Al igual que la lista de aguinaldos, la Novena al Niño Dios, el Pesebre y el Árbol de Navidad, hay otro fenómeno convertido ya en una macabra tradición decembrina: el listado de niños quemados, muertos o amputados por el uso de la pólvora.
Pese a estar prohibida la fabricación, venta y manipulación de estos elementos explosivos en la mayoría de municipios del país, hasta el pasado viernes eran 199 familias colombianas las que estaban inscritas para pasar la noche de Navidad y Año Nuevo en la Unidad de Quemados de algún hospital del país pendientes de la evolución de sus padres o hijos.
Doce de ellas con la tristeza de ver amputados los sueños de sus niños, 22 más que perdieron total o parcialmente la vista y una familia samaria que no volverá a pasar una fiesta decembrina junto a su hija de 4 años fallecida el viernes por intoxicación con explosivos.
Lamentablemente con la pólvora encaja perfecto el dicho de que ‘nadie aprende por cabeza ajena’. Aunque desde finales de noviembre está prohibida en Cali y el Valle, el pasado 7 de diciembre, Día de las Velitas, la capital y varios municipios del departamento fueron literalmente bombardeados por una avalancha de pólvora.
El doctor Laureano Quintero, director médico del Hospital Universitario del Valle, HUV, resaltó que en la noche del 7 de diciembre se escuchaban las detonaciones en toda la ciudad y cuestionó el cumplimiento de las restricciones al uso de pólvora.
“Lo que queda claro es que sigue siendo común para las familias utilizar la pólvora y es evidente que esa pólvora se consigue con mucha facilidad. Nuestra inquietud profunda es que cada persona piense en estos días que quedan de diciembre si su hijo va a ser otro niño sin un dedo u otro niño sin un ojo. O si usted va a ser un papá sin un dedo o sin un ojo”, reflexionó el médico Quintero.
De acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Salud, durante los primeros quince días de diciembre del año pasado se reportaron 243 personas quemadas con pólvora en todo el país y en el mismo periodo de este año van 199, lo que representa una reducción del 18,1 %.
Sin embargo las cifras para el Valle del Cauca son menos alentadoras. En el mismo periodo de diciembre del 2016 hubo 27 casos de personas quemadas en el departamento y en este año se registraron 26 casos. Uno menos que el año anterior, pero es de nuevo el Valle la región con mayor cifra de víctimas por pólvora.
Actualmente en la Unidad de Quemados del Hospital Universitario permanecen tres menores de edad con lesiones en el rostro y las manos. Uno de ellos perdió un dedo y otro registra una quemadura de consideración que compromete uno de sus ojos.
Dos de esos menores son de la ciudad de Cali, que registraba hasta el viernes un total de 14 personas con lesiones por pólvora.
Las víctimas invisibles
La pólvora no es la única que ha permanecido en la clandestinidad en los últimos años en el Valle del Cauca.
Ante la persecución de las autoridades a los padres y el temor a que Bienestar Familiar les quite los hijos, se ha sabido que varios de esos niños quemados en diciembre son ocultados y llevados para recibir atención médica en el mes de enero.
Más aún, hay un subregistro de niños quemados con pólvora en el departamento porque pese a los daños y las heridas en su cuerpo, los padres evitan llevarlos a los hospitales y solo acuden en busca de ayuda médica cuando se presentan infecciones graves o complicaciones.
Muchos de esos casos son atendidos cuando las heridas o lesiones ya presentan infecciones severas.
“Es gente que por el temor de que reciba la visita o la sanción de los entes de control, prefieren manejar las cosas de una forma casera, con el agravante de que cuando vienen a consultar el 10 o 12 de enero, ya hay daños que pueden ser irreversibles. La gente debe saber que tan pronto se presente el problema, por encima de cualquier cosa, deben acercarse al centro hospitalario”, indicó el médico Laureano Quintero.
Ante estos casos, los padres no solamente enfrentan procesos legales o sancionatorios por las quemaduras que han sufrido sus hijos, sino una doble falta por el riesgo y la negligencia de no haber reportado a tiempo el hecho y exponer a mayores daños a sus hijos.
De acuerdo con el Artículo 27 del Código de Infancia y Adolescencia, sobre el derecho a la salud integral del niño, “... Incurrirán en multa de hasta 50 salarios mínimos legales mensuales vigentes las autoridades o personas que omitan la atención médica de niños y menores”.
Igualmente, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar puede establecer desde una amonestación o la solicitud de un proceso judicial, hasta la pérdida de la patria potestad de los padres sobre sus hijos.
