Subir y bajar escaleras
Un día todo cambia. Pasamos de celebrar una victoria laboral o académica, a celebrar otro tipo de gestas personales. En el caso de Paula Ágredo: subir y bajar escaleras.
Dijeron que no podría volver a hacerlo, que no vovería a caminar, que quedaría parcialmente paralizada, que olvidaría cómo leer y escribir, que tendría que aprenderlo todo de nuevo. Que el proceso tomaría entre cinco y diez años.
Y esto como pronóstico optimista, pues lo más probable es que ni siquiera saliera viva de la sala de cirugías, tras sufrir un grave trauma cranoencefálico que terminó con la extracción de un litro de sangre de su cerebro, de una porción de su cráneo, y de un fragmento de su cerebro.
Los hechos son difusos en su memoria, incluso se sorprende de ver que -pocos días después de su cirugía- compartió videos en sus redes sociales, donde narró los detalles de su operación y posteó fotos con la media luna que, por lo pronto, lleva en su cráneo como recordatorio del accidente.
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Las reacciones no se hicieron esperar. Por esas redes, que la misma Paula considera tantas veces tóxicas, se crearon grupos de apoyo, grupos de oración, familias enteras que le escribían para decir “en casa todos estamos orando por ti”.La sorprende recibir estos mensajes de extraños, de desconocidos a los que contó lo que recuerda de su accidente: piezas perdidas que intenta hacer encajar con fragmentos de memorias difusas, datos que arroja su chat de Whatsapp y lo que le narran sus médicos y su madre.
Una psicóloga de la Clínica Valle del Lili, donde le salvaron la vida, le puso como tarea hacer la lista de sus victorias. Este fin de semana Paula debe entregar el listado. Escribe en la primera línea de la página en blanco: “Subir y bajar escaleras”.
2. Comer sola
El mapa de lo que ocurrió el 2 de febrero de 2021 no está del todo claro, dice esta comunicadora social que cursa una especialización en mercadeo en la Universidad Autónoma y que en la actualidad es líder de mercadeo de una empresa caleña de perfumería llamada Senthia.
“Por lo que revela mi chat de Whatsapp, un amigo me invitó a montar en bicicleta. Era de noche, pues yo salgo del trabajo a las 7:30 p.m. El accidente ocurrió cerca de la Universidad Autónoma. La bicicleta no era mía”, explica.
Tras la caída, de la que no tiene memoria, “mi amigo tomó mi celular y llamó a mi mamá. Le dijo que yo estaba en el suelo, inconsciente hace cuatro minutos, y me salía sangre de la cabeza. Él había pedido una ambulancia con ayuda de un conductor del MÍO, pero tardaba demasiado”.
Un médico que pasaba en moto se bajó, y al ver la escena advirtió que el trauma craneoencefálico era severo. Que Paula se estaba ahogando en su propia sangre. “Se va a morir”, dijo, y ubicó el cuerpo de la forma que consideró más indicada mientras llegaba la ambulancia, que finalmente la trasladó a la clínica.
Los médicos le informaron a la madre de Paula -Jackie, de profesión enfermera- que debían operar de inmediato, no sin antes advertir que las probabilidades de que su hija sobreviviera eran remotas.
Hace tan solo un momento, Paula era una joven que compartía recetas saludables en sus videos de Instagram. Tomatina. Crepes de avena y yogurt griego. Waffles de banano. Galletas de zanahoria. Brownies sin harina. Risotto de vegetales. Lo suyo era la vida sana, la vida activa, el deporte, la vitalidad. Y ahora, tras un simple plan de amigos que pensaban dar una vuelta por los alrededores de El Caney, la muerte se planteaba como una posibilidad cercana.
Paula anota en su lista de victorias “Comer sola”, porque no se trata solo de estar viva o de poder ingerir alimentos, sino de haber conservado la habilidad de hacerlo por sí misma.
3. Bañarme sola
Casi un litro de sangre le extrajeron de la cabeza, y una porción de su cráneo y su cerebro tuvo que ser removida por los cirujanos, dada la gravedad del daño, revela la madre, historia clínica en mano.
