Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes de El País
Para dimensionar el tamaño del mercado de pulgas que cada domingo se levanta atrás del Centro Comercial Petecuy de Cali, lo más indicado es subir hasta el sexto piso del parqueadero y mirar hacia abajo: los vendedores de pulguero ocupan cuatro manzanas, entre la calle 15 hasta la 21 y la carrera octava hasta la diez, en el centro de la ciudad. Es uno de los pulgueros más grandes de Colombia.
Otro dato para entender su dimensión es el tiempo que tarda recorrerlo. Si se hace con paciencia, auscultando cada venta, la caminata es de tres horas.
El de Hernán, una de las primeras paradas, es un puesto al que acuden numismáticos, es decir quienes, además de coleccionar, tienen gran conocimiento de monedas y billetes. Hernán lleva una década asistiendo cada domingo al mercado de las pulgas que, calcula, tiene una historia de más de tres décadas.
En el andén exhibe billetes de Ecuador, Venezuela, Perú, Hong Kong y monedas de 90 países. Aunque lo que más buscan sus clientes son billetes colombianos. Es una manera de tender puentes con la infancia: el billete de 500 de 1981, con la imagen de Francisco de Paula Santander, que dejó de imprimirse en 1996; o el de 100, con el retrato de Antonio Nariño.
— El billete más costoso es el de 500 pesos de 1923, cuando se fundó el Banco de la República. Tiene el rostro de Simón Bolívar y se conocen dos en el país. Si lo tuviera, pediría mil millones – dice muy serio Hernán, mientras se arrodilla a organizar sus monedas y un pirógrafo, que genera calor para tallar la madera.
En un puesto contiguo, donde se ofrecen desde condones hasta zapatos de segunda, betún, juguetes, mira con detenimiento John Jairo, quien acude al pulguero para comprar objetos que revende por Internet: un bafle, una tarjeta de video, unos audífonos.
— De esto vivo.
Comenzó en 2013, cuando vio en el mercado de pulgas módems de segunda que alguna empresa desechó a bajo precio: $5.000. Compró tres “para ensayar” y los ofreció en la tienda de Facebook a $30.000. Ese mismo día los vendió como si fueran pan salido del horno.
— Compro cosas que sé que tienen salida. Hoy encontré un cable original de Iphone. En otro puesto encontré la manzana. Hay que tener experiencia. Si usted viene nuevo, le pueden vender como originales objetos que son réplicas. Tengo el ojo entrenado – aconseja Jhon Jairo.
El pulguero empieza a formarse a las 4:30 de la mañana del domingo, cuando llegan los primeros vendedores, y se extiende hasta las 2:00 de la tarde. Siempre bullicioso. Hay bafles a la venta donde ponen boleros, rancheras, la Cumbia Caletera de la Billos Caracas Boy’s. Un vendedor de frutas jamás pausa una grabación: “Cinco peras por 2000, cinco peras por 2000″...
Durante la caminata se es testigo de escenas inverosímiles. Un sanitario exhibido en el baúl de un carro; un cliente compra una silla de oficina de segunda y se la lleva en una moto; cabello que los recicladores recogen en las peluquerías, en el pulguero se ofrece para hacer pelucas; Kheismer, un barbero venezolano, hace cortes en un semáforo a $7.000.
Hugo Suárez Fiat, fundador de Caliwood, el museo de la cinematografía, es uno de los clientes fieles del mercado de las pulgas, “una expresión popular asombrosa”, dice.
En el último año, Hugo caminó el pulguero cada domingo en busca de teléfonos antiguos para la exposición que continúa abierta en la Carrera Primera, 1 – 55 oeste, del barrio El Peñón. Encontró dos de los artículos más llamativos, que logró adquirir después de regatear durante tres visitas: un teléfono pedestal de principios del siglo pasado, y otro más vintage, con su respectiva mesa. En el mercado de las pulgas son frecuentes los coleccionistas de antigüedades.
A Hugo lo reconoce un vendedor que se le acerca con algunos ‘tesoros’: películas de 8 milímetros silentes, es decir sin sonido, y que en promedio duran 9 minutos. No duda en comprarlas.
Angie Erazo en cambio acude al pulguero en busca de ropa usada que revende en Pasto. Le va muy bien. Hay jeans a $12 mil, o promociones de ‘camizas’ (así lo ponen en los carteles) a $5 mil, a las que les gana el triple.