Es justamente eso a lo que le teme Milena, una madre que no quiso dar su verdadero nombre y que permanecía el miércoles pasado en la Unidad de Quemados del Hospital Universitario esperando a que se recupere su hijo de las lesiones causadas por la manipulación de pólvora.
“El niño estaba afuera de la casa, pero jamás me imaginé que fuera a acercarse o a jugar con pólvora... Tengo mucho miedo de que me vayan a quitar a mi hijo”, indicó la mujer antes de alejarse y romper en llanto.
Como pan caliente
Pero por más leyes, campañas publicitarias y acciones de las autoridades locales y departamentales, las cifras parciales revelan que este año tampoco ha sido fructífera la batalla contra el uso y manipulación de la pólvora.
La razón, explica un fabricante artesanal oriundo de La Cumbre, quien se ha desplazado a trabajar en Cali, es que “desde comienzos de año sabíamos que iban a ser fuertes los controles y quienes tradicionalmente hemos vivido de este negocio no nos podemos quedar cruzados de brazos viendo cómo nos persiguen y nos quitan el único sustento de nuestras familias”.
“La Alcaldía de La Cumbre nos dijo que podíamos vender pólvora como lo hemos hecho por tradición durante muchos años, pero resulta que nos montaron un reten entrando y saliendo del pueblo donde le quitan a la gente todo lo que llevan y así nadie vuelve a comprar”, relata el hombre.
Reconoce que la plaza importante para las familias que se dedican a fabricar y vender juegos pirotécnicos es la ciudad de Cali y ante la situación mucha gente ha llegado a producir la pólvora en barrios del centro, del oriente o la zona de ladera.
Justamente, la Policía Metropolitana de Cali desplegó tempranamente operativos para evitar la comercialización de juegos pirotécnicos y fue la primera ciudad del país en reportar la incautación de más de 1200 kilos de pólvora.
“Hemos atacado a los pequeños vendedores, pero también a las grandes empresas para evitar la comercialización. Mantenemos la vigilancia en toda la ciudad a través del Programa de Cuadrantes y hemos establecido controles en las entradas a la ciudad porque sabemos que hay municipios donde la pólvora está permitida y tienen fábricas legales, pero que quedan en la ilegalidad cuando llegan a Cali”, indicó el general Hugo Casas, comandante de la Policía Metropolitana.
Pero según las declaraciones de algunos fabricantes consultados, buena parte de lo que se vende en la ciudad se fabrica en Cali y es poco lo que está entrando de municipios de tradición polvorera como La Cumbre.
Chico, como pide ser citado un vendedor ambulante de guirnaldas, pesebres y adornos navideños en el centro de Cali, trata de ganar un dinero extra con artefactos explosivos, “aprovechando que llega mucha gente a preguntar... A los caleños lo que les gusta es que explote; los juegos de solo luces casi no tienen salida y eso es un encarte tener eso escondido”.
Fuentes policiales señalaron que son justamente los elementos luminosos los que revisten menor riesgo para quienes manipulan pólvora, mientras los detonantes son altamente peligrosos por sus componentes y porque muchos contienen fósforo blanco, un elemento que es altamente explosivo y que ocasiona quemaduras graves.
Esa dificultad que tienen las autoridades para dar una lucha efectiva contra la pólvora, radica en la facilidad con la que se adquieren los elementos químicos necesarios para la fabricación de juegos pirotécnicos.
Solo en la capital del Valle del Cauca opera más de una veintena de empresas que distribuyen libremente los componentes básicos para la producción de pólvora detonante y luminosa.
“Usted llega y solo con pasar la cédula para que le hagan un registro queda habilitado para comprar el azufre, la sal, el clorato, carbonato de estroncio, carbón, antimonio, los aluminios y todos los ingredientes para la producción. Además porque son productos que se utilizan para fabricar alimentos, productos de aseo y hasta medicinas y se corre menos riesgos si se prepara, se produce y se distribuye en pequeñas cantidades aquí mismo en Cali”, dice el polvorero.
El general Casas reconoció que “en la medida en que haya venta de pólvora al menudeo en los barrios es más complicado llegar a combatirla punto por punto. A través de los cuadrantes seguiremos con los controles, pero lo importante ahora es que no haya más quemados y generar la conciencia en la ciudadanía del peligro de la pólvora”.
Una labor que parece difícil porque solo la mitad de los quemados con pólvora son niños. La otra mitad son los mismos adultos a los que se les pide tomar conciencia del peligro de manipular la pólvora y que en ocasiones actúan bajo el efecto del licor.