Para que el trozo de cráneo que extrajeron se conservara en buen estado, los médicos decidieron insertarlo dentro del cuerpo de Paula. “No quisieron hacerlo bajo mis costillas, pues pensaron que yo, siendo tan joven, podría desear usar ombliqueras más adelante; la verdad, no me habría importado que hubieran dejado la cicatriz. Sin embargo, ellos decidieron que sería mejor insertar el cráneo en mi ingle, así que ahora tengo una cirugía semejante a una cesárea, y abajo de mi piel, en mi bajo vientre, tengo en estos momentos mi propio cráneo”, explica Paula.
“Bañarme sola”, escribe como tercera victoria, y recuerda que la primera vez que tomó una ducha sin ayuda, tras la cirugía, cometió el error de ponerse los retenedores dentales, sin saber que estos presionan no solo los dientes, sino la cabeza.
Tuvo convulsiones por esta razón, y para su madre fue otro momento de terror. Como tantas cosas que ahora deben esperar, los retenedores dentales reposan por lo pronto en un cajón.
No sé qué información se fue de mí cuando extrajeron una parte de mi cerebro. Lo único que no recuerdo es el accidente”, Paula Ágredo, comunicadora social.
Instagram: Pauagredo
4. Reírme sin que se me salga “el pelado”
Es molesto llevar su cráneo en la ingle por varias razones. La primera es que sentir adentro los bordes rotos o irregulares es incómodo, para dormir, para girarse, para ponerse de pie, para sentarse, para caminar, pero poco a poco se acostumbra.
Pensó, en medio de su optimismo y su desconocimiento de estos asuntos, que en un mes ya podrían ponerle de nuevo el trozo de cráneo que le falta en la cabeza, y al que bautizó como “Rigo”, por aquello del accidente en bicicleta.
Sus médicos le confirmaron que esta cirugía se realizará más o menos en mayo. “Lloré mucho cuando supe que tardaría tanto”, dice mientras enseña la pequeña cicatriz que tiene sobre la frente, casi imperceptible, en medio del cuerpo cabelludo.
Su pelo era largo, rizado, abundante, y volverá a serlo. Tiene planeado que si antes se peinaba hacia la derecha, ahora lo hará hacia la izquierda para cubrir la cirugía.
Su cuarta victoria es poder reírse sin que se le salga el “pelado”, como llama jocosamente al trozo de cráneo que, a manera de hijo -dice- lleva en el bajo vientre.
5. Escribir a mano
Los médicos llegaron a temer que, por la masa cerebral que le fue extraída, Paula perdiera la habilidad de leer y escribir. Su madre atribuye el milagro a que su hija es ambidiestra:
“Ella usa sus dos hemisferios cerebrales, escribe con las dos manos, desde niña fue deportista, come sano, ha sido siempre muy activa, y creo que por eso su cerebro supo compensar la pérdida sufrida”.
Paula desde los 2 años de edad practica la natación, es una buena patinadora, se destaca en baloncesto, y en general corre, camina, es imparable.
Regresó al trabajo esta semana, y también a sus clases de la especialización en mercadeo. Sabe que si hubiera fallecido, su madre habría cumplido su deseo de donar sus órganos.
“Dono sangre desde hace años y, si hubiera muerto, igual habría seguido viva en la vida de otros que hubieran recibido mis órganos. De todo esto, rescato el respeto de mi madre por mi voluntad de donar”, dice, y termina la lista de victorias: Dormir derecho. Caminar. Leer libros. Tomar menos analgésicos. Dar paseos por el barrio. Recibir visitas. Menos pitos en los oídos. Seguir estudiando. Levantarme con la fuerza de mis brazos. Hace cuánto no damos gracias por todo esto.
Temía que mi médico me dijera que debía suspender el semestre de la universidad. Cuando me dijo que podía seguir estudiando, sentí alivio y felicidad”, Paula Ágredo, estudiante de la especialización en mercadeo de la Universidad Autónoma de Occidente.