Mireya le hace honor a su apellido: Alegría. Es una de las vendedoras de ropa usada – “tengo mis proveedores” – y ofrece garantía a sus clientes, a quienes trata con una calidez que garantiza compras: “mi vida”, “bebé”, “bizcocho”. Los venezolanos están en entre sus compradores frecuentes.
En el puesto de José Alberto Jiménez, más conocido como El Gato – fue candidato al Concejo – está uno de los objetos más curiosos del mercado de las pulgas, al punto que ni siquiera lo exhibe al aire libre, sino que lo mantiene en una caja de seguridad. Se trata de un reloj de los años 80, edición limitada, homenaje a Diego Armando Maradona.
Es de movimiento suizo, chapado en oro y tiene la firma de Maradona en la esfera de las manecillas. Cuesta $5 millones. En una página europea de coleccionistas se ofrece por 750 euros.
— Soy un cazador de objetos antiguos, o de aparatos que mis ojos nunca han visto — dice El Gato, quien también exhibe la réplica decorativa de una pistola usada en tiempos de Hitler.
Como San Telmo, para la COP16
Antonio vende televisores en el mercado de pulgas, tanto antiguos, como modernos, con pantalla LCD.
— Mucha gente los bota porque tienen fallas o compran uno nuevo y les estorba el viejo. Los arreglo y los pongo a punto. La mayoría de los que vendemos en el mercado de pulgas somos recuperadores. (Yo antes era reciclador). Lo que otro desecha, le damos una segunda vida.
Antonio, como varios de los vendedores del pulguero, quienes llegaron al oficio por herencia familiar, anhelan que el lugar se convierta en atracción turística de Cali, como sucede con el mercado de San Telmo, en Buenos Aires.
Los vendedores proponen que el pulguero sea intervenido por la Alcaldía para que se embellezca, se recoja la basura, se instalen baños públicos, se ordenen las ventas con mobiliarios, se peatonalice para que el mercado se conecte con la ruta de la salsa del barrio Obrero y, de cara a la Cop 16, atraiga visitantes de otros países.
Sería una manera de conjurar los problemas que el mercado genera, explican: los domingos, debido a la invasión del espacio público, los comerciantes formales no pueden abrir, pues los vendedores del pulguero ocupan calles, andenes, y las fachadas de los locales las utilizan para colgar ropa y otra mercancía, lo que ha generado tensiones. Además, aunque en teoría el pulguero solo funciona los domingos, algunos vendedores han sacado sus puestos de manera permanente el resto de la semana.
— La propuesta es que se garantice que el mercado de pulgas sea una actividad de domingo, entre 6 de la mañana y 2:00 de la tarde, peatonalizada, y, con apoyo de la Alcaldía, acondicionarlo para dignificar a los vendedores que por años han estado allí. Están en condiciones vulnerables. Lo que queremos es que se recupere el entorno del centro, se organice el mercado, para trabajar en armonía con los comerciantes y se beneficie la ciudad. Sería una manera de que la Administración integre a los vendedores en las iniciativas de renovación urbana y social del centro – dice Jimmy Fernando Núñez, presidente del Sindicato de Trabajadores Informales y vendedores ambulantes de Cali.
La propuesta de organizar espacios para ordenar a los vendedores estacionarios se extiende a otros lugares, como la zona verde de la Cop 16, en el Bulevar del Río.
—El proyecto que le vamos a presentar al Alcalde es que los vendedores puedan estar en la Cop organizados, hagan parte del mapa donde se desarrollará el certamen. El temor es que nos tapen, y el mensaje es que nos organicemos, nos capacitemos en inglés para atender a los turistas. Los vendedores ambulantes son expresión cultural, economía popular. Detrás del vendedor estacionario hay un reflejo de los problemas sociales que llevaron a muchos a vender en la calle: la pandemia, el estallido, la recesión, la guerra. No somos delincuentes y movemos más de la mitad de la economía de la ciudad y el país– agrega Jimmy.
El concejal Edison Giraldo, quien ha liderado propuestas para la recuperación del centro de Cali, considera que la idea de organizar el pulguero como atracción turística “hay que escucharla”, si los vendedores se comprometen a cumplir con el compromiso de que el mercado sea plan de domingo, y no diario. También, advierte, se debe intervenir los problemas de seguridad relacionados con el microtráfico.
Mientras todo ello se discute, Gloria camina de la mano de su hija por el mercado de las pulgas, que ofrece otra posibilidad: hacer trueques. A la hija de Gloria no le gustó un peluche que le regalaron y va a cambiarlo.
— Nos gusta caminar por el mercado de pulgas. Es un plan diferente.