Lo preocupante es que mañana empiezan las dos semanas en las que históricamente se registra el mayor número de víctimas de la pólvora y que decenas de personas ingresarán inevitablemente a la estadística de quemados, ciegos o amputados en el país.
“Estamos pagando la irresponsabilidad de los padres”
Todo lo que Gustavo Velásquez Figueroa aprendió a hacer en la vida fue a preparar juegos pirotécnicos para amenizar las temporadas de fin de año y las fiestas patronales en varios municipios del Valle del Cauca. Es también ese el único arte que le dejará de herencia a su hijo.
Hace más de 40 años trabaja en su propia polvorería ubicada en el barrio Obreros de Cristo, en el municipio de La Cumbre, y aún no sabe en qué momento pasó de ser el personaje más esperado por niños y adultos en las fiestas de los pueblos, donde llegaba a amenizar con espectáculos de luces, a convertirse en un delincuente perseguido por las autoridades.
“Han querido tapar con nosotros la irresponsabilidad de algunos padres en el cuidado de sus hijos. Este es un barrio pobre donde todas las familias viven de la fabricación de la pólvora y nos preparamos todo el año esperando la Navidad, armando cartuchos, tacando material, nunca pensando en hacerle daño a un adulto o un niño, y llega el fin de año y lo que tenemos es que nos atacan, que nos dejan manicruzados; sin con qué comprarle algo a la familia”, señala el hombre.
En la última década han sido incontables las reuniones que se han realizado en el departamento buscando que paulatinamente vaya desapareciendo la cultura de la pólvora, pero dicen los fabricantes, quienes aseguran que no descartan la posibilidad de dedicarse a una labor distinta, siempre y cuando reciban alguna ayuda.
Así lo asegura Iván Arturo Muñoz, un hombre de 76 años que trabaja junto a su familia y que desde niño se ha levantado cada día a preparar culebras, tumbarranchos, papeletas y voladores de cinco tiros de luces.
“¿Qué nos vamos a poner a hacer? Lo único que sabemos es armar fuegos artificiales. Sin embargo no nos cerramos a alguna alternativa.
Que nos den alguna ayuda y nos preparen para hacer otros oficios, pero durante todo el año nadie nos pregunta si ya comimos o de qué estamos viviendo porque no se vende pólvora y cuando llega diciembre se acuerdan de nosotros pero para perseguirnos”, dice.
El médico Laureano Quintero, quien ha hecho parte durante varios años de mesas de trabajo para el control de la pólvora, recordó que desde que el general Óscar Naranjo estaba como comandante de la Policía Metropolitana de Cali se hicieron reuniones para tratar de ponerle orden al material y que desde entonces quedaron varias cosas muy claras y definidas.
“Lo que se definió es que se hace un censo de polvoreros oficial, desde diciembre y enero, los organiza, canaliza su trabajo y se garantiza que para todas las festividades del año, esas personas pueden seguir trabajando, produciendo su pólvora, pero se usa y se presenta solo en espectáculos manejados por expertos, respetando todas las normas de bomberos y sin que el público tenga acceso directo a la pólvora”, aseguró el Director Médico del HUV.
Agregó que de esta forma “la gente sigue disfrutando el escenario pirotécnico, sigue disfrutando de la tradición hermosa de la pólvora, pero nadie se expone porque solo los expertos bajo una directriz y un programa que se prepara cada año se orientan los espectáculos y así ellos conservan su trabajo y evitamos ver a un niño manipulando una petaca, cogiendo un tote o un adulto con una petaca. Todos mirando lo hermoso a distancia con normas de bomberos y con normas de comportamiento”.
Luis David tiene 21 años y tampoco sabe hacer algo distinto a preparar la pólvora negra y preparar las mechas lentas y rápidas para los distintos juegos pirotécnicos.
“Uno dice que al menos nos den la oportunidad de tener la preparación por parte del Sena o de algún instituto para buscar otras alternativas de trabajo, pero no recibimos ayuda de nadie. Tratamos de ganarnos la vida honestamente y no trabajamos ningún explosivo con fósforo blanco, que es el que resulta mortal”, dice el joven.
“Hablando todo se puede solucionar. Lo que no vamos a aceptar es que nos digan que dejemos de hacer pólvora y nos encerremos en la casa a aguantar hambre. ¿Por qué no persiguen las grandes fábricas? ¿Solo porque ellos pagan impuestos y nosotros no?, dice Iván Arturo.