A poco más de una milla náutica del Santuario de Malpelo y desde el buque ARC ‘7 de Agosto’, que transportaba a la tripulación de la Armada y un grupo de periodistas que viajó con ellos, solo se alcanzaban a ver tres cosas en la isla: una bandera de Colombia ondeando por todo lo alto, un par de casetas y unas ‘personitas’ saludando desde la roca.
Resulta, para sorpresa de los visitantes, que el Santuario de Fauna y Flora de Malpelo está habitado todo el tiempo, los 365 días del año.
Desde 1986 la Armada Nacional construyó un Puesto Destacado en la isla, como una base satélite para hacer presencia permanente, por más apartado que esté, por más inhospitalario que sea vivir sobre la roca.
“Es importante hacer presencia aquí, en el Santuario de Flora y Fauna Isla de Malpelo, porque el ejercicio de la soberanía se hace no solamente con las capacidades del poder naval, sino con estos puestos destacados que sin duda brindan ese beneficio a todos los colombianos en procura de guardar y defender su soberanía”, explica el almirante Rafael Aranguren, comandante de la Base Naval del Pacífico de la Armada Nacional.
Los abuelos suelen decir que hay que cuidar lo que se tiene, y eso es lo que hace Colombia con Malpelo. La protege de visitantes que puedan afectar su ecosistema y a sus especies terrestres y marinas.
Son seis uniformados en total los que se quedan en la isla, principalmente infantes de marina muy jóvenes, en el inicio de su carrera en la institución. Permanecen allí alrededor de 45 días y luego hay un relevo, es decir que en el año son ocho grupos los que pasan por el Santuario.
La Armada explica que pese a la soledad que se vive en esas semanas, los infantes son elegidos como reconocimiento por su obediencia militar.
Vivir esa experiencia a corta edad, según cuentan, les permite recargarse de amor por su país y ver la vida en la Armada de otra manera, con más pasión que antes.
En ese momento, Andrés Felipe Suárez era quien lideraba al grupo que estaba de salida de Malpelo. A sus 24 años ya es teniente de corbeta y su casa, en Fusagasugá, está a más de 400 kilómetros por carretera de Buenaventura, casi la misma distancia que alejan a Malpelo y el puerto del Valle.
— Fueron 47 días que son una experiencia única, pude vivir cosas que no cualquiera vive. Creo que lo más difícil es la llegada, cuando ya uno queda solo, la embarcación que lo trae a uno lo deja y se sabe que se tiene la responsabilidad de todo el personal. Sentía ansias y nervios porque no quería fallar en ese proceso, ahora algo y me voy para mi casa.
Los días se basan, además de las tareas del hogar en el puesto destacado, en hacer vigilancia en todo momento del panorama de superficie, miran hacia el océano para ver si hay embarcaciones no autorizadas en la zona e intervenir si es necesario. También están pendientes de las personas que llegan a bucear, que suele ser un grupo por cada semana.
En cuanto a la soberanía, Malpelo también le representa a Colombia una extensión importante de territorio marítimo luego del punto en el que se localiza la roca. Son 200 millas más de mar territorial que sirven como zona económica.
La travesía de llegar
A decir verdad, el ARC ‘7 de Agosto’ y otros de su mismo tamaño y fuerza permiten una navegabilidad muy tranquila, más si el mar también lo está. De hecho, el recorrido que suele durar unas 36 horas, en el buque fueron 20.
El comandante de esa gran embarcación hasta este año es el capitán de fragata Diego Alejandro Gil.
“Esta misión está enmarcada en la COP16 y Malpelo es muy importante para Colombia porque nos amplía mucho más los recursos naturales. Hay que sortear diferentes climas, adversidades, problemas innatos del buque y de la vida del marino, pero es una satisfacción muy grande, siempre hay algo que hacer, uno nunca se aburre a bordo de estas unidades”.
Sin embargo, el viaje no suele ser en embarcaciones tan grandes, sino en otras apenas suficientes para llevar al grupo de relevo, las provisiones necesarias para los 45 días y los navegantes que los transportan.
“Esto no se mueve nada”, repetían una y otra vez los oficiales y suboficiales de la Armada ante las caras blancas e indispuestas de los periodistas y otros visitantes. Cuando las corrientes oceánicas pegan fuerte y el barco es más pequeño es otra cosa, “ese movimiento sí es muy bravo”, añaden.
Ver el despliegue tan grande, una tripulación de más de 80 personas y la seriedad de la operación en cada rostro no dejaba de sorprender. Tienen muy naturalizado proteger esos territorios tan alejados, demuestran querer a Malpelo. “Esta riqueza que representa el Santuario de Malpelo es muy importante para los colombianos”, reitera el almirante Rafael Aranguren.