sombra para las vacas – dice Marci.

Lo primero que hizo al llegar a Cali fue ir a pajarear a Pichindé, donde observó especies que jamás había visto. También tomó una clase de salsa.

Se siente mucha energía en la ciudad. Para mí es muy significativo ver a tantas personas dedicadas a hablar de proteger el medio ambiente. La ciudad además es una gran base para ir al campo y hacer avistamiento de aves. Hay muchos sitios cerca. Cali es una gran ciudad para el pajareo – dice Marci mientras toma agua en el café Tarantella.

Zona Verde ha estado repleta de locales, nacionales y extranjeros durante la primera semana de la COP. | Foto: El País

En la Plaza de Cayzedo caminan Carolina Jacobino, quien nació en Argentina pero vive en Canadá, donde es docente de sociología, y su colega, el también profesor Rafael Canet, de Francia. Ambos trajeron estudiantes canadienses para vivir la COP16, en una ciudad que les sorprende por el verde. A donde miren hay árboles, flores, pájaros.

La COP16 pone a Colombia en el frente del movimiento internacional para conservar la biodiversidad, por eso es interesante. Es un cambio. El domingo presenciamos los discursos de apertura de la cumbre y es muy fuerte el mensaje de la comunidad internacional. Lo más importante es que haya una transformación en la mentalidad de la población, que toma tiempo, pero en Cali ya se está evidenciando. Nuestro país, Canadá, es productor de petróleo, y es difícil de cambiar. Pero el mensaje viene de los países del sur, que son los que menos contaminan. En realidad nuestros países son el problema por la gestión ambiental. Hay que lograr una solidaridad entre los países del sur y del norte – dice Rafael, a quien le recomendaron comer chontaduro con miel.

Fue lo primero que comió la italiana Chiara Villani al pisar Cali. Ella es Oficial Senior de Comunicación Ejecutiva del CIAT.

Cali está muy bien organizada para la COP16. Lo noto en el transporte. Cada 15 minutos pasa el bus que nos lleva a las zonas de la cumbre. En las negociaciones se le ha dado prioridad a los sistemas alimentarios y la seguridad alimentaria. Colombia es agro - diverso, hay mucha diversidad de comida, de cultivos, el país está empujando el tema. Las discusiones están yendo en la dirección correcta. En mi caso me encanta la comida caleña. Algunas cositas son muy similares a las de Italia, tenemos legumbres, fríjoles, lentejas. La comida nos une. Me fascina el chontaduro.